lunes, 2 de agosto de 2010

Coprofagia.

Después de mucho exprimir mis mientes en busca de un tema que suscite interés en las inteligencias más lozanas, ladinas y avispadas, que goce de un reconociminento y admiración social entre la adocenada concurrencia que excarva entre la argamasa informativa que ofrece la ínclita red, y que, además, sea un tema susceptible de poetización por su obscena originalidad y su incontestable magnificiencia; después de haber recorrido los vericuetos más tenebrosos del placer humano como simple espectador, para llegar a recónditos rincones donde la mente se pierde en desiertos del conocimiento en los cuales me extravío errabundo sin ser capaz de hallar respuestas; después de haber visto Hungry Bitches a segmentos y con el estómago vacío, me voy a entretener hablando de la coprofagia que, dicho en términos menos sofisticados, significa comer mierda. En concreto voy a hacer una breve crítica de esa película, que tanta impresión me ha producido.

La coprofagia es una práctica muy extendida entre algunos insectos, y con menos frecuencia entre mamíferos, aves y, naturalmente, los peces. Es importante señalar que la ingestión de heces por el mundo animal (aquí excluyo a los humanos, en todo el texto voy a hacer una diferenciación entre animales y humanos, pese a quien pese) queda excusada por una función adaptativa y/o de supervivencia. En consecuencia, sería un sinsentido analizar las razones por las que lo hacen, ya que, en todo caso, pueden ser inherentes a una necesidad permanente o espontánea que pueda surgir. Por otro lado, si un elefante ingiere excrementos de otro es una destreza de la cual no me interesa el proceso de adquisición. Sin embargo, hay humanos que también comen mierda.

Hungry Bitches trata precisamente de dos muchachas que, teniendo mucha hambre, la nevera y despensa vacías, algo de imaginación, ningún escrúpulo y una depravación a prueba de bombas, deciden que lo mejor para calmar su apetito y desfogar su vesánica lujuria es depositar una buena majada sobre un inocente vaso de cristal para juguetear con el delicioso y aromático contenido, degustarlo en el paladar y, en definitiva, hacerlo llegar al estómago. He de decir que probablemente se trate solo de un artificio del director, y que las heces no son heces, sino chocolate muy espeso y que esas picarones están engañando al degenerado que se solaza con su visualización. Nada más lejos de la realidad. Todo es auténtico, y eso los transparenta el discurrir de la película. Es una película sin cortes (o eso creo, solo me sustento en los quince primeros minutos y los trozos que he visto arbitrariamente) y con una sola cámara, sin música ni angulos estrafalarios ni esas estupideces que embrutecen al buen cine porno. En el transcurso de esos primeros minutos no hay ni trampa ni cartón. Se abre una puerta de cocina cutre y con un marco que delata a un pintor novato. Entran dos mujeres que, antes de ver el vídeo, con dos cervezas son más que practicables (sin ninguna también, pero quería preservar mi dignidad). Una es rubia, algo dentona y rellenita, con el culo un tanto liso. La otra es una mulata hermosa y con un cuerpo decente. Las chicas empiezan con una romántica escena lésbica, muy estandard y apasionada. Tiene una duración aproximada de unos diez minutos. Después les entra el hambre y al ver la nevera vacía, la mulatilla le comunica una idea soez a su compañera y ésta asiente con sonrisa de complicidad y agarra un vaso. Ahí empieza todo. Insisto en que no ha habido ningún corte de cámara, así que por esa parte, si se trata de un enema anal lo que defeca, ha ocurrido una maceración formal en sus intestinos. La mulata defeca sin contemplaciones sobre el vaso (es curioso, pero no se limpia el esfínter, tampoco lo rebaña la compañera). A continuación comienzan a olfatear el manjar, pero debe estar algo reseco y áspero, quizás su espesor les era molesto, ya que la mulata se levanta, se baja de nuevo la ropa interior y orina sobre su pábulo, de modo que ahora adquiere una consistencia más líquida en su superficie. Después de escrutar su estructura, quieren reconstruirlo y le dan algún meneo con sus finos deditos, como para que la fragancia inunde la habitación y para cumplir con uno de los criterios fundamentales para todo sibarita de la cocina, la presentación. Antes de ingerir nada, la rubia comienza a tener arcadas sin necesidad de inducir al vómito mediante el acto de introducir las falanges hasta la nuez, recurso que habrán de usar más adelante ya que supongo que su soma acaba aclimatándose al espectáculo. El vómito emana con naturalidad como respuesta a una situación singular y detestable, un instinto protector defiende a la pobre rubia. Evidentemente el vómito no cae en el fregadero o en el baño, habiendo fosos más adecuados, como la boca de la mulata que desea con avidez que no se desperdicie ni una gota. He de decir que el vómito en sí incluye sus tropezones, incluso uno me pareció exageradamente grande. Puesto que el estómago de la rubia está como desbocándose, continúa expulsando jugos gastrointestinales y alimentos semidigeridos también sobre las viandas, para luego libar la mezcla en unos instantes de náusea y libertinaje parafílico. Hasta ahí pude resistir. Continué viendo la película saltándome grandes intérvalos, aunque quería ver la conclusión. En efecto, al final cogen un tazón de cereales y con la cuchara añaden la materia sólida (la mierda) que ya va escaseando, y a modo de leche, recogen el vómito del suelo que, gracias a su textura densa y algo pastosa, no les resulta complicado. Lo remueven todo bien, y les queda un mejunje abominable, viscoso y grumoso que ellas consumen con delectación, prorrumpiendo en exclamaciones placenteras y catándolo como si fuesen verdaderas someliers de las heces. Esto lo mezclan con besos, es decir, que ambas insertan una cantidad brebaje en sus bocas y se besan mientras chorrean por las comisuras de sus labios, provocando que realmente se estén dando un baño de mierda y denigrando tanto más la subliminidad del significado de los besos. Al final acaban con el cuerpo cubierto de una capa de mierda y vómito, y cachondas perdidas, en una imagen seductora y entrañable.

Está claro que una práctica de esta índole no es universal, pero sí que tiene un alcance para la compresión humana de análoga envergadura al conocimiento minorizado de las mecánicas del universo. Estas dos mujeres son famosas, han adquirido gran popularización después de que su trailer haya sido uno de los más vistos en lo que a cine pornográfico se refiere y, sin duda, habrá llegado a sus familiares y amigos, que Dios sabe cómo se lo habrán tomado. Sería curioso ver la cara de la madre de cualquiera de ellas al observar el vídeo. Asumir que un hijo come mierda a cambio de dinero (me encantaría saber la cantidad que le sufragaron por el trabajo) no es lo mismo que salir del armario, empaparse en lluvias doradas, ser protagonista de un bukkake o chupar el pene de un caballo. El casting también hubo de ser memorable, no sé si las sacarían de las chabelas o de algún estercolero. Creo que hay dos diferencias evidentes entre cualquier otra depravación y ésta, y es, en primer lugar, la gran desvalorización social que supone darse a conocer como un comedor de mierda profesional, mientras que, verbigracia, un masoquista tiene como mayor aceptación, si bien no se excluyen términos patológicos entre la población llana; en segundo lugar, diverge en los graves riesgos para la salud que entraña al poder contraer alguna enfermedad provocada por las bacterias que se crían en los intestinos, es de deducir que quien fornica con un caballo, un cerdo o una gallina, está convencido de que el animal no le trasmitirá ninguna enfermedad, además que hay medidas higiénicas que se pueden adoptar, en cambio con las heces no puedes, son desechos del cuerpo. Últimamente el cine porno continúa avanzando y cada vez se acentúan más las prácticas anales. Actrices famosas y de peso como Sasha Gray hacen ordinarieces pero sin llegar ni a aproximarse a los umbrales de la coprofagia. Se conforman con una pueril escatología y alguna penetración sobrehumana. Sin embargo a mí me ha resultado imposible ver un vídeo que ni se parezca a esto, es realmente asombroso y endurece la capacidad de permanencia en las salas más calientes de las depuradoras o las esquinas más solicitadas en las verbenas; aunque siempre persistirá la árcada, ahora sabes que hay algo peor que ver y oler: el sabor, y sin necesidad de haberlo probado.

Después de casi un año sin escribir nada en el blog, me vuelvo a encontrar con fuerzas y tiempo. Han pasado muchas cosas ciertamente, pero he creído que lo más apropiado para retomar la andadura es hablar de cosas repugnantes, porque a veces es mejor comenzar desde lo más bajo. No habrá nada peor, o más asqueroso si se quiere, en las próximas entradas.

Protesto una vez más porque estos blogs no dejan utilizar comillas.