viernes, 28 de agosto de 2009

Memoria final, personal e íntima de "Reforç a l´estiu".

En virtud del fin de contrato que interpreto como fin de verano 2009 para un servidor, estaba pensando en hacer una crítica severa de los aspectos que he considerado defectuosos, y en consecuencia mejorables, del curso. Habría profundizado en consideraciones estrictamente educativos: de organización, de planificación, de evaluación, recursos... Pero además de ser prolijo y tedioso de leer, también resultaría oneroso de escribir, y eso es algo por lo que no me apetece pasar ahora mismo. Ya estuve hace dos días haciendo una memoria que se enviará a organismos oficiales, en la cual creí oportuno incluir un gran número de sugerencias, protestas, críticas mordaces y benévolas, recomendaciones de los caminos que habría que continuar y de los que habría que desviar. Un auténtico palo. Con una jerga que me da algo de repelús utilizar, pero que es irremediable para documentos de esta índole; y además escrita en catalán, lo que me lleva mucho más tiempo si he de revestirla de ese estilo profesional. Acabé, después de varias horas, decepcionado con el resultado, con la cabeza que me retumbaba y teniendo por la noche sueños tan ridículos como el siguiente: el instituto estaba en obras, llega la coordinadora y se pone a elaborar hormigón para reforzar una columna, de una forma tan inútil como depositarlo en la base a modo de rodapiés. Yo, como he trabajado algunas veces con mi padre en la obra, me ofrezco de peón de albañil y recuerdo al detalle una montaña enorme de arena, piedras y cemento, y a un servidor picando para rellenar la espuerta, luego lo llevaba a una hormigonera, que de hormigonera tenía más bien poco, era una plancha de acero inoxidable, lisa, donde ubicaba el material y caía un chorro de agua para la mezcla. A continuación el sueño dio un vuelco inesperado, donde aparecía Nikky Cox y yo era una especie de observador imparcial invisible. Le timaba un camello en un local de Streep Tease. Luego, en una glorieta en mi pueblo, la señorita Cox infringía de nuevo la ley mediante descortesía a unos peatones en un paso de cebra, alguien se lo recriminaba y aparece la policía y la multa. Lo último que recuerdo es a la bella Nikky Cox (antes de operarse la cara, naturalmente) sentada en un sofá, rezongando pero aliviada porque recibía una botella de alcohol de no sé quién. Me desperté, no con sobresalto, sino sitiéndome algo absurdo por los sueños que había tenido. Notaba todavía una ligera molestia en el occipital, el cerebro producía una actividad vertiginosa. Todo eso lo había soñado en poco más de una hora, es algo que no me suele suceder, ya se sabe lo que pasa con el espacio-tiempo en los sueños.

Pues bien, dejándome ya de digresiones, me centraré en el tema que me ocupa. Me circunscribo, a modo de conclusión del trabajo veraniego, a aspectos exclusivos de relaciones humanas, según mi percepción, y solo en las que yo he estado implicado plenamente. He visto como se creaban grupos sociales previsibles entre alumnos, he observado procesos discriminatorios, de rechazo, las tendencias idiosincráticas y su repercusión en los hábitos que van adquiriendo, la prospección que se puede aventurar del futuro de los alumnos en el sistema educativo en función de su actitud y aptitud, los desprecios que se profieren contra determinados colectivos, el fortísimo y patético influjo de los medios de comunicación (especialmente series de televisión y revistas para adolescentes) en los gustos de gran parte de nuestra juventud, las dificultades de memorización en los alumnos que presentan una conducta más problemática e irrespetuosa (curiosamente, suelen ir unidos) y los conflictos que se crean entre las distintas personitas que tenía a mi cargo, incluso entre grupos hay cierto rencor que a mi modo de verlo surge de forma natural, y principalmente motivado por la falta de un juicio propio y acertado de su estado de madurez; normalmente se creen más maduros por el hecho de fumar, salir de marcha, haberse emborrachado alguna vez, haber follado, haberse besado. Perplejo es como me he quedado por lo avanzadas (sí, digo avanzadas, entre todos los adultos del centro hemos convenido que las chicas mucho más que los chicos) que están las chicas en el tema sexual. Con 13 años, algunas ya han probado ese adictivo pastelillo en más de una ocasión. Bueno, según dicen. Por el modo que lo cuentan alguna verdad encubre y añádasele que algunas de sus amigas van y lo corroboran, y además las oportunidades se habrán presentado en las chicas a las que estoy haciendo referencia; esto, por supuesto, no es generalizado, son casos muy puntuales, en lo global no es así, pero hay determinados comentarios de niñas que realmente desconciertan. En lo referente a los varones, siguen la norma, si bien parece más tardío, a los 15 en todo caso. Sus chistes y bromas son más obscenos, más groseros; me dejó estupefacto que uno me hablara abiertamente del Bukkake. Asimismo, no creo que ninguno de mis alumnos hubiera mojado el churro todavía, y si lo hubiera, sería uno a lo sumo. Pero como digo, nada de esto interesa al fin y al cabo, son asuntos baladíes, existen hoy por hoy suficientes medidas de prevención de embarazo y de enfermedades venéreas como para ponerme aquí a dejar caer una diatriba conservadora que ni comparto ni apruebo. El sexo, la forma por antonomasia del placer más reconfortante, acrecenta el autoestima, estimula una vida plena, ayuda a olvidarse de los problemas que nos acucian, entre otras muchas ventajas; que yo no haya disfrutado de su sabor hasta mucho tiempo después de los 14, no quiere decir que no lo hubiera anhelado, y que aún hoy siga lamentándome de no haberlo hecho tan pronto y de no poder gozar de sus carantoñas cuando me apetezca no significa que sienta envidia por los que sí lo pueden. Hacen bien esos chicos y chicas.

Bien, ya que somerante he resumido los puntos en los que no voy a profundizar, toca ahora analizar la relación alumno-profesor y profesor-profesor. Es un tema delicado, que a mi entender ha conllevado muchísimos problemas para el aprendizaje aunque también ha generado situaciones alentadoras. Comenzaré con la relación profesor-profesor. Esto que voy a escribir quizás sea un poco empalagoso, porque ha resultado excelente en todos sus aspectos; hasta el momento no pensaba que pudiera existir un ambiente laboral tan complaciente como el que he vivido este verano. Demos gracias al señor, pues al fin ya no es lo de estar con compañeros chismorreando a tus espaldas, ni delatores de pecados ajenos o ficticios al jefe, ni con conflictos laborales donde nadie quiere hacer lo de aquel porque se acostumbra y cada vez trabaja menos, y luego se crea esa sensación de que realmente sí que se está haciendo trabajo extra, y rechista por todo y al final el clima laboral es una porquería insoportable y transforma al trabajo en una puta obligación a la que se asiste a regañadientes. Este verano todo ha sido muy distinto, y se debe, principalmente, a los compañeros (parto con la condición favorable de que ninguno de ellos va a leer esto, de lo contrario, no lo escribiría abierto al público o sería mucho más escueto y comedido: no, no es porque vaya a ponerlos verdes). Aquí, si tengo que destacar a alguien es, indudablemente, a la orientadora, no es ya por su belleza (que es hermosa a más no poder, y cuando te habla con su voz celestial te topas con unos mofletitos mullidos y un tez dorada inconmensurables, con un cabello rubio, rizado, largo, tupido, sin tintes ni artificios de peluquería, y sus finas cejas parecen una obra de arte de maestro escultor, y sus oscuros ojos que, cuando esboza su deslumbrante sonrisa, les surge esa pequeña bolsa debajo que da una sensación tan entrañable. Es muy golosa, le encanta el dulce y en especial el chocolate y parece ser de esas personas que aprecian el buen comer, pese a todo conserva una silueta despampanante) pero belleza aparte, ha facilitado considerablemente la tarea de los profesores, porque como se encargaba del aula de estudio, tenía que ayudar a los alumnos en todas las asignaturas, para ello ha pergeñado esquemas, dispuesto algunas actividades y ha llevado al día las asistencias, entrevistas y todo el papeleo de organización. Ha resultado una labor brillante. Además es una chica sumamente inteligente, modesta y trabajadora. Es una máquina, una de esas personas que no tienes más remedio que limitarte a admirar, que cuando piensas en ella durante la soledad te frustras por no poder tenerla siempre al lado, siendo acompañante de tu siniestra y abrupta travesía vital para que te allane el camino; cuando la ves, el halo místico que la nimba te obliga a olvidarte de los sentimientos e intentar hacer algo para que no se olvide de ti, para devolverle el golpe, porque bien sabes que permanecerá perenne en un pedestal de tu memoria. Total, una mujer 10, que sin ser más explícito, no me explico como expuso hace poco como lo que es ya su expareja se comportó de forma deleznable y pueril antes de romper, todo es una sinrazón, buscar justificarlo será infructuoso, tan solo brota este consolador axioma de cualquier reflexión: HAY GENTE MÁS GILIPOLLAS. En cuanto a la profesora de catalán ha resultado ser una chica que siempre conseguía arrancar unas risillas con sus expresiones y con su forma de relatar. Enamorada, viajera, alegre y siempre de buen humor, domina varios idiomas con una soltura digna de elogio, está metida de lleno en su segunda carrera y siempre anda preocupada por sus responsabilidades más inmediatas, si bien no actúa en consecuencia con la constancia y aplicación que debería (por ejemplo, en los estudios). Se erigió un poco como el ogro para los niños entre todos los demás profesores, así que asumió el papel de mal necesario. En todo caso, realizó un trabajo más que correcto. El profesor de matemáticas me pareció un poco más retraído, pero que con los niños ha logrado conectar y crear buenos vínculos, no con todos, pero sí con la mayoría. Ha sido capaz incluso de hacer que algunos jóvenes se motiven por las matemáticas y que se marquen como reto aprobar esa asignatura como algo personal y no forzado por la presión a la que pueden someterles sus padres. Eso es fundamental no en exclusiva para lo más inmediato, sino para lo mediato y lejano. En cuanto mi relación con ellos, sin duda ha sido más estrecha, cosa rara, con las dos chicas, o así me lo ha parecido. Poco a poco noté como ya no charlábamos durante las horas del patio de temas estrictamente laborales y de trayectoria profesional y educativa, sino que nos metíamos en temas más personales, derivando por lo tanto en una amistad incipiente, que por tiempo, distancia y lamentablemente no llegará a más que eso, a un inicio de amistad. Si tuviera que hacer un compendio de todos nosotros, podría alargarme bastante, me conformo con lo siguiente: Hemos sido buenos profesores y compañeros.

La relación alumno-profesor es más delicada, precisamente porque carece de uniformidad, pero intentaré ser generalista en detrimento de resaltar las excepciones. De paso no me extenderé demasiado. Antes de nada, hay que esclarecer algunos aspectos que, a mi juicio, son piedras angulares para comprenderlo como algo global y no reducido a unos pocos. Primero, los alumnos son alumnos que han suspendido, pero no por ello son unos macarras descarriados. Segundo, hay una gran diferencia evolutiva tanto física como cognitivamente entre los alumnos de primero y segundo de ESO, sin embargo la relación ha sido ostensiblemente similar. Tercero, hacía mucho calor y eso ha incidido sobre el carácter de los alumnos (salvando las distancias, no hace falta que recuerde que Raskolnikov mata en un día muy caluroso, al igual que el protagonista del extranjero). Cuarto, por primera vez en su vida, un verano asistiendo al instituto, mientras que los compañeros que han aprobado están en el aquacity, desperdigados por las calles ideando travesuras, practicando la pesca submarina, perfeccionando su habilidad con el Pro evolution soccer, visitando a su familia lejana o tomando algún refresco en un chiringuito de la playa. Quinto, no nos perciben como sus profesores, más bien como unos tipos jóvenes que han llegado para ayudarles a aprobar en septiembre, e inermes ante conductas que en su instituto sancionarían sin titubear ni sopesar métodos de permanecia en contraposición a las medidas que se aplican: de efecto efímero y vengativo. Sexto, a mí me gustaría haber tenido métodos de ese tipo, aunque no los hubiera aplicado más que en último término, razones he tenido más de una vez para expulsar o contactar con los padres, no obstante he preferido torear yo mismo que tener que acudir al que debería ser el último recurso. Pues bien, creo que con esto es suficiente para comprender hasta que punto ha llegado el nivel de confianza con los alumnos. Naturalmente, cuando hay cierta complicidad se liberan, permitiendo que su carácter les domine y las normas de respeto al profesor, así, alguna vez se han soslayado. En otras palabras, que se han propasado a veces. Esto es excusable (por los puntos expuestos) y no es algo que ninguno de nosotros haya sentenciado de ningún modo: la procesión iba por dentro. Aunque yo por lo menos he perdido varios días en momentos concretos los estribos, ha sido algo realmente fugaz, cosa de un minuto y debo decir que es absolutamente pasajero, luego todo vuelve a su cauce, los alumnos vuelven a despistarse y a irse por los cerros de Úbeda ¿Qué podía hacer? No me molestaba tanto que a alguno se le escapase un capullo como que no trabajasen y que tuvieran las tareas encomendadas por su instituto tan alarmantemente retrasadas. Realmente la permisividad conductual no creo que tuviera una influencia palpable, y con sus profesores de instituto no creo que exhiban un rendimiento mayor. Hay alumnos que si no estás encima suya constantemente no hacen nada, y si lo estás trabajan muy lento, porque son como tortugas, tienen unas lagunas notorias en las bases y eso tiene su manifiesto en el comportamiento. Pero bien, aparte de ellos mismos, la impresión recibida ha sido satisfactoria, no me atrevería a decir que beneficiosa, pero por la sensación que tengo, sé que me han dejado una bella marca escrita con pluma sobre mi alma.

Ahora mismo la nostalgia me embarga, y tengo que perderme por los mundos literarios de una mujer (Carson McCullers) para olvidarme entre un café triste y bodas de la añoranza que ya comencé a tener antes de comenzar el que fue mi último día. Soy un sentimental en ese aspecto, siempre que sé que voy a ver alguien quizás por última vez tengo esa tristeza impera sobre lo demás, y tantas veces me desconcentro de mi tarea inopinadamente, recordando una situación, fantaseando sobre lo que podría haber hecho o dicho ante esa niña que se rió de mí por afeitarme la barba (le podría haber dicho algo sobre carnicero, el día anterior le sugerí un relato en que se enamoraba de un carnicero y se iban como tortolitos a cazar elefantes a África), pensando en el futuro de esos chicos, sabiendo que algunos de ellos tampoco me olvidadarán y, ante todo, siento intensa melancolía por mis compañeros, con especial mención ante esa gran mujer, porque aunque la semana que viene vayamos a hacer una cena sinónima de fin total, esto se me queda para el recuerdo, para siempre, porque ha sido una experiencia única, y porque me voy con el convencimiento de que fuimos buenos profesores.