lunes, 31 de agosto de 2009

Sabor a miel 2.

Es sentir que realmente la vida carece de importancia y que el futuro ya vendrá como tenga que venir. No se cogita, no se actúa, no se reacciona, uno se deja llevar por las relajantes brisas y las bravías tempestades como una pluma a la deriva, hasta que se cae al proceloso mar y no sabe si será capaz de volver a alzar ni un indolente vuelo y tomar las riendas de su muda vida. Y así, cuando te hundes en las aguas oscuras, cuando una furiosa ola te arrastra a océanos desoladores en los cuales no se atisba la tranquilizadora tierra ni hay perspectivas ni ilusión por hacerlo, la perspicaz pereza pasa a ser tu cómplice, y te protege de los dolorosos e inagotables remordimientos, ya solo buscas la tranquilidad del infinito, un poco de agua serena, donde poder desprenderte de los últimos vestigios de la eterna pugna entre tus ya secuestradas inquietudes por hallar la felicidad, donde vence la rígida indiferencia, para consolarte de tu consumado fracaso, para recluirlo en alguna celda macabra de tu memoria. Se relega a la responsabilidad de su cargo, y se la sustituye por un nuevo monarca mucho más benévolo, pero que luego te dejará su daga envenenada cuyo único antídoto se llama tiempo y que por más que empeñes en fulminar con métodos alternativos o establecidos, no lograrás que se diluya y difumine y desvanezca por arte de birbiloque, pues solo se paliará; te mofas de tu propio patetismo, te afliges por tu situación desesperada, por la soledad de tu espíritu y por ser incapaz de exteriorizar tu angustia enfermiza, esto último se conoce por orgullo masculino, aunque habría que buscarle un adjetivo peyorativo por pareja ¡Pero hubo momentos en que te hubiera ayudado! Solo hay que saber cuando echar mano de él. Las ansias de mejora se han disipado, tu existencia comienza a dar un poco igual, pues realmente tú no eres parte de ella, eres una marioneta de tu propia adicción, un puro y vacío cacho de carne con un emprobrecido fuero interno, y has encontrado compasión allá donde realmente no hay más que tristes almas en tu misma situación, tal vez menos acentuada, pero que por su misma terquedad se encierran entre barrotes policromados de pixels y voces eléctricas. Así creo que me sentía más o menos: impertérrito.

Las relaciones sociales cibernéticas fueron, sin duda, lo que más me aproximó a que se convirtiera en un auténtico vicio. Realmente, cuando no había nadie, me quedaba esperándolos haciendo una actividad beneficiosa para mi muñequito. A parte de la persona en que la profundizaré más adelante, en próximos escritos, la automatización del juego influyó en que se me comenzara a hacer algo monótono. Pero siempre hay vías para estimularte a seguir jugando. Esto es así, los programadores lo hacen así. Cada cierto tiempo, un tiempo incierto y dependiente de las peticiones de los jugadores, van añadiendo algún tipo nuevo de implementación para las vestimentas de tu personaje. Y eso, atrae mucho. No era exclusivamente la parte más pragmática por así decirlo, sino que también la apariencia que adoptaba mi muerta viviente cuando le ataviaba un nuevo casco, un nuevo bastón o unas nuevas hombreras me hacían sentir un poco mejor. La adoraba. Muchas veces me quedaba ensimismado devorando con mis ojos el precioso y siniestro modelo que ostentaba, daba vueltas a la cámara, la miraba por detrás, por delante, y parecía que estaba viendo una obra de arte, una obra de arte de la cual yo había sido partícipe, al menos en su construcción. Para que se vea el alcance de esta memez, alguna vez llegué a vestirla con alguna prenda o arma que realmente reducía las estadísticas, tan solo por simple apariencia. Te permitía situarte un poco más alto en los escalafones a los que hice referencia someramente en un escrito anterior, la gente se impresionaba, te inspeccionaba a ver que objeto era ese, y a veces incluso te enviaba un mensaje privado piropeando a tu personaje. Nunca había recibido lisonjas, hasta mi madre me decía que era feo, es normal que los agradeciese con diligencia y que sintiera un hondo y quedo placer. Esto refleja también en parte hasta donde llegó crisis personal en todos los aspectos, no ya por mera autoestima, sino por aspectos tan relacionados con la misma como es la percepción de uno mismo y la formación de la personalidad. Sentía bochorno muchas veces al ir algún bar y pasar de pie hasta el asiento, al asistir a clase o por ir a comprar algo donde fuera. Me avergonzaba de mí mismo, hasta el punto de despreciar mi propio físico o de pensar que era un completo inútil que había avanzado en el sistema educativo por favores infundamentados de los profesores y muchas veces me acostaba teniendo como último pensamiento que si se me paraba el corazón en esa noche y fallecía, no tenía importancia.

Otro método también muy efectivo que utilizaban los productores para mantenernos aferrados al reinado mental del juego, consistía no tan solo en mejorar aspectos de vestimenta, sino que realizaban modificaciones en aspectos fundamentales del personaje. Intentaré ser raudo con esto: el personaje cuando subía un nivel, aprendía una serie de habilidades, además tú te lo aclimatabas a tus gustos subiendo un punto de talento por nivel. Lo de los talentos era fundamental. No sé, por ejemplo si le subías X hacía más daño con algún tipo o conjunto de ataques, pero si le subías Y ganabas más resistencia. Había que ir con sumo cuidado por como se le colocaban, tanto porque significaba el papel que ibas a asumir como porque esos talentos dependían unos de otros. Es un poco lioso. Por entonces había un total de 70 niveles y un total de 61 talentos(nivel 10 inclusive en adelante, se iban ubicando). Normalmente la empresa anunciaba con holgada antelación como iban a alterar una clase concreta (por ejemplo, al paladín le ponían que curase mejor y al guerrero que pegase más fuerte), comprobaban la acogida que tenía, lo añadían al cabo de un mes y si no gustaba o había excesivas quejas adaptaban otro modo al mes o los dos meses. Yo siempre estaba ojo avizor para ver como enfocar el futuro de mi personaje. Seguía foros diariamente, iba acumulando otro equipo en función del estilo que quisiera practicar cuando se produjera la nueva imposición. Era muy emocionante y hacía imaginarse las ensoñaciones más estrafalarias.

Además, ampliaban de forma planificada pero irregular el número de retos a los que había que enfrentarse. Esto estaba sujeto a las necesidades de los jugadores más avanzados, los jugadores hardcore por mor de que finalizaban todo cuanto había por ver y si no incluían nuevos estímulos estos acabarían dejando de pagar su mensualidad. Yo nunca llegué hasta ese punto. Nunca fui un jugador hardcore, esos jugaban mucho más que yo.

En el siguiente escrito que verse sobre este tema no me andaré tanto por las ramas y ya comenzaré a profundizar sobre aspectos psicológicos que me afectaron más de lleno como para llegar a ese punto del descuido casi total. No fui lo suficientemente cauteloso, aunque siempre procuré mantener la razón como estandarte y por eso puedo contármelo así a mí mismo. Otro día continuaré.

viernes, 28 de agosto de 2009

Memoria final, personal e íntima de "Reforç a l´estiu".

En virtud del fin de contrato que interpreto como fin de verano 2009 para un servidor, estaba pensando en hacer una crítica severa de los aspectos que he considerado defectuosos, y en consecuencia mejorables, del curso. Habría profundizado en consideraciones estrictamente educativos: de organización, de planificación, de evaluación, recursos... Pero además de ser prolijo y tedioso de leer, también resultaría oneroso de escribir, y eso es algo por lo que no me apetece pasar ahora mismo. Ya estuve hace dos días haciendo una memoria que se enviará a organismos oficiales, en la cual creí oportuno incluir un gran número de sugerencias, protestas, críticas mordaces y benévolas, recomendaciones de los caminos que habría que continuar y de los que habría que desviar. Un auténtico palo. Con una jerga que me da algo de repelús utilizar, pero que es irremediable para documentos de esta índole; y además escrita en catalán, lo que me lleva mucho más tiempo si he de revestirla de ese estilo profesional. Acabé, después de varias horas, decepcionado con el resultado, con la cabeza que me retumbaba y teniendo por la noche sueños tan ridículos como el siguiente: el instituto estaba en obras, llega la coordinadora y se pone a elaborar hormigón para reforzar una columna, de una forma tan inútil como depositarlo en la base a modo de rodapiés. Yo, como he trabajado algunas veces con mi padre en la obra, me ofrezco de peón de albañil y recuerdo al detalle una montaña enorme de arena, piedras y cemento, y a un servidor picando para rellenar la espuerta, luego lo llevaba a una hormigonera, que de hormigonera tenía más bien poco, era una plancha de acero inoxidable, lisa, donde ubicaba el material y caía un chorro de agua para la mezcla. A continuación el sueño dio un vuelco inesperado, donde aparecía Nikky Cox y yo era una especie de observador imparcial invisible. Le timaba un camello en un local de Streep Tease. Luego, en una glorieta en mi pueblo, la señorita Cox infringía de nuevo la ley mediante descortesía a unos peatones en un paso de cebra, alguien se lo recriminaba y aparece la policía y la multa. Lo último que recuerdo es a la bella Nikky Cox (antes de operarse la cara, naturalmente) sentada en un sofá, rezongando pero aliviada porque recibía una botella de alcohol de no sé quién. Me desperté, no con sobresalto, sino sitiéndome algo absurdo por los sueños que había tenido. Notaba todavía una ligera molestia en el occipital, el cerebro producía una actividad vertiginosa. Todo eso lo había soñado en poco más de una hora, es algo que no me suele suceder, ya se sabe lo que pasa con el espacio-tiempo en los sueños.

Pues bien, dejándome ya de digresiones, me centraré en el tema que me ocupa. Me circunscribo, a modo de conclusión del trabajo veraniego, a aspectos exclusivos de relaciones humanas, según mi percepción, y solo en las que yo he estado implicado plenamente. He visto como se creaban grupos sociales previsibles entre alumnos, he observado procesos discriminatorios, de rechazo, las tendencias idiosincráticas y su repercusión en los hábitos que van adquiriendo, la prospección que se puede aventurar del futuro de los alumnos en el sistema educativo en función de su actitud y aptitud, los desprecios que se profieren contra determinados colectivos, el fortísimo y patético influjo de los medios de comunicación (especialmente series de televisión y revistas para adolescentes) en los gustos de gran parte de nuestra juventud, las dificultades de memorización en los alumnos que presentan una conducta más problemática e irrespetuosa (curiosamente, suelen ir unidos) y los conflictos que se crean entre las distintas personitas que tenía a mi cargo, incluso entre grupos hay cierto rencor que a mi modo de verlo surge de forma natural, y principalmente motivado por la falta de un juicio propio y acertado de su estado de madurez; normalmente se creen más maduros por el hecho de fumar, salir de marcha, haberse emborrachado alguna vez, haber follado, haberse besado. Perplejo es como me he quedado por lo avanzadas (sí, digo avanzadas, entre todos los adultos del centro hemos convenido que las chicas mucho más que los chicos) que están las chicas en el tema sexual. Con 13 años, algunas ya han probado ese adictivo pastelillo en más de una ocasión. Bueno, según dicen. Por el modo que lo cuentan alguna verdad encubre y añádasele que algunas de sus amigas van y lo corroboran, y además las oportunidades se habrán presentado en las chicas a las que estoy haciendo referencia; esto, por supuesto, no es generalizado, son casos muy puntuales, en lo global no es así, pero hay determinados comentarios de niñas que realmente desconciertan. En lo referente a los varones, siguen la norma, si bien parece más tardío, a los 15 en todo caso. Sus chistes y bromas son más obscenos, más groseros; me dejó estupefacto que uno me hablara abiertamente del Bukkake. Asimismo, no creo que ninguno de mis alumnos hubiera mojado el churro todavía, y si lo hubiera, sería uno a lo sumo. Pero como digo, nada de esto interesa al fin y al cabo, son asuntos baladíes, existen hoy por hoy suficientes medidas de prevención de embarazo y de enfermedades venéreas como para ponerme aquí a dejar caer una diatriba conservadora que ni comparto ni apruebo. El sexo, la forma por antonomasia del placer más reconfortante, acrecenta el autoestima, estimula una vida plena, ayuda a olvidarse de los problemas que nos acucian, entre otras muchas ventajas; que yo no haya disfrutado de su sabor hasta mucho tiempo después de los 14, no quiere decir que no lo hubiera anhelado, y que aún hoy siga lamentándome de no haberlo hecho tan pronto y de no poder gozar de sus carantoñas cuando me apetezca no significa que sienta envidia por los que sí lo pueden. Hacen bien esos chicos y chicas.

Bien, ya que somerante he resumido los puntos en los que no voy a profundizar, toca ahora analizar la relación alumno-profesor y profesor-profesor. Es un tema delicado, que a mi entender ha conllevado muchísimos problemas para el aprendizaje aunque también ha generado situaciones alentadoras. Comenzaré con la relación profesor-profesor. Esto que voy a escribir quizás sea un poco empalagoso, porque ha resultado excelente en todos sus aspectos; hasta el momento no pensaba que pudiera existir un ambiente laboral tan complaciente como el que he vivido este verano. Demos gracias al señor, pues al fin ya no es lo de estar con compañeros chismorreando a tus espaldas, ni delatores de pecados ajenos o ficticios al jefe, ni con conflictos laborales donde nadie quiere hacer lo de aquel porque se acostumbra y cada vez trabaja menos, y luego se crea esa sensación de que realmente sí que se está haciendo trabajo extra, y rechista por todo y al final el clima laboral es una porquería insoportable y transforma al trabajo en una puta obligación a la que se asiste a regañadientes. Este verano todo ha sido muy distinto, y se debe, principalmente, a los compañeros (parto con la condición favorable de que ninguno de ellos va a leer esto, de lo contrario, no lo escribiría abierto al público o sería mucho más escueto y comedido: no, no es porque vaya a ponerlos verdes). Aquí, si tengo que destacar a alguien es, indudablemente, a la orientadora, no es ya por su belleza (que es hermosa a más no poder, y cuando te habla con su voz celestial te topas con unos mofletitos mullidos y un tez dorada inconmensurables, con un cabello rubio, rizado, largo, tupido, sin tintes ni artificios de peluquería, y sus finas cejas parecen una obra de arte de maestro escultor, y sus oscuros ojos que, cuando esboza su deslumbrante sonrisa, les surge esa pequeña bolsa debajo que da una sensación tan entrañable. Es muy golosa, le encanta el dulce y en especial el chocolate y parece ser de esas personas que aprecian el buen comer, pese a todo conserva una silueta despampanante) pero belleza aparte, ha facilitado considerablemente la tarea de los profesores, porque como se encargaba del aula de estudio, tenía que ayudar a los alumnos en todas las asignaturas, para ello ha pergeñado esquemas, dispuesto algunas actividades y ha llevado al día las asistencias, entrevistas y todo el papeleo de organización. Ha resultado una labor brillante. Además es una chica sumamente inteligente, modesta y trabajadora. Es una máquina, una de esas personas que no tienes más remedio que limitarte a admirar, que cuando piensas en ella durante la soledad te frustras por no poder tenerla siempre al lado, siendo acompañante de tu siniestra y abrupta travesía vital para que te allane el camino; cuando la ves, el halo místico que la nimba te obliga a olvidarte de los sentimientos e intentar hacer algo para que no se olvide de ti, para devolverle el golpe, porque bien sabes que permanecerá perenne en un pedestal de tu memoria. Total, una mujer 10, que sin ser más explícito, no me explico como expuso hace poco como lo que es ya su expareja se comportó de forma deleznable y pueril antes de romper, todo es una sinrazón, buscar justificarlo será infructuoso, tan solo brota este consolador axioma de cualquier reflexión: HAY GENTE MÁS GILIPOLLAS. En cuanto a la profesora de catalán ha resultado ser una chica que siempre conseguía arrancar unas risillas con sus expresiones y con su forma de relatar. Enamorada, viajera, alegre y siempre de buen humor, domina varios idiomas con una soltura digna de elogio, está metida de lleno en su segunda carrera y siempre anda preocupada por sus responsabilidades más inmediatas, si bien no actúa en consecuencia con la constancia y aplicación que debería (por ejemplo, en los estudios). Se erigió un poco como el ogro para los niños entre todos los demás profesores, así que asumió el papel de mal necesario. En todo caso, realizó un trabajo más que correcto. El profesor de matemáticas me pareció un poco más retraído, pero que con los niños ha logrado conectar y crear buenos vínculos, no con todos, pero sí con la mayoría. Ha sido capaz incluso de hacer que algunos jóvenes se motiven por las matemáticas y que se marquen como reto aprobar esa asignatura como algo personal y no forzado por la presión a la que pueden someterles sus padres. Eso es fundamental no en exclusiva para lo más inmediato, sino para lo mediato y lejano. En cuanto mi relación con ellos, sin duda ha sido más estrecha, cosa rara, con las dos chicas, o así me lo ha parecido. Poco a poco noté como ya no charlábamos durante las horas del patio de temas estrictamente laborales y de trayectoria profesional y educativa, sino que nos metíamos en temas más personales, derivando por lo tanto en una amistad incipiente, que por tiempo, distancia y lamentablemente no llegará a más que eso, a un inicio de amistad. Si tuviera que hacer un compendio de todos nosotros, podría alargarme bastante, me conformo con lo siguiente: Hemos sido buenos profesores y compañeros.

La relación alumno-profesor es más delicada, precisamente porque carece de uniformidad, pero intentaré ser generalista en detrimento de resaltar las excepciones. De paso no me extenderé demasiado. Antes de nada, hay que esclarecer algunos aspectos que, a mi juicio, son piedras angulares para comprenderlo como algo global y no reducido a unos pocos. Primero, los alumnos son alumnos que han suspendido, pero no por ello son unos macarras descarriados. Segundo, hay una gran diferencia evolutiva tanto física como cognitivamente entre los alumnos de primero y segundo de ESO, sin embargo la relación ha sido ostensiblemente similar. Tercero, hacía mucho calor y eso ha incidido sobre el carácter de los alumnos (salvando las distancias, no hace falta que recuerde que Raskolnikov mata en un día muy caluroso, al igual que el protagonista del extranjero). Cuarto, por primera vez en su vida, un verano asistiendo al instituto, mientras que los compañeros que han aprobado están en el aquacity, desperdigados por las calles ideando travesuras, practicando la pesca submarina, perfeccionando su habilidad con el Pro evolution soccer, visitando a su familia lejana o tomando algún refresco en un chiringuito de la playa. Quinto, no nos perciben como sus profesores, más bien como unos tipos jóvenes que han llegado para ayudarles a aprobar en septiembre, e inermes ante conductas que en su instituto sancionarían sin titubear ni sopesar métodos de permanecia en contraposición a las medidas que se aplican: de efecto efímero y vengativo. Sexto, a mí me gustaría haber tenido métodos de ese tipo, aunque no los hubiera aplicado más que en último término, razones he tenido más de una vez para expulsar o contactar con los padres, no obstante he preferido torear yo mismo que tener que acudir al que debería ser el último recurso. Pues bien, creo que con esto es suficiente para comprender hasta que punto ha llegado el nivel de confianza con los alumnos. Naturalmente, cuando hay cierta complicidad se liberan, permitiendo que su carácter les domine y las normas de respeto al profesor, así, alguna vez se han soslayado. En otras palabras, que se han propasado a veces. Esto es excusable (por los puntos expuestos) y no es algo que ninguno de nosotros haya sentenciado de ningún modo: la procesión iba por dentro. Aunque yo por lo menos he perdido varios días en momentos concretos los estribos, ha sido algo realmente fugaz, cosa de un minuto y debo decir que es absolutamente pasajero, luego todo vuelve a su cauce, los alumnos vuelven a despistarse y a irse por los cerros de Úbeda ¿Qué podía hacer? No me molestaba tanto que a alguno se le escapase un capullo como que no trabajasen y que tuvieran las tareas encomendadas por su instituto tan alarmantemente retrasadas. Realmente la permisividad conductual no creo que tuviera una influencia palpable, y con sus profesores de instituto no creo que exhiban un rendimiento mayor. Hay alumnos que si no estás encima suya constantemente no hacen nada, y si lo estás trabajan muy lento, porque son como tortugas, tienen unas lagunas notorias en las bases y eso tiene su manifiesto en el comportamiento. Pero bien, aparte de ellos mismos, la impresión recibida ha sido satisfactoria, no me atrevería a decir que beneficiosa, pero por la sensación que tengo, sé que me han dejado una bella marca escrita con pluma sobre mi alma.

Ahora mismo la nostalgia me embarga, y tengo que perderme por los mundos literarios de una mujer (Carson McCullers) para olvidarme entre un café triste y bodas de la añoranza que ya comencé a tener antes de comenzar el que fue mi último día. Soy un sentimental en ese aspecto, siempre que sé que voy a ver alguien quizás por última vez tengo esa tristeza impera sobre lo demás, y tantas veces me desconcentro de mi tarea inopinadamente, recordando una situación, fantaseando sobre lo que podría haber hecho o dicho ante esa niña que se rió de mí por afeitarme la barba (le podría haber dicho algo sobre carnicero, el día anterior le sugerí un relato en que se enamoraba de un carnicero y se iban como tortolitos a cazar elefantes a África), pensando en el futuro de esos chicos, sabiendo que algunos de ellos tampoco me olvidadarán y, ante todo, siento intensa melancolía por mis compañeros, con especial mención ante esa gran mujer, porque aunque la semana que viene vayamos a hacer una cena sinónima de fin total, esto se me queda para el recuerdo, para siempre, porque ha sido una experiencia única, y porque me voy con el convencimiento de que fuimos buenos profesores.

martes, 25 de agosto de 2009

Sabor a miel.

He ido a la Universidad, pero eso no es sinónimo de que haya asistido a clase, después de aparcar en los estacionamientos donde los árboles me ofrecen sombra, salgo del coche, me tumbo en los asientos de atrás, sin ningún remordimiento me cubro la cabeza con el brazo y llego a ese estado de sueño incómodo y cansino en que estoy pensando más que durmiendo. Algunas veces me da algo de vergüenza, quizás haya alguien que me observe, que un ojo oculto tras un ventanal se fije en que mi coche se pasa ahí más tiempo que ningún otro, apartado de los demás para que no les molesten al arrancar, y ocupado por un tío echando una cabezadita, pero todo me da igual, prefiero eso a tener que ir a una clase en la que conozco a nadie, hacer el mayor de los esfuerzos por pasar desapercibido, y pensar como siempre que esos alumnos son unos pazguatos, y que se pueden ir espulgar monos a Brasil o limpiar excrementos de hipopótamo en el zoológico. Tampoco sería muy distinto de lo que hacen. Es sentirse como un guiñapo, un ser inferior y descuidado, de mirada gacha y físico deleznable. Sentir un asco enorme de sí mismo y experimentar placer haciéndolo. Los días de calor son los peores, en el aula estaría como en el edén, fresco y sentado, escuchando algo que por lo general es interesante, pero no los aguanto, me sale más a cuenta quedarme en el coche, sudar, pensar en el cochino videojuego y luego volver a casa presumiendo de haber tenido un apasionante día universitario. Las preocupaciones he preferido trasladarlas, ya no pertenecen a mis estudios, como me pago yo la matrícula y el combustible, es cosa mía, mi problema, doy por hecho que mis viejos costearán mi alojamiento. Mentira tras mentira pasan las semanas como una cinta de 168 horas, donde los únicos cambios se producen en el juego.

Pasé mucho tiempo con el juego. Estaba hasta harto de los estudios, habían conseguido aburrirme. En el terreno estrictamente amoroso soy absolutamente nefasto, si se leen algunos artículos de este blog se hallará en gran parte la respuesta. Aunque tampoco he sido siempre así, antes era más timido, ahora paso de todo un poco, he llegado un punto en que me da exactamente igual que les guste o deje de hacerlo, y con esta dejadez pues continúo por el mismo camino. Cuando no tengo nada mejor que hacer, me gusta meditar las cosas, y bien, ahora viene una reflexión terriblemente lúcida: si antes me azoraba con el más mínimo contacto, no he cambiado en absoluto, soy el patán más irrisorio y despreciable, con la única diferencia de que ahora esa torpeza ha sufrido una evolución a peor por la indeferencia. Suelo decir lo que pienso, o al menos lo digo enmascarado, casi con eufemismos, y para colmo voy más salido todavía, lo cual pensaba imposible, pero a este ritmo acabaré comprándome una muñeca hinchable y me enamoraré de ella a falta de mujeres reales. Para ser franco, me sigo asqueando. Y antes me asqueaba también, tan solo el alcohol era capaz de liberarme de mis inhibiciones, pero es un poco artificial, y no es plan de andar todo el día borracho, además que cuando tengo una buena cogorza lo de los eufemismos se suprime y mi lengua pronuncia las guarradas más procaces que uno se pueda echar a la cara. Total, que no tengo solución. Ni tenía solución, ha sido pura evolución, ya veré por donde sigue.

Era llegar a casa y directo a comer. La comida no la saboreaba, entraba como si tuviera adherido un embudo al esófago, luego me subía al piso de arriba, encendía con ansia el puto juego y vuelta otra vez. Tenía que jugar una media de siete horas para rendir correctamente en jugador contra jugador, el sistema de puntuación era semanal, y si no dedicabas mucho tiempo, todo se iba a la mierda. Si invertías tres horas al día era inútil, no servía más que como afición. Se creaban grupos de 10 tíos y ponían a gente esperando en cola, así que mientras antes entrase, antes tendría un sitio. Esto, por supuesto, era caldo de cultivo de disputillas absurdas y embarazosas especialmente con los tíos que se creían más que los demás por la función que desempeñaban, era una lástima que fueran tan repelentes, porque ganas me daban de pegarles una patada y mandarlos a recoger fresas para viesen lo dura que es la vida como para irritarse por semejante nimiedad. Pero había que aguantarlos, así lo quería el maravilloso Líder. El líder poseía un rango muy alto, y para mejorarlo estaba obligado a dedicar unas 14 horas al día. Recuerdo que le daba el relevo a su novia y esta terminaba el cuplo de su jornada. Nos conocíamos bien, hasta en la voz, porque era menester utilizar un programa adrede que permitía la comunicación mediante micrófono. Estábamos bien provistos para todo. Sobre todo de tiempo. Había gente que con treinta años no había pegado palo al agua, no tenía estudios, tenía novia y vivía del cuento, no sé si sería de sus padres o por algún tipo de manutención o herencia o que porque el gobierno está a lo suyo y paga ahora también a los más perros por considerar la holgazanería una discapacidad, pero ahí estaban tocándose las pelotas. Yo me las rascaba con más arte que ellos, porque al menos tenía el pretexto de la Universidad, y a veces me consolaba pensando en que no debería ser tan tonto si había llegado hasta ahí. Pero ese caradura, gorrón, chupasangres tenía unas piernas para acariciar a diario, para mirarlas y ponerse burro, y yo era un mierda, una puta mierda.

Todo esto me llevaba a meditaciones simplísimas, de una complicación menor que una regla de tres, algo así como vaticinios. Tenía por dentro residuos nucleares en lugar de jugos gástricos, y esa parte del cerebro que ejerce el control de las emociones era pasto de ratas. Presa de mi propia humillación no lograba despertar de ese sueño, y tan solo el juego era capaz de hacerme olvidar todo y centrar mi atención. También tuve mis momentos de pensar en mi vida, y no hacía más que incitar a las ratas a que royesen todavía más. Para dormirme era prerrogativa que pensase en el juego, de lo contrario, padecía insomnio, el dolor de cabeza era muy común después de mi labor diaria, y en aquellos momentos muertos en que jugar era imposible porque el cabrón de mi hermano estaba con el ordenador, o se había roto internet, o tenía algún asunto secundario entre manos, me invadía una sensación soporífera inexorable, por lo que tenía que dormir. Así, tiempo para pensar en mí no tenía mucho. Esto me sirve como explicación para justificar la conjetura automática que barrunté. No había ningún argumento de peso, ningún tipo de deducción ni inducción. Tan solo esto: Si una tía aparecía en vida, entonces esta cambiaría, por cojones mi ser debía tener sentimientos, soy humano, no he tenido problemas, incluso ha habido chicas por las que he tenido un interés (sin exteriorizar, naturalmente ¡Qué vergüenza!). Los libros decían que el amor era fabuloso, que todo lo puede, y disney se obstinó en mi infancia en demostrar la falacia capciosa de que el amor es interior y toda esa basura. Por eso, cuando vi el mensaje de esa tía, y que me hacía un poco de caso, pensé que alguien podría interesarse por un insecto como yo. Otro día continuaré.

jueves, 20 de agosto de 2009

Con los pies en el suelo.

En fin, comienzo a estar un poco harto. Mejor comenzaré desde el principio. La conocí y a los pocos días estaba hasta los huevos. Me aburría demasiado y por eso pues regresaba como la burra con el trigo. Digamos que se habían juntado muchas cosas: pocos créditos para terminar de una puta vez, el cenit de mi adicción a los videojuegos, la escapada de una etapa semidepresiva leve (o sea, puro cuento, también le llamo a veces holgazanería sin tregua), la soledad y mucho tiempo sin meterla en caliente, inocencia e ingenuidad, idiotez y, como no, querer demostrarme que puede haber alguien a quien pueda interesarle un insecto como yo. Adelantaré algo, todo eso lo superé, salvo la inocencia, ingenuidad, idiotez y el tiempo sin meterla en caliente (ahora me refiero de gratis, aunque algunas son más caras que las putas).

Me tiraba horas delante del ordenador jugando como alguien a quien le han propuesto echar ahí el día para ganarse el pan y las habichuelas. Lo que pasa es que yo, realmente, no ganaba una mierda. Por decirlo todo, no es que no ganase, es que tampoco perdía, y eso sí es jodido. Al menos cuando se pierde haciendo algo y en ese algo se puede ganar algo material y palpable o útil es que también se puede perder. Pero es que aquí nada de nada. No eres ni un perdedor. El quid de la cuestión se encuentra en el establecimiento por los usuarios de categorías jerárquicas débiles según de la vestimenta del personaje, y el atractivo está tanto en la apariencia como los atributos que otorga ataviarse con un objeto concreto, para promocionar en esas categorías (que no son estrictas, sino informales) había que trabar relación y agruparse con gente que controla. Las categorías no es algo que sea parte de las reglas del juego, ni mucho menos, es cosa de los usuarios, digamos que su aportación al juego. Efectivamente, los programadores lo idearon para que esa especie de rangos surgiera. Me metí en un clan. Un clan es un grupo discriminatorio en función de las características del jugador, y que está compuesto por tíos y tías admitidos que se hacen colegas y compiten entre ellos amistosa y quedamente, luego se citan a alguna hora (hay que ser puntual y llevar objetos costosos que se consumen, pero necesarios, sino ¡A tomar viento!) hacen un grupo numeroso, van a la caza de espectaculares jefes de mazmorra, todo muy organizado, y cada uno se emociona viendo subir sus puntuaciones. Quien dedica más horas es quien suele salir victorioso y participa más en las actividades del clan; el casual, como lo llaman para humillar, se suele quedar fuera si hay algún pro que pueda sustituirle y tenga algún interés en ir al evento. El primero juega esporádicamente, el segundo antepone el juego a lo que haga falta. Es muy común ver a alguien lamentarse por no poder implicarse tanto cuanto querría con el clan. Siempre es algo altruista, él nunca lo hace por interés propio, es, por supuesto, por sus compañeros y porque se divierte. Los cojones. Vale, confieso que sí, las recompensas existen, pero muy caras para lo que producen. Vamos a ver, esto será rápido: juega 10 horas al día y en una semana, con suerte, tendrás un objeto de los 12 ó 14 que se puede equipar tu personaje. A veces había que esperar hasta un mes para una implementación mínima. Lo peor era cuando después de tanto esfuerzo ibas a una actividad con el clan y te cambiabas el objeto. Es como preparar con esmero una paella y cuando está cocinada ver que tus comensales se han largado. La sensación es exactamente igual, te quedas con cara de gilipollas. Pero si por falta de puntos para llevarte objetos un tío se te adelanta y se lo lleva él, es como si en lugar de irse, los comensales se comen la paella mientras tú friegas los cacharros que has empleado mientras reposa. Ahora piensas ¡Hijosputa! Total, que vives soñando con el videojuego, es parte de ti, más aun que tu propia vida. Recuerdo como en las pocas clases de Universidad a las que asistía me quedaba abstraído con provechosos itinerarios y rutas mentales para esa misma tarde. Incluso faltaba a clase porque prefería quedarme en el coche asado de calor, tumbado sin llegar a dormirme para que mis sueños pudieran estar controlados y, coño, que era como si estuviese jugando. Pasé así varios años. No creo que sea necesario ser más explícito, se sobreentiende. Entonces apareció esa cosa.

Después de deambular por el mundo virtual y de varias tentativas con diversos clanes, parece que me asenté y que hallé mi nuevo hogar: mis nuevos y acogedores amigos, aquellos tíos a los que llegué a darle más importancia que a los de la vida real. En cierto modo, no sé hasta que punto fue positiva esa inclinación. Me parece que ellos tampoco estaban pasando por una buena época. También tenían otros vicios. El mío era más sano y costaba mucho menos dinero, aunque mucho más tiempo. La calidad de un clan se mide por el carácter de sus miembros, por su presencia, su avance y el trabajo realizado por los integrantes. Por ejemplo, tener una página web es fundamental para un clan con nombre. Lo de la página web es muy funcional. Aparte de una comunicación asíncrona y más individual, íntima y personal ya que puedes explayarte, también vale para comunicar estupideces, como puerta para el recuerdo y para que perros sin collar dejen lo que llaman apply, a ver si los aceptan después de un detallado e inmaculado mensaje donde relata desde cada datos de su personaje y trayectoria hasta su trabajo y edad. Un currículum vitae del juego en pocas palabras.

Fue através de un mensaje de este tipo como llegó a mis oídos que una tía solicitó el ingreso al clan. Por lo visto su avance era muy superior al nuestro. No tenía mucho sentido que una persona así entrase en el clan, sus expectativas de mejora debían ser inexistentes. Yo pasé un poco de todo, pero un día me dio por echar un vistazo al subforo abierto al público y vi un mensaje de la tía. Decía que no podía entrar por no sé qué historias de que estaba en otro servidor y que no le dejaban migrar. Total, una patraña. Pero la verdad, cuando acabé de leer el mensaje me fijé en la firma que tenía y era una foto supuestamente de ella. Estaba realmente buena, y era muy guapa. Eso sí, entremezclaba abreviaturas en inglés, con frases un tanto extrañas y simplonas y alardeaba de uso de la ironía tan sardónica que perdía, precisamente, su ironía, ese modo de escribir me pareció un tanto repugnante, daba la sensación de algo artificial y de persona que le urge potenciar sus recursos expresivos, además que ya de primeras daba una imagen de calientapollas deslenguada y zorrona que le gusta exhibirse, que se jacta de sus bienes materiales como el coche, ese tipo de mujeres que por ser tan superficiales se ha vuelto tan grande su fatuidad respecto a sus posesiones que llegan a excitar como algo natural. Pero estaba realmente buena, y era muy guapa. Me dio por contestar el mensaje cuando protestó porque nadie le había respondido, lo que denotaba ya unas ansias de protagonismo algo febriles. En mi mensaje no aportaba nada, porque ciertamente sus dos mensajes carecían de contenido que diese juego a algo, sin embargo, entre esas frases vacuas puse un piropazo. No me acuerdo de cual, pero armó bastante revuelo, hasta el punto de que una chica compañera del clan me increpó que un foro no es sitio para ligar. Creo que estaba celosa porque a ella también le decía piropos, con la única diferencia de que ni en foto la había visto.

El caso es que fue así como la conocí, hasta el momento no había escuchado su voz, y precisamente eso le daba morbo al asunto. Hay que vivirlo para experimentar ese sentimiento de incertidumbre. Pero para vivirlo, también hay que ser un auténtico inepto que quiere demostrarse que puede haber alguien a quien pueda interesarle un insecto como él. Yo era de esos, muy solitario, casi adicto al onanismo. Estaba jodido. Otro día continuaré.

lunes, 17 de agosto de 2009

Un texto cubierto de polvo.

Estaba mirando hoy la miríada de escritos heterogéneos que se alojan en mi ordenador desde hace ya varios años. Muchos de ellos ni me acuerdo del porqué los escribí ni de cuando ni de si tenían algún tipo de finalidad. Hoy he encontrado uno del cual ignoro la fecha. Como muchas veces los dejo guardados en el propio word, dándome la opción de memorizarlos, tengo una columna a la izquierda con unos 12 textos por memorizar desde hace así como 6 meses. Bueno, hoy he visto un texto que me ha gustado, la ventaja de leerlos después de tanto tiempo es que tienen un carácter más objetivo que no si te los lees y relees y piensas que has escrito una mierda, porque como con las canciones llega a hartar escuchar siempre lo mismo, igual sucede con la escritura. Al final termina siendo nauseabundo. Me imagino que eso pasó con este texto y que por eso no seguí con algún relatillo corto que habría ideado. Ahora me he fijado, consta como de dos partes, la primera que es la que publico aquí no tiene ningún fundamento; la segunda, en la que la voz de un profesor se rige como protagonista, tiene como 6 páginas y está sin terminar. Ni la he leído, creo que trataba de un profesor que, decepcionado con la vida, pica en un suculento cebo de pederastia incitado explícitamente por la menor, pero a medida que iba elucubrando como llega a ese lamentable punto, el alcance de la idea se me escapaba de las manos. Naturalmente estaba muy lejos de haber logrado ni siquiera acercarme hasta esa parte de la narración. Bah, que más da, dejo aquí la primera parte del texto sin revisar, puramente como salió, de la segunda no dejo nada porque parece totalmente narrativa:

Decepción, abatimiento, vacío. Mi espíritu se consume como la madera de una cerilla, y no hay nadie que apague la llama. Sí, habré sufrido mucho, habré visto a las nubes cernirse sobre mí justo cuando parecía existía un añil cielo abierto hacia el éxito moderado, y no habré conocido el amor. Enfurecido no es palabra, es rencor, rencor por placer, finalmente el rencor me ha subyugado, ansias de venganza. Desesperanza, el motor que movía mi vida se ha parado, ya solo quedan los órganos que me mantienen vivo, puedo moverme, puedo correr, puedo pensar y puedo escribir. Y eso es todo lo que me queda, nadie me apoya, nadie me consuela, nadie osa a pasar el tiempo conmigo. Miro al frente y no veo más que un oscuro abismo de deseos desvanecidos, el color de un alma paupérrima cada vez más traslucido, el hedor de una muerte viva que por perseverancia sigue en esta vida. Vida infame, vida abyecta, donde el valor ya no tiene utilidad. Las horas pasan, los vientos soplan y el goteo de mi grifo es el único sonido que me recuerda mi condición de humano en este lugar sórdido y desordenado. El orden ha pasado a un segundo plano, la limpieza y la higiene ya no es premisa, la salud se puede esfumar como lo han ido haciendo tantas oportunidades en mi vida. ¿Qué cuidado propio va a tener un hombre que no tiene motivación de vivir más que por venganza, con la sangre hirviendo y congelándose al palpitar mi corazón? Por ese precio que deberían pagar todos aquellos que han buscado mi ruina material y espiritual. Y cómo llevar mi venganza, no hay método factible, no soy un asesino, me degradaría al mismo nivel de ellos y no se me ha concedido ningún poder ni talento para acabar cuanto me he propuesto. Oh, falsedad inmunda, quimérica fruición, subrepticia realidad, tantas veces he visto cuadros abstractos que solo a ellos puedo equiparar la realidad mundana, tan perfectamente ideados por el artista, que nunca los ingenuos amantes del arte han sabido interpretar. Tú posiblemente ames al mundo, te gustará ese cuadro, pero no sabes que entraña en su interior, eres incapaz de esclarecer su significado, y si lo consigues tal vez te traten de loco mezquino. Quizás se deba a hipocresía, o una pasividad de acción en lo que de verdad importa. Pero ¿Es que nos dan libertad de acción? No logro hallarla entre tantas luces, monitores, teléfonos, coches, trabajos inanes, partidos de fútbol, drogas, leyes, política y memorizaciones. Atados, sujetos por hilos tecnológicos, y por prestidigitadores de buena elocuencia, el hombre bueno es el que dedica su vida a los demás, cuando no atisba su contribución al continuo péndulo que demasiado hace ha dejado de oscilar. No eres tú quien tenga la culpa de mi tormento, solo eres una hormiga que forma parte del hormiguero, yo he optado por escapar de la prisión de alta tensión y asir pluma y lápiz, pues mi único modo, el único modo de defenderme de los que tanto me han perjudicado y denigrado a lo largo de los años, para encumbrarme entre los desprestigiados y apedreados enemigos de la sociedad. Y lo han conseguido, soy un enemigo pequeño, con pocas armas, con poco talento, y quizás con una inteligencia no demasiado desarrollada. Pero ahora, ahora que queda tan poco, que no queda más que un vestigio de lo que antaño fue un hombre, ahora que el fuego arde con tal ímpetu que se ha vuelto irrefrenable, ahora es cuando os empiezan a quemar los dedos, ahora sentiréis las consecuencias de mi angustia, ahora averiguaréis el porqué de ese asco que se ha ido gestando con el andar del tiempo finalmente ha nacido.