lunes, 19 de agosto de 2013

Deontología del asistente en la reproducción del caballo.

Me sorprendo a mí mismo con las manos puestas sobre el teclado y aporreando teclas, dando un respiro a las ansias de plasmar en un lugar tan abstracto e inmaterial como internet los dislates que se me van ocurriendo a medida que avanzan las líneas. Deontología, o ética profesional, reglas básicas que deben seguirse en el ejercicio de un trabajo. Me surgen diversas preguntas ¿cuál es la deontología de un mamporrero? Esa profesión - probablemente en vías de extinción, pues me imagino que ya solo los dueños de los equinos se procuran los métodos de fertilización de las yeguas- me intriga tanto que siempre, cuando busco respuestas a las preguntas que brotan súbita y esporádicamente sobre el mundo del trabajo, termino realizando comparativas con un empleo tan noble como el de sujetar los descomunales aparatos de los garañones. Un arte tan antiguo como loable, debe constar de una deontología básica, que debe marcar las líneas principales de actuación, en detrimento de la simpleza del pueblo llano y sus creencias falsas e indiferencia ante tal actividad. A grandes rasgos, podríamos mostrar un listado de reglas deontológicas propias de un mamporrero que, sin haber ejercido la profesión, me atrevo a enumerar, no sin antes pedir disculpas de antemano por si me dejara alguna en el tintero. Siendo así, algunas normas morales del fertilizador de yeguas sería:

 -No se forzará a una relación sexual si la dama no está en clara disposición.

 -No se realizará discriminación por raza, tamaño, color, tipo de crin, caché, estética, historial de carreras, estilo o cualquier otro aspecto que suponga una desventaja por tratarse de un tipo de caballo concreto.

 -El punto anterior quedará completamente anulado si el dueño del caballo lo considerare oportuno. 

-Ante la imposibilidad de penetración por disparidades entre el tamaño del agujero y el cachivache a insertar, no se utilizará la fuerza. En todo caso, siempre que la evaluación resulte favorable, se intentará dilatar previamente con instrumentos o productos al efecto.

 -Siempre se utilizarán guantes.

 -Si se produce un gatillazo, se intentará que se reactive la máquina.

 -Si no existen hembras cercanas, pero se observa al macho alterado y cercano al desboque, se le tranquilizará realizando un brusco masaje en sus partes.

 -Se debe ayudar al semental en el caso de que se vean dificultades en las embestidas.

 -Si no se produjera un embarazo, pero se está seguro de la fertilidad de los animales, se volverá a intentar pasado el tiempo que se estime adecuado.

 -Deben aplicarse las medidas de higiene necesarias para que no se produzcan infecciones vaginales ni el pene.

 -No se dañarán a los animales en el proceso: la salud de los animales es absolutamente prioritaria. 

-Siempre se guardarán la formalidad, la tranquilidad y la entereza ante las dificultades que puedan presentarse en el proceso.

 -Se vestirán con telas resistentes y adecuadas los lomos, vientre y todas aquellas partes que puedan dañarse cuando el macho monte a la hembra.

 -Es válido y recomendable utilizar un vocabulario campestre y desprovisto de sofisticación y tecnicismo, pero siempre haciéndose entender y guardando el respeto por el cliente y los propios animales.

 Y con estos puntos podríamos dar una estructura a la deontología profesional del mamporrero. Si alguno por una fatalidad de la vida diera con este blog, espero lo tome como un homenaje por una profesión tan encomiable como denostada por niñatos de papá y periodistas finolis y calamitosos, que emplean esta actividad económica como forma de insulto soez contra aquellos que se encapricha la veleta del tiempo.

lunes, 12 de agosto de 2013

En las sombras se produjo el renacer.

¡Cómo han cambiado las cosas desde que escribí una última y frustrante entrada, como el último cartucho de un soldado agazapado, en una época en que la desesperación hizo presa de mí y dominó hasta la más ínfima de mis acciones! ¿Felicidad? ¿Quién podría hablar en tales términos? En el trabajo, tuve el descaro de afirmar que la felicidad es una forma de resignación y, para ser de puro improviso, la considero una afirmación muy acertada. Ahora, con un empleo bien remunerado, y procurándome una segunda titulación universitaria a base de sacrificar otros aspectos considerados necesarios en nuestra sociedad -emparejamiento y reproducción, la gran asignatura pendiente- no me atreveré a decir que proseguiré con la redacción de entradas. Aunque no será porque carezca de voluntad. Mi naturaleza haragana tantas veces me impide trazar una planificación para adquirir hábitos saludables, que bien pudiera decirse que si las cosas no marchan mejor es porque a mi no me ha salido de las zonas pudendas. El continuo trato humano, con individuos de toda clase y condición, que me proporciona mi trabajo, resulta en un filón casi inagotable de recursos para comentar a través de este blog. Si a esto le sumo los dislates que se producen diariamente en nuestro país, dispongo de una cantidad inconmensurable de información la cual puedo interpretar a mi antojo. Y aclaro: la manipulación es inherente a la interpretación, lo cual no significa que se cometa un acto tan despreciable ex profeso. Ah, cuánto tiempo sin disfrutar del placer de la escritura libre, alejada de la zafiedad y el academicismo, de lo políticamente correcto, de los eufemismos barateros. Sucios tecnicismos, abandonadme durante los pocos minutos que dedicaré a desbocar sobre estas páginas mi carácter más auténtico, protegido por la intimidad que proporciona el estar seguro de que, transcurrido tanto tiempo, los escasos lectores se habrán olvidado de la existencia de esta página.