sábado, 25 de julio de 2009

Balance de la primera semana.

Dedicar un texto diariamente al blog después del desgaste que suponen las clases es, sin lugar a dudas, una proeza. Y yo no soy muy dado a las proezas.

Para empezar, la gran mayoría de los alumnos a mi cargo cometen una cantidad de faltas de ortografía preocupante y, excepto unos pocos aplicados, son todos unos vagos consumados y que se afirman como tales. Por fortuna, creo que estoy consiguiendo hacerme con ellos, especialmente con los de segundo de ESO y (curioso) me prestan atención y recuerdan lo que les digo. Hay uno que ya desde el primer día mostraba una aptitud completamente abúlica y apática, pero debo reconocer que ahora me escucha, supongo que es porque procuro sacar a colación el tema del sexo en frases que utilizo a modo de ejemplo. Un método que me ha parecido muy eficaz ha sido darles una relativa libertad, lo cual se refleja en una complicidad entre mis alumnos y yo. Naturalmente, esto no sería en absoluto recomendable en una clase completamente homogénea de 35 alumnos; no obstante, como tan solo tengo una media de 5 alumnos por clase, esto se torna plausible ¿Su nivel? Como he dicho, las faltas de ortografía son numerosas y parece ser que eso será difícilmente reversible en el mes que nos queda por delante. Tengo que centrarme en la parte de sintaxis, que me han dicho que tiene un peso enorme en el examen, hasta el punto de que hacerlo todo bien en ese tema puede derivar en un aprobado seguro. A priori, he pensado una buena forma de tratar la ortografía, concretamente las tildes que es donde más errores cometen. Semanalmente les preparía un dictado con tildes diacríticas y básicas. A la hora de pronunciarles las palabras que van a escribir, recalcaría la vocal tónica, de modo que detectarían al instante cual es sin necesidad de ponerse a pensar en alargar la palabra. Esto a medida que avanzaramos iría cada vez reduciéndose más. Lo que pretendo es que utilicen la tilde mientras escriben y no luego, ya que no repasan los exámenes, dicen, y no me fío de que lo hagan. Por otro lado, ya les he comentado que el condicional siempre lleva tilde en todas sus formas en la i. Y los tíos se acuerdan, y lo mejor de todo, me la escriben. En el tema de las tildes diacríticas parecen andar espesísimos, yo no sé si es que no se las han explicado o que simplemente no tienen ni idea de como van. Las trataré en la propia sintaxis, ya que si llevan tilde son palabras de otro tipo.

En cuanto a los alumnos, pues bueno, son los clásicos gamberros, pero no me parecen tontos de ningún modo. Unos son chulos, otros pasotas, otros simplemente vagos. La presión social es muy fuerte. Ahora mismo se encuentran en aquella edad en que les pegan arrebatos de duración relativa, y lo más importante, que comienzan a tomar modelos sobre los cuales basarán su conducta, su actitud y su estilo. Yo, sinceramente, creo que todos ellos tienen un potencial más que suficiente para pasar hasta 4º de ESO sin problemas, sin embargo de ellos depende la asistencia a clase y las horas de estudio dedicadas. Por mi parte probaré de alentarlos a que continúen con los estudios con frases tan motivadoras como "Se hace mucho más el vago estudiando que no trabajando" o "Para ser camarero siempre estaréis a tiempo, para ser oficinista o mecánico necesitaréis unos estudios". Por lo menos que lo sepan, aunque me imagino que sus profesores estarán hasta la coronilla de decírselo y comprobar como no surte efecto. Ya veremos.

Primera semana: cansancio general y desmotivación por cualquier otra actividad distinta a la enseñanza. El calor es intolerable estos días y bloquea y limita mis capacidades cognitivas y capacidad de abstracción. Cada mañana llego con una grasienta marca en la camisa que me cruza el pecho dando cuenta de que soy un conductor responsable. El jueves, después de la reunión con la coordinadora, el aire que se respiraba a las 15 en Porto Cristo parecía gas tóxico proviniente de un río de lava. Mis fosas nasales notaban como el oxígeno que inspiraban quemaba. Ha sido el único día en que he encendido el aire acondicionado en el coche.
Las clases se pasan un chasquido. Nunca antes, en ninguno de los trabajos que he desempeñado, he tenido una percepción temporal tan extraña, aunque tampoco ninguno de ellos me ha extenuado como hace este. Es un cansancio mental que menoscaba cualquier estímulo, que constriñe y aprisiona cualquier expectativa, que ocupa mis pensamientos y que si no fuerzo a mi cerebro a cambiar el tema por el cual divaga me causa insomnio y frustración. Los primeros días me dominaba la angustia, y nada más despertarme denotaba ese nudo en el estómago símbolo de la ansiedad, y que permanecía ahí hasta que no comenzaba la clase. Ignoro si estoy rindiendo bien y lo que más desasosiega es la imagen que doy a mis alumnos. Percibo que saben lo que les digo, pero no que se quede plasmado en su memoria. Tengo que planificar actividades, pues la teoría es muy inferior a la práctica, pero tengo tamaña dispersión en los contenidos de cada uno que debería dedicar media hora de las clases para poderles ofrecer actividades a realizar aparte de las que le han encargado en sus respectivos institutos. Y luego está el calor. Prohibido utilizar el aire acondicionado, las fotocopias están limitadas ¿Por qué no dedicaría la Conselleria un poco más de dinero para este proyecto? Pedagógicamente resulta pernicioso que no haya unas variables ambientales cuanto menos decentes. Pero parece ser que el dinero es el que manda, como no.

sábado, 18 de julio de 2009

Hacia delante.

Por momentos tengo una preocupante sensación, que va más allá de toda ambición y egoísmo. Vendría a ser un dilema entre la responsabilidad y el ocio, la dicotomía entre el vago y el laborioso que hay en mí. Y cuánto cuesta que salga el segundo, Dios mío cuanto cuesta. No puedo decir que mi desidia sea símbolo de inactividad, es más bien dinámica, si bien esa energia parece ser propensa a acciones nada productivas y requeridoras de movimiento de índole mental, tareas de coordinación o de pensamiento, fundamentalmente. En rigor, mi cerebro me incita a interactuar con elementos del entorno que tengo ya aprendidos de tal modo que derivan en una mecanización absoluta, y en parte suscitan a la tarea de reflexionar sobre cuestiones baladíes mientras realizo esos ejercicios lúdicos y automatizados. En efecto, la atención se divide, por un lado mi cerebro interactúa de modo maquinal y casi inconsciente, mientras piensa sobre algunos temas que no tienen ninguna clase de relación, tan solo se produce una focalización de la concentración sobre las tareas mecanizadas en el caso de que suceda algo que destaque por la originalidad, excentricidad o rareza. Voy a recurrir a un ejemplo, si tengo pendiente algún asunto, o hay alguna figuración o idea o preocupación que ronda por mis mientes, puedo pasarme leyendo cuatro páginas de un libro sin haberle prestado la más mínima atención y sin saber lo que he leído. Eso, indudablemente, acentúa aun más mi desechable virtud holgazana. La ociosidad es el mayor percance con que me he topado en mi vida, y hace mucho ya que viene siendo una facultad definitoria de mi personalidad. No obstante, hay determinadas actividades que me facilitan centrarme más y mejor sobre ellas mismas, sin llegar mi mente a ese ensimismamiento tan característico, que casi se ha convertido en precepto para seguir respirando. Escribir, por ejemplo, es una de ellas, por no decir la única. Y oso a ir más lejos, es altamente difícil que me abstraiga por más de unos segundos mientras pulso teclas o pienso como construir esta frase o como abordar este texto. Por otro lado, no me cansa hacerlo y, es más, lo saboreo bien a gusto. Así, podría hacer una afirmación categórica si dijera que para mí escribir es un perfecto método para combatir la vaguedad. Ahora bien ¿Porqué no escribo? A priori he pensado "Porque no me leería ni un loco", si bien prosigue el pensamiento por otro derrotero y me dice que me trae sin cuidado que me lean o me dejen de leer, y, en efecto, así es. Ergo no he conseguido elucubrar otra causa distinta a la pereza y la dejadez. En todo caso, se trata de una cuestión de hábitos y costumbres, si mi cuerpo está acostumbrado a realizar una serie de actividades diarias que requieren menos actividad por mi parte, entonces va a impulsarme a que las realice y mientras no las haga me atormenta, me invade y supedita las reponsabilidades más apremiantes. Así, la vagueza, o si se quiere, la repetición de acciones de media duración sin una productividad beneficiosa o potencialmente fructuosa, sigue siendo dominante. Y convendría tirarla a los escombros.

Por eso mismo, y a tenor de un nuevo trabajo para dos meses de verano en el cual me han contratado, voy a realizar una serie de escritos a modo de memoria del día a día, siempre y cuando algo interesante que relatar. Me gustaría puntualizar que no se trata de nada ambicioso, ni mucho menos vanidoso. No es lo primero porque va dirigido a mí y solo a mí, sin embargo, como esto es público cualquier que tenga acceso podrá leerlo, y soy consciente de ello. En cuanto al segundo, por esa misma razón digo que no se trata de vanidosidad. La razón por la que lo hago la he expuesto más arriba, y si me pregunto si hay alguna otra, contesto un sí y me respondo que en un futuro me puede parecer interesante, ya sea para observar mis impresiones, ya para ver mis cambios de opinión, tan oscilante cuando sopla la experiencia.

Para ultimar ya, haré una breve descripción sobre el trabajo que desempeño. Este verano el Govern de Les Illes Balears ha comenzado un proyecto educativo piloto para mitigar el alto fracaso escolar, más que de intervención sobre un problema que nos afecta tan de lleno, considérese una labor de prevención. Los alumnos son de primero y segundo de la ESO, en su gran mayoría con alguna asignatura suspendida. Sino me equivoco, hasta un total de 8 institutos participan en este proyecto y ofrecen sus instalaciones para que se pueda llevar a cabo. Los alumnos provienen de muchos centros de poblaciones circunvecinas o relativamente cercanas. El refuerzo viene dado sobre las tres materias educativas instrumentales, es decir las piedras angulares que dan pie a que las otras se aprueben con mayor facilidad. A mí me ha tocado lengua castellana, y aunque no tengo una formación específica en esta lengua, eso no debería ser preocupante, ya que en esos cursos con echar un vistazo a las lecciones uno recuerda rápidamente. A mi modo de verlo, el reto es para mí mayor que para los demás integrantes, ya que la lengua vehicular en la escuela e instituto es la catalana, y ya en los primeros dictados he visto "estava" "aver" "cabanya" y la conjunción "Y" con "I". Eso entre otras delicatessen. En estos primeros días ando completamente desorientado. Tengo que programar actividades veraniegas, sin embargo yo no puedo inventarme todos los ejercicios porque me llevaría un exceso de trabajo (y soy un vago como he dicho). Obviamente puedo hacer uso del libro de texto, pero me vienen alumnos de diversos institutos (hasta 7 diferentes) y cada uno tiene su libro distinto. Solución: dedicar 15 minutos de cada clase a la tarea de mandarles ejercicios agrupando por instituto. Es decir, ya perdemos 15 minutos de clase tan solo por tener que enviar tareas. Luego está el problema de la corrección, no podemos corregir en clase por falta de unificación en la actividades encargadas ¿Cómo sé yo que mis alumnos han entendido ese tema o ese otro? ¿Por que asienten con la cabeza? Creo que eso no es suficiente. Si te atienden es normal que te entiendan, pero luego se les puede olvidar o pueden hacer los ejercicios deprisa y corriendo para, por ejemplo, irse a la playa. Por otro lado, hay algunos que tienen unas actividades a realizar durante el verano y que si las entregan en Septiembre tienen un aumento considerable en la nota. Esos tengo que corregirlos seguro ¿Cómo voy a hacerlo? No surgen más que preguntas, y precisamente es por una falta de planificación del proyecto. Me parece totalmente increíble que después de hacer una inversión nada desdeñable (téngase en cuenta que tienen que pagar sueldos a los profesores y a la empresa que me ha contratado también), uno se encuentre con este vacío y tantos contratiempos. Me imagino que es un poco para mostrar un interés por el tema educativo, pero hubiera sido necesario una planificación más concienzuda y profunda. Veamos, las clases las comencé el miércoles, hasta el 9 de este mes no sabía si estaba contratado y, para colmo de desdicha, hasta dos días antes de dar el pistoletazo de salida no tuve la primera reunión entre mis colegas y coordinadora. Yo veo el proyecto con muy buenos ojos, no tan solo como partícipe, sino que externamente también, pero hubiera hecho falta una implicación más acertada y obstinada y no dejar tantos cabos sueltos. Está claro, si no tuviera esos baches con los que me voy encontrando hubiera resultado mucho más cómodo. A ver, por ejemplo, supongamos que hay un total de 500 alumnos en todas las islas, podrían haber hecho una inversión de 10.000 euros (tirando a lo largo) para libros de ejercicios. Claro está que yo no voy a obligar a ningún padre a hacer desembolsos de libros, hay algunos que lo han hecho por fortuna, pero yo no voy a forzar a que lo hagan. Primero, porque sé que lo harían, y segundo, porque si luego suspenden hubiera sido un gasto innecesario tan solo por comodidad mía. Ahora, la pregunta es ¿Sería más efectivo haber unificado las actividades a realizar? Irrefutablemente sí, bajo el optimista supuesto de que un 75% de mis alumnos vayan a aprobar, ese número podría aumentar mediante unas actividades comunes a todos por: a) Corrección, ya que podríamos corregir en clase con el alumno aprendiendo de sus errores, b) Esos quince minutos diarios a invertir durante cada sesión para enviarles deberes para casa y el aula de estudio.

Mañana ya tengo que tener toda la programación semanal, es decir los alumnos de mañana cuando se vayan a sus casas tienen unos deberes para cada día. Valor y al toro.