lunes, 17 de agosto de 2009

Un texto cubierto de polvo.

Estaba mirando hoy la miríada de escritos heterogéneos que se alojan en mi ordenador desde hace ya varios años. Muchos de ellos ni me acuerdo del porqué los escribí ni de cuando ni de si tenían algún tipo de finalidad. Hoy he encontrado uno del cual ignoro la fecha. Como muchas veces los dejo guardados en el propio word, dándome la opción de memorizarlos, tengo una columna a la izquierda con unos 12 textos por memorizar desde hace así como 6 meses. Bueno, hoy he visto un texto que me ha gustado, la ventaja de leerlos después de tanto tiempo es que tienen un carácter más objetivo que no si te los lees y relees y piensas que has escrito una mierda, porque como con las canciones llega a hartar escuchar siempre lo mismo, igual sucede con la escritura. Al final termina siendo nauseabundo. Me imagino que eso pasó con este texto y que por eso no seguí con algún relatillo corto que habría ideado. Ahora me he fijado, consta como de dos partes, la primera que es la que publico aquí no tiene ningún fundamento; la segunda, en la que la voz de un profesor se rige como protagonista, tiene como 6 páginas y está sin terminar. Ni la he leído, creo que trataba de un profesor que, decepcionado con la vida, pica en un suculento cebo de pederastia incitado explícitamente por la menor, pero a medida que iba elucubrando como llega a ese lamentable punto, el alcance de la idea se me escapaba de las manos. Naturalmente estaba muy lejos de haber logrado ni siquiera acercarme hasta esa parte de la narración. Bah, que más da, dejo aquí la primera parte del texto sin revisar, puramente como salió, de la segunda no dejo nada porque parece totalmente narrativa:

Decepción, abatimiento, vacío. Mi espíritu se consume como la madera de una cerilla, y no hay nadie que apague la llama. Sí, habré sufrido mucho, habré visto a las nubes cernirse sobre mí justo cuando parecía existía un añil cielo abierto hacia el éxito moderado, y no habré conocido el amor. Enfurecido no es palabra, es rencor, rencor por placer, finalmente el rencor me ha subyugado, ansias de venganza. Desesperanza, el motor que movía mi vida se ha parado, ya solo quedan los órganos que me mantienen vivo, puedo moverme, puedo correr, puedo pensar y puedo escribir. Y eso es todo lo que me queda, nadie me apoya, nadie me consuela, nadie osa a pasar el tiempo conmigo. Miro al frente y no veo más que un oscuro abismo de deseos desvanecidos, el color de un alma paupérrima cada vez más traslucido, el hedor de una muerte viva que por perseverancia sigue en esta vida. Vida infame, vida abyecta, donde el valor ya no tiene utilidad. Las horas pasan, los vientos soplan y el goteo de mi grifo es el único sonido que me recuerda mi condición de humano en este lugar sórdido y desordenado. El orden ha pasado a un segundo plano, la limpieza y la higiene ya no es premisa, la salud se puede esfumar como lo han ido haciendo tantas oportunidades en mi vida. ¿Qué cuidado propio va a tener un hombre que no tiene motivación de vivir más que por venganza, con la sangre hirviendo y congelándose al palpitar mi corazón? Por ese precio que deberían pagar todos aquellos que han buscado mi ruina material y espiritual. Y cómo llevar mi venganza, no hay método factible, no soy un asesino, me degradaría al mismo nivel de ellos y no se me ha concedido ningún poder ni talento para acabar cuanto me he propuesto. Oh, falsedad inmunda, quimérica fruición, subrepticia realidad, tantas veces he visto cuadros abstractos que solo a ellos puedo equiparar la realidad mundana, tan perfectamente ideados por el artista, que nunca los ingenuos amantes del arte han sabido interpretar. Tú posiblemente ames al mundo, te gustará ese cuadro, pero no sabes que entraña en su interior, eres incapaz de esclarecer su significado, y si lo consigues tal vez te traten de loco mezquino. Quizás se deba a hipocresía, o una pasividad de acción en lo que de verdad importa. Pero ¿Es que nos dan libertad de acción? No logro hallarla entre tantas luces, monitores, teléfonos, coches, trabajos inanes, partidos de fútbol, drogas, leyes, política y memorizaciones. Atados, sujetos por hilos tecnológicos, y por prestidigitadores de buena elocuencia, el hombre bueno es el que dedica su vida a los demás, cuando no atisba su contribución al continuo péndulo que demasiado hace ha dejado de oscilar. No eres tú quien tenga la culpa de mi tormento, solo eres una hormiga que forma parte del hormiguero, yo he optado por escapar de la prisión de alta tensión y asir pluma y lápiz, pues mi único modo, el único modo de defenderme de los que tanto me han perjudicado y denigrado a lo largo de los años, para encumbrarme entre los desprestigiados y apedreados enemigos de la sociedad. Y lo han conseguido, soy un enemigo pequeño, con pocas armas, con poco talento, y quizás con una inteligencia no demasiado desarrollada. Pero ahora, ahora que queda tan poco, que no queda más que un vestigio de lo que antaño fue un hombre, ahora que el fuego arde con tal ímpetu que se ha vuelto irrefrenable, ahora es cuando os empiezan a quemar los dedos, ahora sentiréis las consecuencias de mi angustia, ahora averiguaréis el porqué de ese asco que se ha ido gestando con el andar del tiempo finalmente ha nacido.