lunes, 12 de agosto de 2013

En las sombras se produjo el renacer.

¡Cómo han cambiado las cosas desde que escribí una última y frustrante entrada, como el último cartucho de un soldado agazapado, en una época en que la desesperación hizo presa de mí y dominó hasta la más ínfima de mis acciones! ¿Felicidad? ¿Quién podría hablar en tales términos? En el trabajo, tuve el descaro de afirmar que la felicidad es una forma de resignación y, para ser de puro improviso, la considero una afirmación muy acertada. Ahora, con un empleo bien remunerado, y procurándome una segunda titulación universitaria a base de sacrificar otros aspectos considerados necesarios en nuestra sociedad -emparejamiento y reproducción, la gran asignatura pendiente- no me atreveré a decir que proseguiré con la redacción de entradas. Aunque no será porque carezca de voluntad. Mi naturaleza haragana tantas veces me impide trazar una planificación para adquirir hábitos saludables, que bien pudiera decirse que si las cosas no marchan mejor es porque a mi no me ha salido de las zonas pudendas. El continuo trato humano, con individuos de toda clase y condición, que me proporciona mi trabajo, resulta en un filón casi inagotable de recursos para comentar a través de este blog. Si a esto le sumo los dislates que se producen diariamente en nuestro país, dispongo de una cantidad inconmensurable de información la cual puedo interpretar a mi antojo. Y aclaro: la manipulación es inherente a la interpretación, lo cual no significa que se cometa un acto tan despreciable ex profeso. Ah, cuánto tiempo sin disfrutar del placer de la escritura libre, alejada de la zafiedad y el academicismo, de lo políticamente correcto, de los eufemismos barateros. Sucios tecnicismos, abandonadme durante los pocos minutos que dedicaré a desbocar sobre estas páginas mi carácter más auténtico, protegido por la intimidad que proporciona el estar seguro de que, transcurrido tanto tiempo, los escasos lectores se habrán olvidado de la existencia de esta página.