domingo, 25 de enero de 2009

¿Mentiras piadosas o verdades nocivas? Una disyuntiva moral.

Es consabido que internet es un enorme y sucio coño de ramera barata de calle enganchada al caballo; tiene capacidad de dar placer, e incluso a los más degenerados les puede resultar morboso lamerlo buscando una evocación de limpieza, y alguna vez la encontrarán. Por supuesto tiene sus ladillas extáticas que recorren su enmarañadas y tupidas selvas de cabellos rizados, cuyos picores nos atormentan en la reunión formal y nos alivian al rascarlos en la intimidad. Y no falta el clítoris, que sea de quien sea, no deja de ser lo que es. No hay motivos de queja, mientras dé placer se podrá seguir penetrando tomando las medidas preventivas pertinentes (y pagando). Lo más arriesgado será el tema de las ladillas, tan comunes en toda la red. Hace no más de dos años una de ellas se hospedó en mi pubis, y no había manera de sacarla, más por mi causa que por comodidad suya, si bien no pudo quejarse pues no soy de los que se afeitan el pubis, soy moderno, y ahora está en boga lo de andar desaliñado. Dirty chic.

Pero he visto tantas ya, que por más que me empecine en creer que son casos puntuales, sería incurrir en error, pues su proliferación es tan evidente como su credulidad en sí mismos. La fortuna fue generosa conmigo, y me otorgó el privilegio de poder ver esa ladilla desde bien cerca, por más que ella probase ocultar lo que tan cristalino era: su mentira. Antes de nada vamos a ver las premisas sobre las que se basó la relación que establecimos:

-En picores.
-Basaba sus picores en su lealtad a la verdad, y que él prefería una verdad nociva, a una mentira piadosa. Y picaba.
-No era ladilla, era ladillo, pero me quería hacer creer en una feminidad inexistente.

Éste análisis es terriblemente superficial, no obstante si él leyese este texto no creo que tuviera objeción alguna a lo hasta ahora expuesto, no al menos una razonable, pues como digo para sinrazones estaba él. Aquí, nada más ver esta somera exposición, ya vemos una hipocresía flagrante: "Defiendo la verdad, pero te miento en lo que yo soy. Mas intentaré no hacerlo en lo que tú eres y no eres, siempre y cuando sea para hacer una crítica negativa (un picor)". No me voy a centrar en este sujeto, no es digno de más palabras. Creo que es comprensible que sienta cierta pasión cuando escriba cualquier cosa sobre él. Sin embargo me parece un comienzo bueno para entrar en materia de análisis de las ladillas.

Podría decirse que no soy un docto en internet, ni en entendimiento de la lógica HTML, ni en programación, ni en diseño, ni tampoco soy de esos que recorren los foros de diversas temáticas oteando cualquier aportación para apuntillar, asentir, criticar o hablar por hablar. Sin embargo, a pesar de que no me he movido mucho por esos andurriales, voy a hacer afirmaciones categóricas, axiomas. Y diré más, como ni el papa lee esto, tómese no como una crítica, sino como un análisis, porque criticar para que nadie te lea, no es una crítica, amén de que no es mi intención hacer crítica, sino sugerencia. Aportar algo a este enorme coño donde todo cabe y todo vale.

Los foros es donde he encontrado más ladillas. No he visto coños reales parasitados, así que no sé si se ubican más bien en el mismo coño, o más cerca de la base del triangulo invertido en cuya cúspide comienza o termina la rajita (eso ya depende de por dónde se mire). Quizás dependa más de la población capilar. Las ladillas, como insecto anopluro ectoparásito*, se reproduce e infecta, crece, aflora, molesta, pica, y es símbolo de suciedad y descuido por algo tan fundamental como la higiene. La higiene lo define la rae como: Limpieza, aseo de las viviendas, lugares públicos y poblaciones. Entre otras. Y esta es la que más se ajusta al término phthirus pubis**, o sea, ladilla. Higiene: limpieza. Limpieza: necesidad. De lo contrario... Suciedad: ladilla. Ladillas en internet: coño sucio. Suciedad: amoral. Ladilla: amoral. Este coño necesita de higiene, y no de ladillas.

Vale ya, no más alegorías, no más desbarre, no más desvarío. Ladillas. Y qué diablos querrá decir ladilla. Cuando vi a ese tipo encarnizado en: o desprestigiar, o degradar, o despreciar, o denigrar, o denostar, o de, o de, sus facultades, sus aportaciones, sus tendencias, sus formas, sus trabajos, o sus, o sus, respectivamente, entonces pensé que no sabía a que se debía una crítica tan feroz. Primera conjetura: la envidia. La respuesta fácil y consoladora, así parece que sea realmente la ladilla quien sufre. ¿Sufre? Ella está en tu coño, lamiendo tu sangre, acariciando tu piel a centímetro por día; y tú, puta arrabalera, no eres capaz más que de abrirte de patas, quemar en cuchara y habituar tus humores a matraces. No es tu ladilla quien sufre.

Mentiras sobre verdades, y que nos quiten lo bailado. Ladillas sinceras. Nunca miente una ladilla, excepto en su ubicación concreta, no querrá que la encuentres ni que sepas nada de lo que a ella concierne. ¿Porqué? Para seguir chupándote la sangre. Podrían ser más benévolas. Sí. Que fueran hombres, que poseyeran bonhomía. Esto es: verdad oculta, sutileza, y aun ironía. ¡Sí! Bendita ironía. ¡Qué ironía!. Melosas palabras en noches de gin-tonic. Me tiro a tu madre. Ironía ¡Era ironía!. Mato a tu mujer ¡Ironía! de cuanto la apreciaba. Ironía, que alguien aprenda a utilizarla, y se dejen de escudarse en su amplio radio. Vaya con la ironía. Que locura de ironía. Después de escribirla tantas veces en un mismo párrafo, me suena hasta mal. Ironía.

¿Para qué verdades nocivas? Quizás la ladilla piensa que sino pica, nadie le prestará atención, que podrá dejar sus liendres en el coño con toda tranquilidad y que su vida habrá pasado inadvertida. Será mejor picar, aunque en alguna de ellas me descubran y saquen a relucir sus trapos sucios. Omniscente ladilla, erudita ladilla (ironía). ¿Para qué mentiras piadosas? Para que fallezca sin darse cuenta de lo poco que ha repercutido su existencia, cuyo recuerdo se desvanecerá con las cenizas de su prole. Es vomitivo, amoral. Al contrario de las verdades socarradas. Y que mal suena socarrada, ¿mejor subrepticia? ¿escondida? ¿oculta? ¿disfrazada? ¿desfigurada?. Verdades a medias, más o menos verdad, mas no te miento. La ladilla te pica y te pica, o te afeitas o te saldrán más sarpullidos. Sino puedes con el enemigo, únete a él, o lucha contra él con sus mismas armas. Nada es ineluctable. Ladillas repugnantes, cuyo diminuto cerebro de pazguato no sirve más que para buscar el poro más propicio del cual extraer la sangre. Verdad nociva, sinsentido extremo, totalmente amoral. Que piquen, que piquen, ya sé yo como rascarme. O mejor me afeito. ¿Y si queda una raíz? ¿Y qué decir de su estirpe? ¿De sus vástagos? ¿Del tirano y sus vasallos? Ahí están ellos, dándole esperanza, ofreciendole el santo grial, otorgándole presunción, alabando su jactancia. A la mínima que vean un inocente excitado, allá irán de un salto a buscar nuevas pieles donde alimentar su sediento aguijón. Pazguatos y pazguatos, insulsos, vacuos, cenutrios. Muerto el perro se acabó la rabia: Afeitado el coño, se acabó la ladilla.

Huestes de molestas ladillas dañan
Este sucio y carmesí trozo de piel
alimentadas y cebadas por aquel
cuya mente palabras empañan.

*Término extraído de wikipedia.
**Término extraído de wikipedia donde el único comentario en la discusión es: estaría bién que hubieran imágenes de ladillas sobre vello púbico, para ver como es eso.

1 comentarios:

Gargara Profunda dijo...

Plas, plas, plas. (lease, aplauso)