sábado, 4 de abril de 2009

Política de estercolero.

Ayer me fui a acostar con una idea política en la cabeza. Mi idea es que la política es una ciencia que este país me ha hecho detestar, principalmente por sus analogías con la ingenuidad y estupidez de sus adeptos, y por la hipocresía y demagogia de sus líderes.

Me resulta divertido ver a los "analistas políticos" soltando grandiosos comentarios del día a día, pero como cualquier tipo de humor, termina cansando el mismo formato; dan su opinión, muchas veces acertada -pues es una evidencia, una perogrullada- y otras veces, ofuscados por sus tendencias ideológicas, entusiasmados con determinadas medidas, están felices, cuando son medidas favorables para una minoría nimia. Esos son los mejores. Los que tienen una propensión ideológica. Me encantan. Me encanta escuchar a ignorantes redomados que se piensan que la política que desarrolla su partido es mejor que la de ese otro. ¿He dicho desarrolla? Mejor vomita. Es algo mecánico, no está planificado, viene así porque no hay otro modo. Es como un vómito involuntario. Sabe mal, huele mal y hace sentirse mal.

Hace años confié algo en la política, me compraba el país y el ABC a diario para contrastar opiniones, y la verdad es que mi vida no cambió en absoluto, de hecho no aprendí más que el siguiente axioma "La política es una mierda, no hay variaciones de partido, cada cual se arrima el ascua a su sardina" Y si la derecha debe apoyar sindicatos lo hará, y si la izquierda debe amparar al empresario, gustosamente le tenderá su mano. Se mira el voto, y no la política ideológica. Nuestro país carece de ideas, y cuando surge una, como por ejemplo el nacionalismo, se critica, se les pinta o de fascistas o de extremistas. Para colmo otras ideas un poco ya desfasadas (o erróneamente enfocadas, como se quiera), como el feminismo, se van a buscar setas y terminan cogiendo caracoles, cuando son vegetarianos por respeto a la vida (de los animales). El caso está en que este país poco a poco se va transformando en un cabeza hueca, precisamente porque los que lo lideran son unos cabezas huecas conducidos por señores de cohiba y coñac prohibitivo.

Cojamos la constitución, démosle una patada en el lomo, echémosle un poco de diesel y encendamos una cerilla. A continuación acérquese la cerilla al sagrado libro y ¡Pum! Se quema. Esto no es aconsejable, sin ella yo no podría estar escribiendo esto, me vería limitado. Exceptuando las numerosas ventajas que nos presenta esa biblia de la democracia, las cuales despacharé de un plumazo (libertad) no veo demasiadas diferencias con el estado español de hace 35 años. A decir verdad la única discrepancia que observo es que el otro nos censuraba y nos limitaba, amén de que estaba como líder impuesto (esto según dicen). No iría a vivir en esa época ni harto vino, de hecho fue una vergüenza. Ahora tenemos la ventaja de poder elegir al líder. Pero la situación política no es tan distinta, entendiendo a la política como un ente económico. Espero que no se me confunda, no alabo aquí a Franco, sino que digo que estos chistosos lo único que hacen es gozar de la libertad que nos otorga la constitución, unos roban, otros mienten, otros roban y mienten, y el ciudadano embobado con su televisión y su internet se aferra a cualquiera y se asienta como "hombre de ideas". El problema radica en la ley, en que, según me enteré hace unos días, está permitido mentir, y naturalmente hay que exprimir ese derecho. Ergo podemos coger el ideario de partido, limpiarnos el culo y tirarlo por el retrete ¿O mejor reciclarlo? Eso del ciudadano depende (como no, el peso siempre viene al pringado), yo lo reciclaría, pero antes lo usaría como papel higiénico. Precisamente nadie se limpia el culo con él, y luego da lastima renovar el dichoso papelito, porque está demasiado inmaculado y ahí seguimos.

En lo referente al derecho a la mentira tendría que haber una serie de excepciones, porque permitir mentir en general es sumamente arriesgado. ¿El político puede mentir? Pues vaya buitres que se frotan las manos. Claro está, que si se llevan a cabo las excepciones normalmente no hay perjudicados justamente, sino que hay impunidad injusta, y siempre para los mismos, los que mueven la máquina, porque mueven dinero. Entretanto la clase media continúa con sus droguillas, sus trabajos de mierda y su ocio matatiempos. Al cabo, eso es lo que interesa.

Nuestro presidente, tras la celebérrima cumbre del G-20 (para quien no lo conozca, es una reunión de orangutanes con traje, muy limpios y con amplias sonrisas) tras esa cumbre dijo que España está consolidada como uno de los países en la dominancia del ámbito internacional. No fueron así las palabras creo, pero sí la idea. ¿Acaso me importa a mí algo que España entre en un conjunto cuyas bases de agrupamiento son el dinero y el poder? Está bien desde luego, de lo contrario quizás pasaríamos hambre, pero jactarse públicamente está sobrando, más aun si es algo que tendríamos que tener asumido, tanto que no debería importar que te inviten a determinadas convenciones. Es como quien presume de tener un coche de quince millones, quien lo ve piensa que es un mezquino absoluto y un presuntuoso incapaz de mostrar sus méritos más que mediante el materialismo. Aunque también eso es obligatorio decirlo, después de insuflar no sé cuántos millones de euros a una cajucha, y de declarar un esbirro de la financiación que va a haber nuevos casos como éste, es natural que se presuma de tener un coche de quince millones, ya que está visto que en el trabajo has fracasado.

Las próximas elecciones lo más probable es que coja mi voto y haga un avioncito de papel con él, o sino se lo daré a algún colega porrero para que lo utilice a modo de filtro para sus canutillos, o miraré por el planeta y lo reciclo. Aunque tal vez lo más acertado sea votar a la Rosa Díez de UPD, me gusta su estilo, además que un verdadero cambio en la política sería tener a una mujer como presidente, si para mejor o peor está aún por ver, si bien merece la pena intentarlo. Lo que desde luego no volveré a hacer es irme a la cama pensando en política... ni en políticos.