jueves, 20 de agosto de 2009

Con los pies en el suelo.

En fin, comienzo a estar un poco harto. Mejor comenzaré desde el principio. La conocí y a los pocos días estaba hasta los huevos. Me aburría demasiado y por eso pues regresaba como la burra con el trigo. Digamos que se habían juntado muchas cosas: pocos créditos para terminar de una puta vez, el cenit de mi adicción a los videojuegos, la escapada de una etapa semidepresiva leve (o sea, puro cuento, también le llamo a veces holgazanería sin tregua), la soledad y mucho tiempo sin meterla en caliente, inocencia e ingenuidad, idiotez y, como no, querer demostrarme que puede haber alguien a quien pueda interesarle un insecto como yo. Adelantaré algo, todo eso lo superé, salvo la inocencia, ingenuidad, idiotez y el tiempo sin meterla en caliente (ahora me refiero de gratis, aunque algunas son más caras que las putas).

Me tiraba horas delante del ordenador jugando como alguien a quien le han propuesto echar ahí el día para ganarse el pan y las habichuelas. Lo que pasa es que yo, realmente, no ganaba una mierda. Por decirlo todo, no es que no ganase, es que tampoco perdía, y eso sí es jodido. Al menos cuando se pierde haciendo algo y en ese algo se puede ganar algo material y palpable o útil es que también se puede perder. Pero es que aquí nada de nada. No eres ni un perdedor. El quid de la cuestión se encuentra en el establecimiento por los usuarios de categorías jerárquicas débiles según de la vestimenta del personaje, y el atractivo está tanto en la apariencia como los atributos que otorga ataviarse con un objeto concreto, para promocionar en esas categorías (que no son estrictas, sino informales) había que trabar relación y agruparse con gente que controla. Las categorías no es algo que sea parte de las reglas del juego, ni mucho menos, es cosa de los usuarios, digamos que su aportación al juego. Efectivamente, los programadores lo idearon para que esa especie de rangos surgiera. Me metí en un clan. Un clan es un grupo discriminatorio en función de las características del jugador, y que está compuesto por tíos y tías admitidos que se hacen colegas y compiten entre ellos amistosa y quedamente, luego se citan a alguna hora (hay que ser puntual y llevar objetos costosos que se consumen, pero necesarios, sino ¡A tomar viento!) hacen un grupo numeroso, van a la caza de espectaculares jefes de mazmorra, todo muy organizado, y cada uno se emociona viendo subir sus puntuaciones. Quien dedica más horas es quien suele salir victorioso y participa más en las actividades del clan; el casual, como lo llaman para humillar, se suele quedar fuera si hay algún pro que pueda sustituirle y tenga algún interés en ir al evento. El primero juega esporádicamente, el segundo antepone el juego a lo que haga falta. Es muy común ver a alguien lamentarse por no poder implicarse tanto cuanto querría con el clan. Siempre es algo altruista, él nunca lo hace por interés propio, es, por supuesto, por sus compañeros y porque se divierte. Los cojones. Vale, confieso que sí, las recompensas existen, pero muy caras para lo que producen. Vamos a ver, esto será rápido: juega 10 horas al día y en una semana, con suerte, tendrás un objeto de los 12 ó 14 que se puede equipar tu personaje. A veces había que esperar hasta un mes para una implementación mínima. Lo peor era cuando después de tanto esfuerzo ibas a una actividad con el clan y te cambiabas el objeto. Es como preparar con esmero una paella y cuando está cocinada ver que tus comensales se han largado. La sensación es exactamente igual, te quedas con cara de gilipollas. Pero si por falta de puntos para llevarte objetos un tío se te adelanta y se lo lleva él, es como si en lugar de irse, los comensales se comen la paella mientras tú friegas los cacharros que has empleado mientras reposa. Ahora piensas ¡Hijosputa! Total, que vives soñando con el videojuego, es parte de ti, más aun que tu propia vida. Recuerdo como en las pocas clases de Universidad a las que asistía me quedaba abstraído con provechosos itinerarios y rutas mentales para esa misma tarde. Incluso faltaba a clase porque prefería quedarme en el coche asado de calor, tumbado sin llegar a dormirme para que mis sueños pudieran estar controlados y, coño, que era como si estuviese jugando. Pasé así varios años. No creo que sea necesario ser más explícito, se sobreentiende. Entonces apareció esa cosa.

Después de deambular por el mundo virtual y de varias tentativas con diversos clanes, parece que me asenté y que hallé mi nuevo hogar: mis nuevos y acogedores amigos, aquellos tíos a los que llegué a darle más importancia que a los de la vida real. En cierto modo, no sé hasta que punto fue positiva esa inclinación. Me parece que ellos tampoco estaban pasando por una buena época. También tenían otros vicios. El mío era más sano y costaba mucho menos dinero, aunque mucho más tiempo. La calidad de un clan se mide por el carácter de sus miembros, por su presencia, su avance y el trabajo realizado por los integrantes. Por ejemplo, tener una página web es fundamental para un clan con nombre. Lo de la página web es muy funcional. Aparte de una comunicación asíncrona y más individual, íntima y personal ya que puedes explayarte, también vale para comunicar estupideces, como puerta para el recuerdo y para que perros sin collar dejen lo que llaman apply, a ver si los aceptan después de un detallado e inmaculado mensaje donde relata desde cada datos de su personaje y trayectoria hasta su trabajo y edad. Un currículum vitae del juego en pocas palabras.

Fue através de un mensaje de este tipo como llegó a mis oídos que una tía solicitó el ingreso al clan. Por lo visto su avance era muy superior al nuestro. No tenía mucho sentido que una persona así entrase en el clan, sus expectativas de mejora debían ser inexistentes. Yo pasé un poco de todo, pero un día me dio por echar un vistazo al subforo abierto al público y vi un mensaje de la tía. Decía que no podía entrar por no sé qué historias de que estaba en otro servidor y que no le dejaban migrar. Total, una patraña. Pero la verdad, cuando acabé de leer el mensaje me fijé en la firma que tenía y era una foto supuestamente de ella. Estaba realmente buena, y era muy guapa. Eso sí, entremezclaba abreviaturas en inglés, con frases un tanto extrañas y simplonas y alardeaba de uso de la ironía tan sardónica que perdía, precisamente, su ironía, ese modo de escribir me pareció un tanto repugnante, daba la sensación de algo artificial y de persona que le urge potenciar sus recursos expresivos, además que ya de primeras daba una imagen de calientapollas deslenguada y zorrona que le gusta exhibirse, que se jacta de sus bienes materiales como el coche, ese tipo de mujeres que por ser tan superficiales se ha vuelto tan grande su fatuidad respecto a sus posesiones que llegan a excitar como algo natural. Pero estaba realmente buena, y era muy guapa. Me dio por contestar el mensaje cuando protestó porque nadie le había respondido, lo que denotaba ya unas ansias de protagonismo algo febriles. En mi mensaje no aportaba nada, porque ciertamente sus dos mensajes carecían de contenido que diese juego a algo, sin embargo, entre esas frases vacuas puse un piropazo. No me acuerdo de cual, pero armó bastante revuelo, hasta el punto de que una chica compañera del clan me increpó que un foro no es sitio para ligar. Creo que estaba celosa porque a ella también le decía piropos, con la única diferencia de que ni en foto la había visto.

El caso es que fue así como la conocí, hasta el momento no había escuchado su voz, y precisamente eso le daba morbo al asunto. Hay que vivirlo para experimentar ese sentimiento de incertidumbre. Pero para vivirlo, también hay que ser un auténtico inepto que quiere demostrarse que puede haber alguien a quien pueda interesarle un insecto como él. Yo era de esos, muy solitario, casi adicto al onanismo. Estaba jodido. Otro día continuaré.