jueves, 29 de mayo de 2008

El fantasma de J. 4

Rencor, inquina, odio... ¡Oh! que amargos sentimientos y pobre de aquel que por naderías se embarga de ellos. Menudencias, ¿Porqué complicar a nuestras neuronas? ¿Porqué adaptar a nuestras sinapsis a tomar el rencor como insignia, como estandarte?. No es más que mirar hacia atrás y dejar que nuestros corazones se empapen en odio y pensamientos viles, convirtiéndonos así en abyectos. ¿Tan difícil debe resultar olvidar unas simples palabras? Naturalmente, las acciones que tienen una repercusión sobre los demás, serán algo más que un ladrillo en ese edificio, serán cuanto menos los planos y, a partir de ahí, ya nos guían por donde se tiene que construir esa nueva casa. Por una acción, una simple acción, te pueden meter en el más profundo de los atolladeros, sin llegar a pensar que, al fin y al cabo, si tienen la capacidad de hacerlo y aunque sus vidas estén tomando algunas vías florecidas y soleadas por un fulgente sol de primavera, por maldad son capaces de interrumpir otros caminos. Bien y mal, ética y pecado, ¿Dónde estarán los límites? Complicado desde luego, ni la Santa Inquisición fue capaz de detener los crímenes, los delitos y los supuestos pecados, no lo encontraremos en libros de religión, ni en constituciones, tampoco en los políticos, poco tienen que decir ellos al respecto. ¿A quién escuchar, sino a nosotros mismos? Pero claro que, en según que individuo, escucharse a sí sería como escuchar al diablo. Lo más triste y decepcionante, es que esos personajes se escuchan, toman sus palabras como leyes estrictas y parece que su entorno no sea más que una casa de muñecas, la cual decoran a su antojo y si eso significa tener que aplastar a una muñeca, no dudo que lo harán. ¿Escucharnos a nosotros? Que Dios nos libre ¿Escuchar a los demás? Que Dios nos libre. Hay que empezar justo donde la razón termina, justo en el lugar en que entra juego eso llamado humanidad, en el punto exacto en que lo inverosímil pasa a ser algo así como normal y justo. Porque queramos o no, es ahí cuando pasamos a ser jueces, justicieros del hombre, que por hache o por be, está en nuestras manos que de una cara surja una lágrima nacida de la alegría o gestada por la tristeza. Y mientras, eso que llaman leyes de los hombres, esas legislaciones intrincadas y escabrosas cual agreste camino óvido que conduce a la cima de una montaña, no tienen nada que decir, nada que hacer. Se inclinan, pero no son Némesis, no pondrán la balanza en los conflictos de los hombres, nos meterán entre rejas por arramblar cualquier minucia a un empresario o por tener una palabra altisonante en un sitio y momento inadecuado o, con suerte, tan solo nos llevaremos un poco de sangre en nuestra camisa, lo cual no es un castigo demasiado fuerte, pero jamás nos pondrán un pozo para que nos reflejemos en él. Y mientras tanto, cuando todo parece que esté acabado, que el hombre se esté acercando más al ideal más robótico y más mecánico, todo se irá adormeciendo como un paciente anestesiado. Oremos al nuevo Dios ciencia para que no nos lleve demasiado lejos y nos haga olvidar que se puede sentir algo más allá de la venganza y la satisfacción. Quizás ha llegado el momento de pensar en algo más que en nosotros mismos y en la pantalla del ordenador.

Cada despertar era para mí un tormento, como si en cada uno de mis órganos hubiese un parásito alimentándose de sus secreciones, provocándome la más intensa de las dolencias. La congoja iba a la par que yo, me sentía víctima de sus largas y melancólicas garras y me arañaba con tanta pasión y fruición que las alegrías por divagar sobre mejores momentos eran totalmente inexistentes, hasta el punto de trocar en inexorables. Pero el despabilarme me recordaba además de que había estado jugando con fuego, que cada día desde los últimos meses estaba impregnado de riesgo innecesario exclusivamente aposentado en mi pereza. Los ánimos no mejoraban con el paso de las horas, tampoco con el paso de los días. Era consciente de que D. me estaba vigilando, que estaba al acecho quizá con una cámara de fotos o de vídeo. Además me sentía constantemente perseguido, durante todas las horas del día, pero no porque tuviese una extraña manía, sino porque me estaba observando, cabría decir que me estaba hostigando, rastreando como un perro que busca una liebre, pero esta liebre no estaba cometiendo ningún delito. Naturalmente, la tranquilidad y seguridad tendría que haber sido mi principal compañera, ya que no vendía y así no tenía de que preocuparme ¡Pero como para no preocuparse! Tener a un tipo dándome caza durante las 24 horas del día era indudablemente motivo de zozobra y de inquietud. Estar dándose la vuelta para comprobar si todavía está ahí y ver como unos pies se esconden detrás de una esquina... era más que razonable mi preocupación. Puede parecer sencillo de resolver: darse la vuelta y buscar al sujeto; mas no es tan fácil, siempre lograba eludir mis miradas como una rata escurridiza, siempre era sigiloso y era como si tuviese todo estudiado al milímetro para encontrar lugares donde guarecerse de mi curiosidad. Era en todo punto insoportable, insufrible, cada día iba a más, estaba completamente irascible y no quería charlar de nada con nadie, mis amigos vinieron alguna vez a mi casa pero ni siquiera me digné a abrir la puerta. Tenía continuos dolores de cabeza, cansancio físico, por la noche padecía insomnio lo cual acentuaba aún más mi malestar psíquico y físico y me alimentaba lo justo. Aun estuve algunos días sin consumir ningún tipo de droga, a riesgo de una posible redada y básicamente porque no podía ir a comprar teniendo a ese sujeto pegado a mi espalda. Ni por la mañana... ni oía ruidos, ni lo veía, pero sabía que cuando yo me levantaba él ya estaba preparado en el portal de mi casa aguardando mi salida; es más, también me imagino que así podía controlar quién entraba y quién salía de mi lar. Insostenible es la palabra que define la situación en que me encontraba, no podía salir de casa; tenía miedo, ya que una persona que está persiguiendo a otra durante las 24 horas del día sin duda puede cometer cualquier locura, un asesinato, una tortura o cualquier otra barrabasada. En definitiva, mi vida se había ido al carajo desde que ese hombre me vio haciendo lo que no tenía que haber hecho jamás.

Pasadas dos semanas, donde agoté todos los víveres, no tuve más remedio que ir a comprar algo para alimentarme, así que fui al supermercado. Estaba pavoroso de encontrarme con D. cara a cara, pero en verdad hubiese sido algo grande, una gran solución, sin embargo no se presentó la ocasión; una vez más esa lagartija conseguía esquivar todas mis tentativas y empeño en charlar, no había forma. D. estaba completamente loco, ese hombre se había vuelto loco y me había tomado a mi como diana. Efectivamente, nada más salir del portal, ya notaba su presencia detrás de mi, observando dónde iba, siguiendo cada uno de mis pasos ¡Cómo si su vida fuese a mejorar por ello! Y ahí seguía, no había manera de despegármelo; fui presto a por la comida. En la calle caía un sol sofocante, algunas bellas mujeres iban muy frescas de ropa, dignas de ser alabadas y contempladas cuanto menos, pero yo no podía pararme a entablar una conversación con una chica, tal y como me encontraba. Evitaba las miradas para no tener que saludar a nada ni a nadie. Me sentía vigilado no exclusivamente por D. sino por cualquier viandante con el que me cruzase, en verdad no sabía muy bien que aspecto podía tener, entre el síndrome de abstinencia, la pobre alimentación, sudores fríos y me imagino que alguna palidez, debía de parecer un muerto paseando por las calles de la ciudad. El ruido de los coches, el alboroto de las calles, el vaivén de personas, las motos, conversaciones insustanciales... todo era para mi algo difuso, como un mundo a parte, mi cognición iba por un lado y mi percepción por otro. Salir a la calle era un tormento del cual me había olvidado, todo parecía verse afectado por la mediocridad y la indiferencia, los transeúntes eran humanos vacuos y adocenados, empeñados en hacer su vida un hábito aburrido y agotador, embadurnado de algunas horas de fruición y deleite, de sexo y sonrisas bañadas por el alcohol. Sentí a una mujer reír con uan risa fuerte, notoria y divertida, se me antojó una hilaridad falsa y fútil, forzada por el cumplimiento ante un cumplido o una chanza incapaz. El sol caía con fuerza, desplomando sus rayos sobre mi coronilla, el olor a suciedad, a dióxido de carbono, a polvo... Algunos obreros empeñados en crear fortunas por un mísero sueldo para hombres que no piensan más que en acaudalar más y más, hasta que rebosen sus arcas. Notaba como me temblaban ligeramente las piernas, a pesar del bochorno iba con manga larga, contraído, con los brazos cruzados, tenía frío. Notaba un malestar general, mis piernas tiraban de mí como si fuese un carro. Sin embargo los músculos estaban tensos, firmes sobremanera, haciendo de mi andar un movimiento penoso y mecánico.

Compré algunos alimentos en el supermercado, pan, agua, refrescos, embutidos y algunos productos congelados, además de algo de papel higiénico... No me atreví a mirar a nadie, iba cabizbajo, triste, acongojado... La cajera evitó en todo momento un mínimo acercamiento, ni tan siquiera me saludó, ni tan siquiera me dio las gracias protocolarias plagadas de inanidad. Me volví a mi casa lo antes posible, sintiendo el aliento de D. a mis espaldas, incluso sospecho que entró en el supermercado, seguro que conjeturó que dentro podía llevar a cabo algún negocio. Llegué en mi casa y caí en el sofá muerto, angustiado y sollozando, esos 20 minutos había sido un tormento.

Ese día comprendí que la situación era ya inaguantable, que tenía que trabajar para mejorarla y que si dejaba el agua correr, rápido terminaría en un sepulcro. Como tenía algo de aprecio a mi vida, tomé la firme decisión de ir a verlo en su sitio de trabajo y ahí cubrirlo en oprobio e injurias, denigrarlo y si era necesario recurrir a la violencia... no tendría dudas en hacerlo. Hiciese lo que hiciese no iba a cometer algo que no fuese justo, incluso la muerte, ese sujeto no merecía tener un corazón palpitante, precisamente porque carecía de él.

Así, al día siguiente decidí ir a la Universidad y armar un escándalo, no sin antes beberme algunos güisquis con cola que me diesen algo de valor. Por fortuna, la venta de cocaína me había devengado grandes ingresos y tenía para vivir durante algún tiempo. Tenía un plan, había urdido una estrategia, pero no voy a anticipar acontecimientos.


(Continuará)

viernes, 16 de mayo de 2008

El fantasma de J. 3

Nota : Si se piensa leer entero, recomiendo empezar desde "El fantasma de J.", el cual está más abajo.

Las malas o buenas costumbres nacen según las circunstancias, más que por el propio individuo. Cuando empezamos a ver que algo nos da resultado, continuamos haciéndolo e incluso generalizamos esa tendencia dando por hecho que lo que ha tenido un fin deseable, lo seguirá teniendo. Claro está que cuando se da una circunstancia particular y extraña la costumbre se precipita sobre el acantilado; o se modifica o se está destinado a la perdición. El destino no existe, el destino nos lo creamos nosotros, otra cosa es que se den unos hechos que construyan determinados diques que no permitan al agua pasar, pero siempre estará en nuestra manos derruirlos, erosionarlos, derrumbarlos y dejar que el río siga su curso. Más complicado sería quedarse mirando el muro y echarse hacia atrás buscando nuevos surcos y vías de escape. De acuerdo, a veces puede ser algo inconsciente y que, sin darnos cuenta, nos choquemos irremisiblemente y busquemos soluciones que nos desvíen de nuestros propósitos al plazo más inmediato. La inmediatez es un gusto, un placer diría yo, el que nuestros objetivos se vean nutridos por las consecuencias más próximas nos causa que nuestras sangre fluya con más energía y limpia, que nuestro corazón palpite con más fuerza, que nuestra alma se sacie y que nuestra mente encuentre un descanso, al menos pasajero. Mas no hay que olvidar que esas recompensas tienden a tener precisamente solo consecuencias repentinas y muchas veces efímeras, como el que contempla el cielo nocturno y atisba una estrella fugaz, placentero y poco duradero. Los grandes propósitos requieren grandes obras o eso que llaman golpes de suerte, que al final no son más que la dependencia de la decisión de alguien en escalafones más altos dentro de una jerarquía determinada que no voy a establecer aquí. También se puede llegar a la cumbre por sus propios méritos y aún así caer de bruces, precisamente por esa sanguijuela que se sitúa por encima nuestra, que sonríe y que tiene tantas virtudes como un helecho. A ellos les da igual, porque continuarán llenando sus panzas.

Me acostumbré a andar con las medidas justas, pocas veces me había encontrado con contingencias en lo que a seguridad se refiere. A los policías que iban de paisano, se les reconocía a la legua, se pedían zumos, iban vestidos de forma que pretende disimular pero que no hace más que dar el cantazo y además nunca fueron solos. Por donde vagábamos el material y yo podía haber una redada y un par de golpes para escarmentar a algunos cabezas perdidas, al igual que había Dios sabrá que tipo de delator que nos prevenía. Estaba todo minuciosamente calculado para lugares de alto riesgo que, al fin y al cabo, eran a su vez los más susceptibles a ser violentamente investigados. Claro que un bar en la universidad donde hay una relativa libertad y donde las autoridades no acostumbran a plantar los pies previo aviso ¿Cómo iba yo a pensar que me podía topar con semejante contrariedad? En general, más que la seguridad me preocupaba la imagen, no quería parecer un camello de tres al cuarto, digamos que la gente ya te mira de otra forma, o eso creo porque en mi caso no llegué a verme en tal atolladero. Me tomé las cosas con calma y como una pluma que es arrastrada por los designios del viento dejé que la brisa guiase mi caminar. Acostumbrado a no tomar más que las medidas más protocolarias, dejando de lado las oportunas, sonreía a mi suerte, porque el problema estaba en que lo que hice fue depender de mi suerte, o sea de los sujetos que se mueven por el mundo, y eso tarde o temprano te azota, fuerte o suavemente, pero te azota. Me azotó.

Estaba relativamente intranquilo en las horas siguientes de la venta, porque era consciente de que D. me podría haber estado observando durante todo el tiempo, haberse percatado de la operación y haber determinado el barrunto acertado que, a su vez, era el más preocupante. Sin embargo estaba constantemente preguntándome si realmente el que me hubiese visto significaba también que se hubiese dado cuenta de qué hacía allí. Me cuestioné si hombre tan culto, preparado y prestigioso estaba observándome por puro gusto, mirándome con gesto odioso o si se había dado cuenta de todo el pésimo teatro que producimos. En verdad cuando noté su mirada fija en mis espaldas, me sentí como si hubiese dado un golpe a mi alma, sentí como si un bloque sólido y pesado hubiese llenado de súbito todas mis entrañas abriéndose paso. Cuando el comprador se fue tan tranquilo y satisfecho, con su suspiro y su sonrisa, fue como si se hubiese misteriosamente roto la burbuja de seguridad que me rodeaba; no por él, que poca autoridad le era supuesta, sino porque fue en ese justo instante cuando en mi mirada de soslayo reconocí a D. y los sudores y el malestar embargaron mi ser. El corazón me palpitaba con una fuerza sobrecogedora e incluso notaba el pulso temblar, notaba nerviosismo y miedo en mis andares y en mis formas, si hubiese tenido unas gafas me las hubiese empezado a poner y a quitar, si hubiese tenido un boli no hubiese parado de darle vueltas, pero me llevé la mano al cuello haciendo ademán de rascarme. Mi compañero, que por lo visto no apercibió nada de la acción, continuaba en su mesa y se mantenía enfrascado en los anuncios clasificados en un periódico de tintes poco ideológicos y muy partidistas. Definitivamente, no podía quedarme ahí por más tiempo, se delataba mi excitación y desasosiego sobremanera; me di cuenta, en primer lugar, porque a mi compañero le dije con acritud y desdén que me iba, que tenía prisa; y, en segundo lugar, es que antes de despedirme tan hoscamente había visto mi imagen pálida e inquieta rayana en el delirio, reflejada en una vitrina de chocolatinas que tenía un sucio y manoseado espejo, pareciéndome que un loco estaba mirándome mientras me suplicaba auxilio y soledad; consideré hacer caso al orate y su mirada lastimosa. Al llegar a mi casa me encontré con la soledad deseada, con 40 euros más y con un arrepentimiento y con una aflicción que recorría a la par que mi sangre todas mis venas. Un decaimiento físico y psíquico me invadía como si la muerte estuviese llamando a la puerta para viajar con un ser querido. Me aplomé en el sofá al ritmo de una piedra que se deja caer desde la mano, repasaba todos los momentos, cada uno de los momentos, como si mi vida fuese en ello. Si ese hombre me había visto, posiblemente rebosante de rencor y ansias de venganza por mi falta de respeto de tiempo atrás, si todavía quedaba un resquicio de inquina por mi desaire y agravio, si era él quien pretendía ser el juez y ejecutor de su misteriosa frase "Todos los errores se pagan" y si lo que yo cometí lo sentenció como uno de esos errores, entonces estaba perdido. Me tenía que poner manos a la obra; tenía que avisar a N. de que dejaba de vender por una temporada y luego intentar investigar por mi propia cuenta si ese hombre me había visto. En caliente no barajé muchas ideas y elegí a corto plazo la que me parecía más adecuada, si cortaba la venta me podía ver también envuelto en más problemas. No se puede dejar de vender así como así, normalmente eso supone que algo ha pasado y un estado personal poco apropiado puede dar lugar a sospechas de los pisos más altos, extrapolando así parte del miedo y desasosiego a los "jefes". Me encontraba en un dilema y pensé que tal vez lo mejor sería esperar a que las aguas turbias, que posiblemente estaban ofuscando mi razón, trocasen en corrientes mansas para tomar decisiones más acertadas antes de meter la pata sin remisión. Para ello y sin pensármelo demasiado consumí compulsivamente cocaína y alcohol solo en mi casa, me preparé el material, una copa de güiski que se vaciaba y volvía a llenar como si tuviese una una manguera que absorbe y otra que rellena, el estado de ánimo poco a poco se iba estabilizando pero en un nivel también de perturbación, algo enajenado por el estado psicológico débil, por el consumo excesivo de alcohol y alcaloide de forma conjunta, lo que me provocaba excitación, confianza, fatuidad y cierto valor para avanzar sin mirar atrás. Estaba continuamente dándole vueltas a si realmente me habría visto haciendo la mala arte y pensando las distintas variables que derivaban del desconcierto; de esas dispares características llegaba a conclusiones claramente instigadas por mi deseo de que su vista cortante tan solo hubiese sido una casualidad, un reproche por los viejos tiempos, el recuerdo de una cara conocida, envidia y celos por mi áspera y agraviante frase y otras posibilidades de lo más disparatadas e inverosímiles. A momentos me apretaba la cabeza con furia y odio por mi falta de precaución, por mi deje a la dicha de los motores de la vida. Aunque era posible que ese hombre no hubiese detectado y concluido cuales eran mis intenciones al hablar con ese chaval, no podía arriesgarme, tenía que dejar el asunto por una temporada, era demasiado arriesgado. Fuera de mí, colocado pero consciente de mis acciones, por costumbre más que por fortuna, juzgué óptimo llamar en ese momento a N. y decirle que tenía que iba a dejar de pasar una temporadita, que estaba un poco agobiado por tanta llamada y tanta presión. Pero claro, el problema radicaba en que lo más posible era que notase cierto temor y falsedad en mis palabras, sentía como si un hombre con su experiencia no sería capaz de escuchar a la legua el chirriar las bisagras de los postigos si significaba que le estaban mirando; un zorro viejo como ese, que lleva años no preocupándose en otra cosa que en cuidar su reputación dentro del entramado de las autoridades, era muy probable que comenzase a hacerme preguntas empujado por el recelo que causa alguien que, con unos ingresos importantes y una oportunidad como tuve yo- que fue como caída del cielo- deja de vender de un modo tan intransigente e inexplicable.

Así, con la certidumbre de que era el momento propicio para terminar con el dilema de raíz, lo que no hubiese sido del todo disparatado si me hubiese encontrado en un estado psicológico parco, decidí marcar el número de N. Aunque aún a día de hoy diez años después no sé si esa fue la decisión acertada, o más bien dicho el momento acertado, puesto que aunque la ebriedad tiene sus desventajas, también acoge muchas veces la escusa perfecta para justificarse de los desatinos. Si veía que peligraba mi integridad por esa llamada tenía las espaldas cubiertas por la borrachera, lo cual N. llegó a comprender, siempre y cuando sea él el confesor de esos temas. Claro que igual que si se da un desentendido durante el momento crítico, también puede darse un entendimiento y que este sea tomado como un momento bajo provocado precisamente por el alcohol. Así que estaba jugando con un arma de dos filos, no obstante en ese momento no estaba yo como para hacer malabares mentales y llamé a N., quien se lo tomó a la ligera me pareció a mí. Lo comprendió por donde tenía que comprenderlo, juzgándolo como canguelo y propia indulgencia, que aunque algo deshonroso y degradante era la única salida para empezar a atisbar un centelleo de luz en una situación tan comprometida y complicada. Así que por lo que a N. respectaba no había ningún problema y aludió a una oración bastante reconfortante "Tranquilo, es un momento malo, cuando quieras volver no tendrás problemas". Eso me intrigó en exceso, demasiada amistad leía en sus palabras, barajaba dos opciones, una en la que ese sujeto estuviese embadurnándome de confianza y buenas formas para después darme un golpe bajo, una paliza, amenazas o cualquier otra treta de los profesionales de la droga, incluso pensé que ahora mi cabeza corría peligro, aunque tampoco podía descartar la opción de que tal vez me lo dijo por pura costumbre que tenía de que todos sus camellos en determinadas situaciones o en momentos específicos de la venta al por menor, pasaban unos momentos malos y similares a los míos aunque se posasen sobre causas distintas. En cualquier caso, me enteraría en los días siguientes. De momento mi intrigaba más el oprobio, denigración o denuncia que podía utilizar D., hombre que estaba seguro angustiado por no haber conseguido una venganza.

Realmente pensé que tal vez D. no le dio tanta importancia al asunto como yo le estaba dando y que quizás sería algo efímero e insustancial, algo a lo que estaba acostumbrado. La cocaína se consume en todos los estamentos sociales, desde los más bajos a los más altos, tal y como sabe todo el mundo. Sin embargo, podría ser que el hecho de que yo pasase fuese para D. una significación de que la providencia se la podía tomar por su mano, en respuesta a mi agravio en aquella mesa del bar. Además en un primer momento la angustia fue decreciendo progresivamente, cabría decir que exponencialmente, ya que en todo caso no había ninguna prueba ni ningún tipo de causa que me inculpase además del rencor de un hombre envidioso. Podría haber interpretado que yo simplemente le pasé unas llaves al chaval o cualquier otra estupidez equivocada y haberlo olvidado ya. Eso me tranquilizaba, hasta que me crucé con D. en mi barrio en dos ocasiones; dos días seguidos. Eso me escamó, no era normal, no lo había visto durante meses y ahora resulta que después de habérmelo topado observnándome mientras vendía, estaba rondando por mi barrio. El asunto apestaba.

(Continuará)

martes, 13 de mayo de 2008

El fantasma de J. 2.

Nota: La parte 1 está más abajo y sujeta a modificaciones insustanciales de embellecimiento, al igual que esta parte 2.

La vida es una ardiente y cálida candela la cual se nutre de variados combustibles y dependerá de la paciencia de quien mantiene viva su llama si esa arde con fulgor o si es una lumbre débil y compungida. Pero ese fuego y sus pábulos son finitos, algún día u otro su alimento se acabará y la hambruna acariciará su palpitante corazón. Habrá querido arder con la mayor fuerza, mostrarse como la más admirable hoguera del averno; y del diablo que la haya mantenido dependerá si las maderas han sido colocadas con destreza ,aunque solo implique la subsistencia, para fraguar un futuro halagüeño o si, al contrario, habrá ido cebando azarosamente el fuego, llegando a la cumbre del bochorno para exhibir un ímpetu durante una época dorada de la vida. Siempre dependerá del diablejo que alimenta su llama.

Yo fui un diablo que se empecinó en hacer arder la candela con tal fuerza que era admirada, pero que, a su vez, estaba destinada al consumo incontrolado. Para ello, que mejor que poner a vender el mismo combustible. En verdad, me resultó complicado tomar la decisión y convertirme yo también en un ser desalmado con las preocupaciones a más corto plazo. Me veía en cierto modo reflejado en N. El deterioro en estado puro, su vida se consumió y tan solo quedaban las cenizas de la candela deambulando por la tierra en la dirección que las llevase el viento y con algunas ascuas que le mantenían con vida. No quería verme así en un futuro, sin embargo más fuerte era mi anhelo de holgazanería y anodina existencia. Para que iba a complicarme si, en cualquier caso, los resultados iban a ser los mismos. Eso piensa uno cuando es muy joven, aunque cuando los años han pasado como un soplo de viento y el árbol no ha dado frutos, más que algunas épocas lujuriosas, noches de diversión entre billetes y naipes, surrealismo de estupefacientes y alcohol y.. poco más, llegados a esta edad un piensa que no ha sido más que tirar el tiempo y el dinero. Y, mientras tanto, la llama se ha consumido a toda velocidad y el combustible se ha ido acabando.

El negocio fue viento en popa, todo un éxito. Aunque las primeras semanas estaba realmente inquieto por el riesgo que entrañaba y perturbado por el desvanecimiento de las ideas, mi capacidad adaptativa me permitió resarcirme de esos sentimientos negativos y tener una despreocupación rayana en la dicha y buenaventuranza, parecía que finalmente había encontrado mi sitio y, definitivamente, todas esas ideas tan humanas que envolvían mi alma, aquello que era un muro que pretendía detener mis andanzas por el ganancial y sencillo mundo del narcotráfico, se derrumbó con una facilidad desconcertante. Incluso yo me sorprendí de lo factible que estaba siendo el asunto. A las dos semanas estaba completamente satisfecho y alegre de haber renacido de las cenizas y haber emprendido el vuelo.

Explicaré a grandes rasgos como evolucionó mi andadura. N. me fió 25 gramos en un principio para ver como se desarrollaba mi capacidad de vendedor y observar cuánto tardaba en sacármelos de encima. No tardé demasiado, cuando le comenté a un par de amigos que yo tenía material y que era bueno no tardó en correrse la voz. Aunque parezca arriesgado que vaya de boca en boca, no lo es tanto, principalmente porque se trata de gente de confianza que a su vez lo trasmite a gente de confianza y, por otro lado, ¿Quién iba a decirle a quien no debe que le ha comprado cocaína a J.? Naturalmente podría darse el caso de que hubiese algún infiltrado o que alguna pared agudizase su oído, pero no fue así. Los 25 gramos me duraron menos de una semana, pero fue un suplicio debido a que me llamaban a cualquier hora de cualquier día; y yo, para ser un vendedor eficaz, estaba disponible las veinticuatro horas, los siete días de la semana. Dí la noticia de aventura un domingo y el viernes tuve que volver a llamar a N., el cual me suministró una cantidad mucho más importante. Sobre N., me dejó bastante claro que no quería ninguna clase de jugarreta o error craso, ya que podría implicarle a él y eso, obviamente, le afectaría sobremanera; él tenía mucho más que perder que yo. Sin embargo, yo no era tonto, al ver que en 5 días había obtenido unos beneficios asombrosos, no iba a meter la pata y anduve con pies de plomo. Los sentimientos de miedo, angustia y las contradicciones que se me presentaron fueron desapareciendo paralelamente a como aumentaban mis beneficios, pero también hay que añadir que aumenté mi consumo de modo preocupante. Esto último sin duda fue un gran problema, consumía del orden de un gramo diario, eso cuando menos consumía, claro está que lo conseguía a precio reducido y sin cortar, por lo que me resultaba económicamente viable. Debo añadir que mi éxito rotundo fue también debido a que actué como un zorro viejo que cuida de sus clientes, sólo lo cortaba con una sustancia que recomendó un químico - al cual le vendía, por cierto - fervientemente y además le dejaba un grado relativamente alto de pureza, siendo así una de las cocaínas de más calidad que se podían adquirir por la zona. No obstante, me daba la sensación de que era poco apreciada esa buena acción, puesto que de ninguno de los otros camellos recibí quejas. Seguramente continuaban haciendo su actividad sin problemas, ya que cuando yo me quedaba sin material, apagaba el teléfono. Pocas veces me quedé sin material. Otro aspecto que me parece destacable es que llegó un punto en que a determinadas horas tenía que mantener el móvil apagado, ya que recibía llamadas constantemente independientemente del día y la hora; al principio era llevadero pero algún día tormentoso me propulsó a replantearme unos horarios más o menos fijos. No solía salir de casa con más material de la cuenta y mucho menos si iba medio colocado y borracho con pretensiones de salir de marcha, eso entrañaba riesgo, al igual que tampoco le vendía a cualquiera; había gente que era capaz de hacer varios kilómetros con tal de que el verdadero comprador le invitase a dos rayas. Gente que compraba varios gramos para una noche, gente que llegaba con la frente sudorosa y con leves espasmos, felaciones por un par de dosis, mandíbulas en movimiento mecánico, robótico e inútil, personas que pedían fiado, relojes y joyas por un par de gramos y otras delicias los veía a diario. Parecía un circo del cual ni tan solo yo me salvaba, pero yo era el que cobraba la entrada y ellos eran los payasos, yo me quedaba tan a gusto.

Así pasé dos meses, vendiendo a lo loco, incluso llegué a tener algunos ahorros a pesar de mi gastar descontrolado. Pero poco importa todo esto, poco importa, el fondo del asunto está relacionado, pero que todo marchase a pedir de boca no significa que no hubiese alguna eventualidad que hasta los dos meses no fueron más que efímeras. Estaba empezando a abrazar quimeras y a plantearme grandes propósitos, aunque también he decir que era completamente adicto, estaba totalmente sumido en la adicción y dependía de ella como del agua. Si estaba algunos días sin consumir se convertían en un suplicio y el principal dilema es que era consciente de esta adicción, intentaba pararme los pies, pero siempre terminaba cayendo, una y otra vez. Empezaba pensando que tan solo me metería una raya para bajar el mono, luego resulta que me terminaba esnifando dos o tres gramos, siempre era igual. Como digo, esto fue sobre los dos meses, justo cuando surgió la contingencia que me ha empujado a escribir esto.

Como he dicho, tenía contactos de confianza y muchos de ellos todavía iban a la universidad. Yo si el pedido era importante, de más de cuatro gramos, no tenía ningún problema en desplazarme, aun menos si era a la universidad a tomar unas cañas, de paso, con mis viejos colegas. Esta vez tenía una demanda bastante sosa, tan solo me habían pedido 2 gramos, aunque por ser quien era no tuve más remedio que trasladarme. En todo caso, eran tan solo 15 minutos en coche. Fui allí y estuvimos conversando tranquilamente y entre risas en el bar, sentados en una de esas sillas minimalistas, cuando llegó el sujeto en cuestión al que tenía que venderle. El bar estaba abarrotado y si algo caracterizaba a los garitos de esa vieja universidad era la total indiferencia que mostraba la gente por los asuntos de los demás. El ruido embargaba la estancia amplia, muy ancha y muy larga, unas 50 mesas, algunas de seis personas, otras de cinco, todas ellas llenas, los alumnos, profesores, trabajadores y curiosos entraban y salían, algunos cariacontecidos por alguna personal desdicha, otros felices porque habrían aprobado algo o porque eran de esas personas que siempre sonríen o Dios sabrá porqué. Las conversaciones se perdían entre el estropicio sonoro del ambiente. La atmósfera invitaba a contemplar, algo cargada por el humo y agobiante por el vaivén de voces, andares deliciosos y bellezas que no se sabe si se volverán a ver o si el tiempo les invitará a su degradación, camareros sulfurados por las enormes colas y griteríos constantes, el recreo de los estudios superiores. Por la entrada y entre varias personas que entraban y salían, apareció mi hombre, el cual reconocí al instante.

Le conocía pero no demasiado, había ido conmigo a clase y no habíamos intimado ni entabladoni una mínima amistad. Su paso se debía simplemente a que venía a por el material. Cuando le vi, esbocé una sonrisa afable y sosegada, él venía con bastante prisa según me pareció. Me hizo un gesto con la mano en señal imperativa de acercamiento, me levanté de la silla y acudí a su llamada con el material preparado en el puño que, a su vez, permanecía guardado en el bolsillo. Cuando estuve cerca me saludó agitada y maquinalmente, como si de un debutante pavoroso de teatro se tratase, yo no le di mucha importancia ya que estaba tan acostumbrado que esos protocolos me parecían innecesarios. Pero no hay nada como adaptarse a la confianza para caer de bruces contra el suelo. Hicimos el traspaso, yo le di el material y él a mi el dinero, pero fue de una forma un tanto descarada diría yo, totalmente despreocupada; había pasado varias veces en el bar y podía tener las papelinas sobre la mesa, que nadie se fijaba en nadie. Sin embargo, justo en el momento que vi como se retiraba mi antiguo compañero satisfecho con la compra, noté una mirada fija en mí, que me estaba clavando sus ojos negros, miré de reojo y estaba allí, mirándome. Era D.

(Continuará)

sábado, 10 de mayo de 2008

El fantasma de J.

Si me pidiesen una descripción de ese hombre, no sabría darla, excepto en lo que al plano mental y psicológico se refiere. Físicamente no podría, aún teniendo en cuenta que resultaría más sencillo, siempre que se tratase de otra persona a detallar. Su físico era camaleónico y no se encuadraba en ningún estilo o tendencia concreta, eso junto al hecho de que no pude observarlo directamente con mi mirada, más que ojeadas de soslayo, configuran a la descripción como un imposible. Sin embargo, sí que podría aducir a su parte interna y, por cierto, de una forma concisa, concreta e incluso pormenorizada. Considero necesario entrar en estas aclaraciones antes de llegar al caso ya que tal vez así se pueda explicar de un modo razonable el suceso que acaeció y del cual yo no tan solo fui partícipe, sino singular protagonista, no obstante me tomaré la libertad de no referirme a mis características individuales, poco importan, más aun teniendo en cuenta que aunque héroe de esta historia no fui el que provocó el acontecimiento.

Ese hombre, cuyo nombre desconozco y que prefiero no saber- le llamaré D.-, era introvertido, cabría decir en demasía, aunque no tímido puesto que intimaba fácilmente cuando mantenía un mínimo contacto que, ineludiblemente, tenía que empezar otra persona. Tal y como les suele suceder a los hombres de estas características, era extremadamente culto e inteligente, licenciado en varias carreras, a destacar Historia, Física, Filosofía etc. Aunque no fuese de los que llevan la primera palabra tampoco causaba una primera mala impresión, al menos es la sensación que me llevé en todo el tiempo que tuve el placer y displacer de conocerlo; nunca nadie le faltó al respeto por su carácter reservado y por sus ideas políticas disparatadas, precisamente porque si alguien objetaba alguna de sus enrevesadas presunciones, rebatía con magnanimidad, vehemencia y brillantez haciendo del interlocutor un gorrión pavoroso y cabría decir abatido. Su superioridad exhalaba por todos sus poros como si de una deidad se tratase, no tan solo por su flagrante supremacía con su entorno en general, sino que parecía abarcar todo el globo. Su único problema es que esa superioridad no tan solo era natural, sino que era expresada y consciente y de ahí su introversión y hosquedad con algunos de los que le rodeaban. Esa desavenencia personal le atormentaba y causaba un conflicto interno grave en el sentido de que era su único defecto, el cual le situaba, y lo sabía, por debajo de muchos otros en lo que a humanidad se refiere. Adusto, severo y desabrido acentuado por la falta de afabilidad, la cual provocaba un circulo del cual le imposible salir, ya que su vez su propio conflicto acrecentaba su insociabilidad, siendo así un intratable en según que temas. Sin embargo, no era una persona que causase aversión. Tal vez resulte difícil de entender, pero su extraordinaria inteligencia y destreza hacían de él un fatuo irremediable pero comprensible. Quien tenía el gusto y privilegio de mantener una charla con él, entendería de inmediato a lo que me estoy refiriendo, ya que saldría renacido y refrescado de ideas, aunque también de incoherencias. La superioridad era tan incuestionable que incluso en su petulancia tenía el perdón hasta de los más lúcidos, excepto si nuestro hombre tenía algún día en que se levantaba con el pie izquierdo. Era altamente irascible, y cuando le exaltaban su superioridad trocaba en furia, pero una furia algo esperpéntica, ya que era una furia intelectual donde literalmente azotaba a su interlocutor, como si le estuviese mirando desde un rascacielos, pero siempre dentro de los límites de la cortesía y el respeto.

Mi relación con D. fue más bien pobre, en el sentido de que yo personalmente pocas conversaciones mantuve con él y no fui ni capaz de preguntarle el nombre, tal vez no me interesó y tal vez sí que lo sabía pero ahora está en los recovecos del olvido. Tampoco tenía ningún amigo, era muy suyo, demasiado, aunque como ya he dicho sí que a la mínima se daba un tanto de intimidad si percibía simpatía y buenas intenciones, sin embargo esa intimidad era superflua puesto que jamás acrecentaba más allá de la superficialidad. Contaba aspectos de su vida sin ambages ni remilgos, aunque aquí cabría destacar que en este aspecto era insultantemente parcial. Parcial porque esa nimia intimidad solo la expresaba con los hombres, nunca con las mujeres, era para ellas asombrosamente taciturno, agachaba la cabeza en muchas ocasiones y no les dirigía nunca miradas directas a los ojos más que estrictamente fugaces. No sabría explicar el porqué de esa reserva, pero era desmesurada, tanto más cuanto si la chica era bella, en ese caso se tornaba absolutamente silencioso y retraído, hasta el punto de que muchas veces las chicas duraban pocos minutos hasta después de marcharse, hallándose ellas decepcionadas ante la conducta de D. y desconcertadas preguntándose que habrían hecho mal para que D. se mantuviese enmudecido. Curioso desde luego, teniendo en cuenta la grandilocuencia y facilidad de palabra de que tenía para hablar en público, especialmente cuando se trataban temas de desarrollo tecnológico e informática, temas en los que aunque no tenía una formación específica, dominaba a la perfección.

Conocí a D. gracias a que mis estudios provocaron que nuestras vidas se cruzasen, aunque tampoco fue un conocimiento a fondo, por lo que he dicho más arriba, fue algo superficial. Poco pude hablar con él, además de algún cruce de palabras efímero e insubstancial, pero claro está que el contexto me permitió saber algo más de él. Por aquel entonces, yo estaba en mi último año en la universidad y pude saber de él debido a su participación en algunas conferencias y artículos de distintas revistas. En el plano personal, la primera vez que mantuve una charla fue una vez que lo vi enfrascado en la lectura de un diario mientras se tomaba un café en el bar de la universidad, estaba solo; entonces, pensé que sería buen momento para llegar a conocerle un tanto mejor: sin pedir permiso, ya que juzgué que la cortesía no sería más que una barrera infranqueable, me acerqué a su mesa, posé el café y me senté en la silla justo al frente suyo. Las mesas eran de corte minimalista al igual que las sillas, estas últimas sin reposabrazos, de plástico grisáceo, duro y grueso, sin llegar a ser lisas, su superficie era rugosa, sumamente moteada. Eran sorprendentemente incómodas, hasta el punto de que yo no fui capaz de mantenerme sentado en una de esas sillas por un intervalo mayor de 15 minutos en todos mis años de universidad. De hecho creo que estaban diseñadas precisamente para que los alumnos no se acomodasen sosegadamente y pasasen las horas jugando a cartas o charlando sobre la basura que emite la televisión. Pensando que tal vez la cordialidad no era el mejor método para establecer una conversación, me incliné por sacar el tema que en ese momento me pareció más oportuno y más cercano para ambos, la incomodidad de las sillas. Naturalmente a los 3 segundos, o más bien dicho cuando estaba ya diciendo las palabras a ese hombre que no era capaz de mirar directamente y del cual no tenía una pre-concepción ni pos-concepción como he podido ver a día de hoy, cuando escuché esas conjunciones de vocablos emerger de mi boca, en un tono paulatinamente asustadizo a medida que me adentraba en la simpleza, llegando a la cumbre de la ingenuidad y estupidez con la pronunciación de la últimas letras, me arrepentí. En el momento en que dije “...sillas? ¿eh?” levantó su mirada impertérrita, lo cual fue un alivio para mí, una mirada expresiva, tan expresiva como la inexpresión, pero en el momento en que me vi sumido en el abismo del ridículo, me sobrevino una enorme alegría al observar que mis palabras le provocaron indiferencia. Lo más curioso fue que no contestó a la pregunta y creo que tampoco le impactó el hecho de que no le mirase más que de reojo y solo cuando notaba que D. no tenía sus ojos postrados sobre los míos. Parecía también que en ese sentido la impasibilidad le embargaba. No sabía que decir y nos pasamos un minuto en silencio ambos, él creo que estuvo mirandome durante todo el rato a modo de reproche, pero yo en ese momento consideré no echarme atrás, estaba ante un hombre que admiraba por su brillante lucidez e inteligencia, además de su carisma y capacidad de abstracción y analítica. Parecía como si tuviese todas las características de la inteligencia, incluso aquellas que los psicólogos ven como incongruentes, pero siempre exprimiendo la parte positiva de los estilos cognitivos. Era un genio y lo tenía delante ¿Qué podía hacer? Era mi ocasión de mantener un coloquio con un hombre al que loaba interiormente. Así que antes de que D. llegase a conclusiones precipitadas sobre mi persona, por ejemplo “Este tio es gilipollas” o algo similar, dije unas solemnes palabras que le dejaron un tanto estupefacto, lo cual, dicho sea de paso, decía mucho a mi favor:


-Hace un buen día hoy- dije, justo cuando se me había olvidado lo que había elucubrado y al quedarme en blanco y con la boca abierta, mirándome él fijamente, escupí la primera idea que me vino a la mente.


-¿Acaso estamos en un ascensor? He, he. Mira chico, creo que pretendes platicar conmigo- a veces D.era un poco pedante – sin embargo, no te veo propicio para una conversación, así que sino te importa me gustaría continuar hojeando, y lo digo con h que poco me pueden enseñar a mi los periódicos, este diario donde seguro que sale al menos una foto de una mujer atractiva.


-De todos modos, según dicen, usted lo más cerca que podrá estar de una mujer sexy será mediante ese diario.


Y me fui. Aún a día de hoy no me explico el porqué de esas últimas palabras, el hombre seguro que se quedaría incluso enajenado. Yo conocía que las féminas eran su punto débil, que era un tímido incorregible y que aunque insensible a muchos asedios precisamente por su facilidad de palabra y su flagrante superioridad, aquí con el tema de las mujeres poco podría defenderse. Yo fui ahí, al hoyo e incluso me arrepentí ipso facto. Creo que nadie fue jamás tan degradante con ese hombre como fui yo en su momento... un desconocido que llega y profiere esas ofensas intolerables no se merece, desde luego, ser mirado nunca más por un hombre de sus características. No obstante, me lo crucé alguna que otra vez y tuvo el valor y dignidad de saludarme cortesmente, mostrándose así también infinitamente superior a mí en todos sus aspectos. Excepto claro está en que yo flirteaba muchas veces con éxito, él ni tan siquiera tenía desarrollada la capacidad del flirteo. Pero nadie es perfecto, tampoco D. No podía aguantar la angustia que me provocaba mi falta, especialmente por el hecho de que él mostrase ese orgullo circunspecto y encumbrado. Para resarcirme no tuve mejor cosa que hacer que romper el hielo en una ocasión que de nuevo me lo topé en el bar; había pasado un mes desde mi agravio. Esta vez procuré presentarme con un empaque más decoroso, premeditamente calculé las palabras que tenía que decir y fue relativamente existoso en el sentido que fui capaz de hacerlo, aunque no podría decir que el resultado fuese del todo provechoso, puesto que la conversación empezó sobre la influencia de las nuevas tecnologías en las evaluaciones psicológicas y terminó con un “Todos los errores se pagan” con sonrisa esbozada, ambas por parte de D. No nos encontramos frente a frente nunca más hasta después de mucho tiempo y en unas circunstancias poco prometedoras.


Hechas ya las presentaciones, me toca referirme a la historia que expuse al principio. Empezaré desde el primer punto, desde lo más profundo del pozo para poder ver tanto por mi como para quien lo lea como fue surgiendo la luz a través del oscuro, ancho y frío agujero. Miento, me hundí en un pozo, me metí en el atolladero y veía como la luz se fue alejando, sentí escalofríos a medida que descendía, pero el caso es que no fue voluntario, todo el mundo se puso en contra mía.


Había terminado los estudios en la universidad, los cuales me había financiado con la herencia de mis padres, ambos muertos en un accidente de tráfico cuando yo tenía la temprana, difícil y caprichosa edad de 19 años. Su herencia no fue muy amplia, pero tampoco me pude quejar en su momento, me dio suficiente como para ir pagando impuestos, universidad, obtener el permiso de conducir, algún que otro capricho etc. Además de una casa totalmente pagada y sin ninguna hipoteca ni ninguna clase de deuda. Era hijo único y la herencia me dio para unos años de buena vida. Buena vida- para un joven que ha perdido sus padres, que su familia está lejos en pueblos donde ni los marroquíes querrían vivir y con unas amistades poco responsables- era la vida loca, alcohol, drogas, chicas, chicas de pago, juego y algunos otros vicios. Esto por supuesto sin trabajar, ya que soñaba que después de terminar Ingenieriía de Telecomunicaciones tendría un buen puesto de trabajo. Sin embargo, una vez terminé mis estudios con un éxito mediocre, no tenía ninguna ganas de trabajar y los fondos iban disminuyendo alarmantemente, hasta el punto de que, al año de haber terminado la carrera, me encontraba con un capital insignificante. Pero tal era mi pereza que no fui capaz de moverme para encontrar un trabajo, porque precisamente no me apetecía trabajar. Me pasaba los días deambulando como vagabundo, pero bien vestido y feliz como un niño en el parque. De aquí para allá, sin percatarme de mis problemas de personalidad que con los años se iban acrecentando pero que tan bien tapaba con el consumo de hachís a diario y de cocaína y alcohol esporádicamente. Podría decir que mi entorno, con el lento paso del tiempo fue cerrándose hasta el punto de que cuando me di cuenta me encontraba sin dinero y con unas amistades que se encontraban en una situación similar a la mía en lo que a consumo de drogas se refiere. Y así estaba hasta que conocí a N.


Hace 10 años – ahora tengo 34 – me encontré con un tipo que debía rondar los 45, aunque su rostro demacrado aparentaba más edad. Ese hombre, N., había tenido la fortuna por aquella época de tener determinados contactos entre los narcotraficantes; era un veterano del asunto y ,como tal, se había metido de lleno en todo el entramado que mueve el mundo de la cocaína. N. era un hombre pachucho, enjuto, bajo, feo y arrugado. Sus cabellos parecían pelos de fregona después de haber sido usada, grises, enmarañados, largos y ásperos, parecía que la suciedad se le había ido acumulando en su pelo dando como resultado tirabuzones sólidos y compactos, los cuales exhalaban un hedor insufrible. Sus ojillos eran rojizos y llorones, con unas bolsas protuberantes que daban ganas de ser pinchadas con una aguja a ver si reventaban, y no expresaban nada excepto cuando veía peligro, en ese caso se leía un miedo que en todo punto quien lo viese no tendría más remedio que venderse a su pavor. Su nariz fina parecía que carecía de algunas partes, tenía la carne como absorbida. Finos labios, tez pálida y picada de viruelas. La primera vez que lo vi me impactó, tenía unos andares chulescos, como si las piernas arrastrasen del cuerpo con pasividad. Iba con unos vaqueros excesivamente ajustados, con el pelo suelto en toda su plenitud y una camiseta negra de un grupo viejo de Rock español. Naturalmente cuando lo conocí me llevé una pésima impresión de él, de hecho siempre la tuve, era escoria. No obstante esa escoria a veces puede ser la salvación para un holgazán que tiene las mismas inquietudes en la vida que una gallina ponedora. Me conoció en el momento apropiado y a mi me pareció un ángel venido del cielo pero con una imagen tan peculiar y "divina". Cuando se está desesperado y se pasa algo de hambre para poder subsistir dignamente, cualquiera puede parecer un ángel del cielo pero traído del mil formas, yo pensé que mi suerte, mi moneda de oro, era ese yonki disoluto y astroso; eso, precisamente, fue lo que me hizo creer en ello aun más, las pintas de ese hombre. Más o menos al mes de conocer a N. él había ampliado su negocio, o más bien había subido un peldaño en la escalera del narcotráfico, siendo ahora un pez un poco más gordo y distribuyendo no directamente al consumidor de calle, ya sean niños pijos de personalidad indefinida o pobres diablos con una vida tan triste y vacía que no saben que hacer para que finalice el tormento que no son capaces de ver, pero que con la droga se convierten en personas “felices”, no le vendía a esos pusilánimes sino que pasaba grandes cantidades a los camellos y ellos la iban distribuyendo por las zonas. No había competencia entre camellos, ya que no siempre estaban disponibles y había disparidad en las horas de venta, por lo que aunque cortasen más o menos, siempre tenían su clientela imprecisa. Resulta que un conocido mío le había explicado mi “problema” económico en la típica charla de borrachos y entre copa y copa el bueno de N. no tuvo mejor idea que cogerme como intermediario suyo, en el fondo era un filántropo. A mí me vio como a uno de esos camellos y me propuso que si tenía tiempo de cortar su material y de venderlo, tendría unos beneficios formidables a corto plazo, siempre y cuando supiera moverme. En un principio no fui optimista con el negocio, me pareció muy arriesgado y entre otras cosas rompía un poco con mis principios fundamentales y es que vender veneno para el propio beneficio no es otra cosa que ir matando gente, tarde o temprano alguien moriría por mi ventas, aunque fuese en 10 años, yo habría puesto mi granito de arena, como el coche que ha hecho 100.000 kilómetros supuestamente ha puesto su granito de arena en el deterioro de la capa de ozono. Pero una vez calculados las ganancias - por poco vendiese una venta de 20 gramos a la semana a 20 euros por gramo, que era el beneficio que me ofrecía O., me suponía 400 euros semanales, más que suficiente para pagarme mis vicios y continuar con mi vida errabunda y vacía- me metí en el negocio.



(Continuará)

miércoles, 7 de mayo de 2008

De abono para las plantas.

William Lynd servirá, con suerte, de abono para las plantas, después de cometer un asesinato hace 20 años.

Dos decenios entre rejas para tener una muerte prematura. ¿Cuál tendría que ser el objetivo de todo sistema penitenciario? La reinserción social naturalmente. Pero es que en EEUU las cárceles están privatizadas y entonces, cuando hay intereses económicos por medio, se ve ese fin truncado. Vivir en una cárcel de Estados Unidos, no es gratis, cuesta dinero, es como estar en un hotel, pero con menos privilegios y sin una señora de la limpieza que te haga cada día la cama. Los empresarios han encontrado una mina con un mundo de posibilidades, por pocos centavos la hora, tienen trabajadores que no se quejan, puntuales y eficientes, y sino lo son, a la celda de aislamiento. Pero no voy a criticar el sistema penitenciario de EEUU, ver los datos es la crítica en si misma. Es alarmante. Aquí dejo un link: http://firgoa.usc.es/drupal/node/21282 Y otro que es próximo al sistema privatizado: http://www.ecumenico.org/leer.php/1108

La pena de muerte es fácil de criticar, pero también de defender. El ojo por ojo puede sonar hasta halagüeño "Si has matado te mereces la muerte" Deben tener esa frase como premisa, puesto que si obtienen beneficios de los propios presos mediante la industria, matarlos no es más que perjudicar al propio empresario, así que ¿que lleva a los Estados Unidos a enterrar a sus presos? Sin duda es que se utiliza la encarcelación excesiva y las calles siguen siendo igual de inseguras, así que si encarcelamos a tantísima gente, tanto da que mueran unos pocos, mientras tengamos vías que nos sigan financiando. ¿No les vendría mejor invertir en educación que en seguridad? Está claro que la seguridad es una de las bases fundamentales de la sociedad del bienestar, si no hay seguridad, el ciudadano no vive a gusto. Pero la delincuencia se puede tratar directamente con un sistema educativo generalizado y decente y, claro está, la voluntad de todos lo ciudadanos. Pero el problema de raíz no se encuentra tanto en el sistema educativo como en la polarización de clases, mientras mayor sean las diferencias entre clases y haya una tendencia a la bipolarización social, mayor va a ser el nivel de inadaptación no tan solo del individuo, sino del propio contexto. Porque el problema no radica tanto en los rasgos personales del sujeto como en el entorno que este se mueve. Claro está que no somos cajas negras dispuestas a crecer en una ciudad utópica como "Walden Dos" de B.F. Skinner; pero esto tampoco significa que tengamos el mal de fondo. Resulta sencillo andar criticando a los ghettos, pero más fácil es discriminar a los que en ellos habitan. ¿Cómo se podría llevar a cabo unos cambios profundos en toda la sociedad más excluida? ¿Realmente interesa? No interesa sin duda y en todo caso cambiar la cultura y educación de persona que se han criado ahí es trabajo imposible, sino hay una inversión importantísima. Para ello, lo mejor es encarcelar casi gratuitamente y obtener beneficios de los presos.

Cojamos un sujeto al azar, delincuente encarcelado, volvamos a hacerlo nacer dentro de un entorno afectivo decente, con una familia sin problemas, con un microsistema, exosistema y macrosistema social apropiado, con sus abuelos que lo lleven a la playa, con su madre que lleve a Eurodisney de fin de semana, que vea películas de Walt disney, que juegue a las canicas y que no vea ni un robo ni la droga ni una película agresiva en su infancia, que asista diariamente a una escuela pública con sus problemas, pero escuela y pública al fin y al cabo, que ese chico no reciba imágenes violentas más que como algo esporádico. ¿Realmente se pondrá a delinquir de tan joven? Naturalmente puede suceder, sino tan temprano, sí más tarde, como aquí ese sujeto que han condenado a muerte. Tal vez ese hombre tuvo esa educación a la que hago referencia y terminó asesinando a su mujer, encarnizándose según la versión oficial. Ya que disparar ver que está viva, volver a hacerlo, meterla en el maletero y cuando se oyen ruidos, volver a disparar, eso es encarnizarse.

Lo que es innegable que a partir de una resocialización y reeducación de las culturas que tienden a la delincuencia grave, esos problemas podrían progresar hacia un futuro mejor. ¿Y eso como se hace? Básicamente es imposible a día de hoy, con nuestros recursos resulta una tarea utópica, pero si de alguno de esos individuos puede evitarse que sea encarcelado y que lleve una adaptación correcta hacia la clase media ¿Porqué no hacerlo? Aunque tal vez eso no sería beneficioso para el empresario ¿O sí? De momento, utilizarán a algunos para el oficio barato y a unos pocos de abono para las plantas.

Este es un tema que partiendo desde la propia carcelación, entran en juego tanto el sistema económico, como social, como educativo, como político, como psicológico, como biológico etc. Sin contar el alarmante racismo que se respira en la cárceles. Hay aún a día de hoy discriminación plasmada en el sistema penitenciario. Todo entra en juego y lo más pobre es que nunca llegaremos a saber toda la verdad, ni de las cárceles de EEUU ni de las de nuestro país.

martes, 6 de mayo de 2008

Despertar del acabado.

El sol iluminó su rostro pálido y agotado por la noche de pérfidas acciones y consumo de estimulantes. Los rayos llegaron a sus ojos cerrados, los cuales abrió con sorprendente actividad, giró la cara en señal de molestia; en un sobresalto asió la sábana rociada entre la cama y el suelo cubriéndose así toda la cabeza. Sin embargo, estos pocos segundos fueron suficientes para que no se pudiese volver a dormir, convirtiendo al gesto en culpable de su irreversible despertar. Este breve sobresalto, provocado por la inminente entrada de la luz del deslumbrador astro en su cuarto desembocó en que sin darse cuenta su cerebro se desperezase. Aunque no podría decir lo mismo de sus brazos, exhaustos como si hubiese estado nadando horas, o sus piernas que le pesaban como plomo. Se estiró, bostezó y una avalancha aflictiva le cayó como un yunque, le inundaba una marea de arrepentimientos por los hechos que en ese momento le parecieron insólitos, pero que con el tiempo se daría cuenta que se quedarían en simples anécdotas; eso sí, dignas de no recordar. Recuerdos desordenados y fugaces le asediaban, las imágenes y las conversaciones, sobre todo estas últimas, anegaban sus pensamientos y eran las propulsoras de su angustia momentánea y lamento insustancial. Mientras, mantenía su cabeza empaquetada en la sábana.

Era consciente de que esa sucesión de agobiantes recuerdos recientes no eran provocados por las repercusiones que fuesen a tener en su vida; no, era lo que coloquialmente llamaba el bajón y lo sabía, conocía esa ansiedad más que bien. En su experiencia como joven consumidor de cocaína mezclada con alcohol las consecuencias al despertar eran las mismas, siempre coincidían el cansancio físico provocado por el alcohol y la leve depresión de la droga dura, dando como resultado una preocupación excesiva que poco a poco iría en descenso. Con el paso de los años, esos sentimientos de culpa que definían su resaca disminuyeron y cada vez ese pequeño bache se convertía en una nimiedad a la cual ya casi ignoraba. A sabiendas de que con el paso de los minutos – que antes eran horas – la angustia decrecía y los remordimientos se desvanecían, buscó la solución que mejor se adaptaba a las circunstancias. Necesitaba resarcirse de algún modo, ya que el nudo en el estómago y los confusos recuerdos no hacían más que provocar que un enjambre de ideas desordenadas relampagueara su mente. Sabio conocedor de la medicina óptima para curar sus males, empezó a hacer memoria para quitarle hierro al asunto:

"Que noche la de ayer" cavilaba "A ver tío piensa, piensa… como puñetas… si dije que no iba a salir y al final acabé como acabé, hasta las 6 de la mañana hecho un guiñapo y sin saber lo que hacía. Esa chica, es lo que más me preocupa… bueno más bien su novio, porque me comentó que tenía novio, ¡bah!, me imagino que cada noche recibirá varios chicos como yo diciéndole lisonjas, que teniendo en cuenta mi estado se traducen en sandeces. Es que fui un pesado, sí eso es, un pesado. Y que desastre, consumiendo en la mesa de la terraza de ese bar a pique de que me viese cualquiera, ¡ay! pero tampoco pasó nadie ¿Por qué me preocupo tanto? ¿Pero a que viene esta angustia? Ya se, se lo que es… es lo de siempre… que tendría que dejar esas marchas locas y centrarme un poco más en otras actividades más ociosas y productivas, esto en cierto modo me perjudica. Mi conciencia me habla ¡Si ella me lo dice!, pero cuando me he bebido unas copas ¡Plas! Ahí surge el demonio que hay en mí y me ofusco, o más bien que ofuscarme focalizo mi atención en esos polvillos blancos que tanto me llenan esa noche y tan vacío me dejan por la mañana. ¡Mírate y escúchate! Aquí divagando sobre banalidades que no me van a afectar en absoluto ¡No, no me afectarán! Si es que no entiendo porque me preocupo tanto, al fin y al cabo no pasó nada digno de mención, siempre la misma basura, ¡Esto son escombros! Pero que tengo que barrer de algún modo y llevarlos a ese rinconcito de mi memoria que llaman olvido. El problema radica, y ese es el quid de la cuestión, en que mi estado de euforia de anoche ahora me provoca esta parcial depresión, tanta adrenalina desperdiciada, ahora me falta esa energía que derroché anoche como un ludópata que apuesta hasta su ruina y claro… ahora pago las consecuencias. Pero bueno este resultado siempre es el mismo, no hay mal que por bien no venga. ¡Ya no consumiré más! ¡No, nunca más!. Menuda mierda es todo esto…"

Sincerarse y contar las penas que no se comentan en estado sobrio: parece que por decirlo en ese momento el oyente vaya a tener más empatía, que vaya a ser más comprensivo, y así es, parece que el interlocutor entiende y hasta le afecta; claro, pero es que va borracho. Luego no es raro derramar unas lagrimillas en uno de estos coloquios ¡Hay que darle más emoción al asunto! Que parece que en ello nos vaya la vida y resulta que al día siguiente el que se alcoholizó, se lamenta y sería capaz de volver atrás en el tiempo a cambiar tanta veracidad y abismal sentimentalismo. Dentro de su originalidad, pasó 10 minutos dando vueltas a su cabeza, pensando y repensando sus experiencias, recordando las conversaciones con sus amigos de fiesta, que si es su mejor amigo, que por él daría la vida, esto y estotro. Se vilipendiaba a si mismo, encarnizándose y llegando al punto más álgido, sintiendo vergüenza de si, así como de las palabras, dichas con el mismo empaque, de sus colegas. La verdad es que su borrachera, visto fríamente no tuvo nada de particular. De este modo, rondando y disparando sobre los puntos flacos de los recuerdos, parecía que todo perdía importancia, que la pintura que ocultaba sus ideas más estables y equilibradas, lo que coloquialmente llamaríamos normales, se iba disolviendo con su machaque continuo, trasluciendo poco a poco el cristal y dejando a la luz entrar en su razón.


Saludos, Antonio.

lunes, 5 de mayo de 2008

Sin coño no hay amor.

Sin tetas no hay paraíso ¿no? Pues yo creo que sin coño no habría amor ¿qué sería del amor sin el coño? Nada, ni existiríamos. Pues bueno he pensado escribirle algo al coño, ese órgano que es difícil de describir puesto que pocos adjetivos son tan grandes como para estar a su altura. Diré ya a modo de excusa que a mi esto de escribir de este modo se me da fatal, así que ya me acabo de quitar toda responsabilidad. Ah y no es poesía, no me gusta la poesía, ni la entiendo ni la sé escribir.

SIN COÑO NO HAY AMOR.

Ya está aquí la primavera, que la sangre altera dicen ¿Pero es así?

Oh ardiente primavera, tú hermosura de tintes indefinidos, inspiradora de adoración, pasión, frenesí. Oh vibrante Mayo, tú que de flores me rodeas y de polen me empañas dime ¿ Me negarás el pétalo del amor?.

Oh rosado pétalo de rocío salpicado, eras ya beldad en tiempos olvidados. Olor a jazmin, esmeralda. Estigma encarnado, arrebatador de corazones, ramo de flores que anhelan ser engendradas, deseo hasta del anacoreta imperturbable.

Oh quiero sentir tu delirio, ver mis ojos en tus lágrimas reflejados, tu savia hedonista poder saborear, tus tintes y texturas, tu miel dulce y fresca como el relente de la madrugada.

Oh fragancia deleitosa, que exhala ternura y delicadeza, quiero tener la agudeza, mi pétalo rosado, de intensificar tu olor.

Oh piel tersa, suave y aterciopelada, no degrades tu sedosidad y exquisitez por el dormir de la estación. Limpio e inmaculado tienes que estar, para que pueda acariciar tu rugoso terreno, tus labios, besarte, sentirte, olerte y amarte.

Oh fruta prohibida, abre tu valva, que recoja tus frutos, que fertilice tu chirla, dame tu permiso ¡oh mi amor!.

Oh mi tesoro, por bergantes en islas enterrado, te buscaré hasta exhalar mi último aliento y aunque fallezca en el intento, expiraré pensando en ti.

Oh manjar de los dioses, ambrosía en maná empapado, un bocado de tu carne sería una bendición del más azul y grande cielo despejado. Bello diamante, ángel disoluto entre pieles puras.

¡Oh coño! Tú que mi mente dominas, que te amo sobre todo lo demás, ven a mi para siempre, no me abandones jamás. Pero miento y no me gusta en el amor inventar, sí que hay algo que más amo y es la que entre las piernas te suele llevar.

¡Fin!

Saludos, Antonio.



viernes, 2 de mayo de 2008

Recomendación literaria 1. F. M. Dostoievski "Los hermanos Karamázov".

Iré añadiendo semanalmente algunas recomendaciones de literatura universal. Mis gustos no son muy extensos y de literatura española no he leído prácticamente nada. Hoy he empezado con la regenta, pero no estoy seguro de si continuaré. En todo caso me leo un libro o dos cada semana dependiendo de la extensión de los mismos, así que si alguna semana la lectura no ha sido de mi agrado no lo añadiré.

No voy a criticar los libros, sino a recomendarlos, porque las criticas suelen implicar descubrimiento del tema que se trata y a veces si se explica una trama aunque sea a la mitad del libro este pierde parte de su gracia. No aludiré ni a personajes, ni escenas, ni tramas. Simplemente pondré mi impresión general y ambigua sobre el libro.

"Los hermanos Karamázov" es sin duda una de las mejores obras literarias que me he leído, por todos y cada uno de sus aspectos y de principio hasta el fin. Es muy entretenida en casi todos sus pasajes, los diálogos, desesperación, histeria... aunque tiene partes algo fatigosas, al menos para mí, de carácter muy religioso, ya sean opiniones o acciones, excesivamente largas y cargadas, pero se ve la perspectiva rusa de la segunda mitad del siglo XIX, la lucha de ideas y como confluye el desarrollo científico y ateo en contra del religioso, lo cual las convierte en una necesidad. Merece la pena leerlo, tanto los personajes como la trama como las escenas dramáticas son excelentes. Sobre las descripciones del "escriba del alma" poco tengo que decir al respecto, es su última obra. El honor, el amor al hombre, y otros temas de interés se dan juego (siento no ser más explícito pero puede dar lugar a deducciones). Una obra de calidad indiscutible que me enorgullezco y alegro de haber leído. Quien se la lea, nunca podrá decir lo contrario, aunque sea un profundo ateo.

Sobre la edición: Yo lo tengo de Cátedra y he de decir que no es una buena edición, sobre la traducción no lo sé puesto que no he leído otras traducciones. Continuamente se ven interrogantes sin fin, preguntas que terminan en admiración pero sin interrogante y algunas otras delicatessen. Sé que Alianza lo tiene también editado, pero en dos tomos, lo cual le dobla el precio con respecto a Cátedra. No sé si hay más editoriales que lo tengan en stock.

En resumen, recomiendo fervientemente este libro. Es una obra maestra.

Antonio.

jueves, 1 de mayo de 2008

Sobre el periodismo.

El periodismo es un tema simplemente maravilloso. El cuarto poder lo llamaban los ilustrados antes de la revolución. Ahora, aunque no se conozca de ese modo, para mi tiene una influencia aún superior sobre los otros tres poderes basándose en la libertad de que goza.

Sólo hace falta leerse la prensa de nuestro amado país, comparar diarios como "El país" y "El mundo" para cerciorarse de la alarmante distorsión de la objetividad. Aún por suerte, esta deformación de la realidad no ha llegado en España a los límites que llegan en otros países. Aquí cuales borregos, pasamos a discutir sobre cuantos manifestantes han acudido a una huelga o la interpretación de las palabras de un político. Esto, al fin y al cabo, no tiene una repercusión en nuestros quehaceres y en nuestra vida diaria. Poco varía el panorama por desgracia.

Sin embargo, hay documentales como Zeitgeist, los cuales ya tienen una dudosa ética periodística. Empezaré y acabaré con lo que a la religión atañe. Hace una comparación con religiones que denomina "solares" basándose en los movimientos astronómicos como demostración de que Jesús es tan solo un mito basado en esos movimientos, dandome así a entender que el periodista que lleva a cabo la investigación cree firmemente en el zodiaco. El zodiaco es entendido de dos maneras, una primera es aquella que se basa en la adivinación casi matemática y augurar a corto, medio y largo plazo. Aunque está claro que es una simple invención para aumentar el capital de algunos videntes. Este tema está vigente y lo vemos en diarios de divulgación nacional, televisión etcétera. Un segundo modo de entender el zodiaco es que según la época (día, año) en que se nace, se tiene una base personal determinada, aunque algo ambigua según lo poco que me he podido informar sobre el tema. El caso es que yo, al ser Sagitario tendría ineludiblemente un carácter determinado y unas formas personales determinadas. Igual sucedería con cualquier otra persona. Pues bien, el periodista al mostrar que el sol, la tierra y sus movimientos sobre el zodiaco estelar tienen una influencia innegable sobre las personas, ya sea mediante Moises o por demostración de como las eras han ido padeciendo estos cambios, nos está diciendo que realmente esto es así y que de eso se ha alimentado la religión a lo largo de los milenios. Así que por una parte nos quiere decir que el movimiento del sol y la tierra, tiene una influencia en el carácter o si se quiere sobre el hombre, lo cual sería extrapolable al nacimiento, ya que además hace referencia al nacimiento del profeta como plagio al nacimiento de otras deidades y por otra que esos ciclos cósmicos conciernen inevitablemente al hombre, ya que el cristianismo, esa religión tan expandida, se ha alimentado de ello. Por ende, ya está dando una pista. Debo decir que jamás he visto estudios científicos y de la laboratorio que confirmen esas teorías y no sería difícilmente comprobable mediante test diseñados por profesionales y dirigidos a esos fines.

Por otro lado, insiste en que Jesús es un mito. Yo a priori niego sus milagros, sin embargo según tengo entendido por más de un ateo profesor de historia de la Universidad, el nacimiento de susodicho está documentado. Incluso mi padre, que muchos libros lee sobre el tema y el cual tiene unas ideas religiosas un tanto extrañas (ahora se está leyendo el Corán) también me ha dicho que entre los cientos de libros que él ha leído hay muchos datos que apuntan a su existencia. Hace alusión a un tal Fabio Josefo. No obstante esto pierde fuerza puesto que él mismo admite que se han visto tergiversado sus textos por las traducciones. Naturalmente esto no es refutar, puesto que yo tan solo lo he escuchado de algunos Doctores en historia y de un lector empedernido de libros religiosos y de crítica a la religión.

Luego, nos hace negar la fe cristiana, la cual yo niego de rotundo, pero sin embargo, únicamente la fe cristiana. Sin empringarse en el Islam (aquí me excuso previamente porque desconozco si el sujeto ha rodado algún documental que demuestre las mentiras de Mahoma) o en el Hinduismo. Critica las religiones "solares", pero el Islam no es solar en absoluto y él mismo lo admite al decir que Jesús es el último profeta solar. Si lo pensamos fríamente, la Iglesia si se le da poder, lo toma gustosa y forma una dictadura que indubitablemente es tachable en todos sus aspectos, solo hace falta ver las canalladas que ha hecho y hace. Sin embargo, se dedica a criticar a un señor, que por mucho que lo critique, no van a abrir los ojos aquellos que tienen fe profunda. El caso es que ¿Porqué no critica al Islam? ¿Porqué ya lo odiamos suficiente? ¿Porque no nos afecta de lleno? Claro no nos afecta de lleno si pensamos que los atentados del 11-S fueron obra de los propios Estados Unidos de Norte América. El Islam es fácilmente criticable, claro que lo es, pero no nos afecta. ¿En que modo nos está afectando a día de hoy el cristianismo? Pues a parte de que hay algunos curas con trastornos sexuales graves, poco hay que añadir, pero garantizo que en la sociedad islamista se dan muchísimas más vejaciones y agresiones considerablemente más alarmantes. A mi modo de ver, poco hace el cristianismo a día de hoy y si se erradicase la Iglesia, o mejor dicho, si se limitase a dar misa y obras caritativas, empezando por eliminar barreras morales que se han plantado como la abstención sexual y otras, sería un buen principio y una buena crítica. Sin embargo, eso no es morboso y eso no le gusta al espectador, se antepone el morbo (y el dinero que de este deriva) a la crítica constructiva.

En el morbo está el periodismo. Si lo vemos cada día, el debate de nuestros políticos, morbo puro y duro donde no dicen nada, la prensa del corazón, asesinatos de niños, parricidio, incesto etcétera. Nos gusta el morbo, no lo neguemos. Y para ello, no basta con presentar una noticia absurda a día de hoy, la equiparación de Jesús al sol como demostración de mito, ¡que seca y aburrida suena esta noticia!, sin embargo presentada con un título más atractivo, dando datos que no sé si realmente son fehacientes, ya que no hay bibliografía ni más fuentes que el propio documental y si se presentan esos datos además de modo morboso, con frases dadas para despertar el interés, resultado: ¡Cuanta razón lleva este hombre!. Estas noticias al espectador ingenuo le afectan, al más culto si coinciden con sus esquemas, las incorpora y esboza una sonrisa de satisfacción. Mientras que otros piensan ¿Porque y para qué?

Añado también que hace referencia a algunos de los mandamientos en comparación con unos principios que muestra la religión egipcia y destaca no matarás y no robarás ¡Pero que valiente! Cuando es obvio que en la moral de todo hombre instruido y educado correctamente esos dos principios se hallan inherentes. Por otro lado, no creo que escribiesen ni los mandamientos ni los principios unos incultos surgidos de las cavernas. Añado las ideas de Juan Jacobo Rousseau: el hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo corrompe. En esta frase queda claro algo y es que robar y matar no caracterizan a los buenos hombres, porque por fortuna aun nos queda algo moral en nuestras entrañas. La religión es un modo de liderazgo y poder, ¿Qué sociedad que tenga perspectivas de futuro se basa sobre unos pilares que no incluyan no robarás y no matarás? La egipcia y cristiana, dos que en su tiempo estuvieron tan extendidas, tienen estas y otras como piedras angulares, aunque en Egipto los ladrones fuesen considerados profesionales.

Para finalizar, no niega la existencia de Dios en ningún momento. Habla de él al principio y lo critica claramente por como lo presenta la Iglesia, en ese aspecto también critica a todas las religiones que se basan en el antiguo testamento como el Judaismo o el Islam, sin embargo la existencia de Dios no la niega, sino la interpretación, tampoco niega la existencia de Mahoma y a modo de conclusión no critica tampoco como ha ido poniendo la religión freno al desarrollo humano a lo largo de la historia. Tan solo nos dice mediante dudosos datos, que me imagino son fácilmente impugnables, que Jesús es un mito.

Distorsión de la objetividad es un tema que no me preocupa, puesto que estoy acostumbrado. Lo que sí me preocupa es que se invierta el tiempo en estas menudencias sabiendo de antemano que quien cree no va a cambiar sus ideales, y el no cree lo considerará divertido. Por otro lado, el cristianismo ha ido perdiendo fuerza con el paso de los años, tal vez esto sea una de las últimas estocadas que se le pueden dar, así que en ese aspecto bien. La pregunta es: ¿hay datos que apunten a que esto es incierto? Yo personalmente no puedo presentarlos, pero él tampoco ha demostrado que los suyos sean ciertos. También he de decir a su favor que donde yo lo vi no ponen los créditos finales y ahí tal vez se especifique las fuentes informativas.

Eso sí, considero que el periodismo de divulgación científica todavía guarda un poco sus formas, por fortuna, porque hoy por hoy creo que toca darle más protagonismo a la ciencia en lugar de andar dándole vueltas al misticismo cristiano, o sino inventar otra religión, no será por ideas. Esto por desgracia no es periodismo científico, no salen nombres más que de antiguos historiadores cuyos escrito indudablemente sí que se han visto modificados por las traducciones o por la reproducción manual que era como se hacía antiguamente, esto último ha sido uno de los mayores que presentó la ciencia en el renacimiento y otras épocas, al no haber imprenta, lo traducían quien sabía leer ¿Quien enseñaba entonces? La iglesia y sus monjes eran los educadores, transcriptores y traductores. El nombre de la Rosa da una visión considerablemente correcta de ese problema. Con esto no estoy más que apoyando la teoría de Zeitgeist, sin embargo no tengo que olvidar lo dicho más arriba y considero como ya he comentado que no pretende más que desviar de una religión hacia otras vías que también dependen de la creencia. En todo caso, a mi el documental me ha gustado, lo que hay determinadas evidencias y precipitaciones que a mi modo ver sobraban, en su lugar podría ser una crítica constructiva.

Siento no explayarme más, puesto que hay muchas ideas de las aquí expuestas que se podrían desarrollar mucho más, pero si alguien lo lee, no quiero que se duerma mientras lo hace. Sin embargo, y como siempre, invito al debate.

Antonio.