lunes, 26 de enero de 2009

Carta a la eterna amada.

No podré olvidar aquella vez que, apoyado en una barandilla esperando la cita con esa profesora, oí tus pasos e ignoré su procedencia. Tan tímido era que no era capaz de levantar la cabeza por el toc de unos zapatos de tacón corto, mas no ibas a dejar tú que mi pusilanimidad se impusiera a ti, beldad sublime, fémina edénica, mi Nastasia Filippovna. Sabías que nunca antes había mirado ni tu faz ni tu silueta, ni tus castaños cabellos, y que tampoco hasta ese momento había prestado la menor atención a tu voz. Pero apareciste, como un ángel salvador que recuerda los motivos que hay para continuar pululando por este supérfluo mundo. Sabes que desde entonces, cuando se cruzó nuestra mirada, cuando tuve valor suficiente para levantarla y mirar a la profundidad de tus pardos luceros por un instante, cuando pude apreciar la perfección llevada a la realidad, tu piel limpia de impurezas y tu castaño pelo formado de resortes que se movían a ritmo de amor, desde aquel momento sabes que en mi último suspiro se grabará tu rostro en mi alma, pues nunca, por muchos lances, por muchos amores, por muchas alegrías que sucedan en mi vida, seré capaz de olvidarla. Tantas experiencias desde entonces, tanto sufrimiento, tanto padecer, para comprender que nunca podré tenerte, tan solo en mis sueños, donde tantas veces has aparecido para alumbrar la penumbra de mi pobre vida onírica.

Innumerables veces he pensado en tu suave piel, y ya puedo palpar tu seda en el aire, me imagino como ese vacío se va llenando con tu presencia, cubriendo el vano físico y espiritual que tanto me atormenta sin tu ser. Nuestros labios se encuentran, nuestros cuerpos se rozan, y un escalofrío penetra en mi espalda para recordarme lo solitaria que es mi vida sin tu bufanda de Agatha Ruíz de la Prada. Y mi débil voluntad, subyugada a tu sonrisa de nácar y tu fragancia a Mar, no deja de evocarte en los momentos en que me embarga el alborozo, pues en la pena, corazón mío, soy incapaz de rememorarte. ¿Qué tendrás, que tan desmañado soy para no poder controlar ese huracán que desde entonces guía mis pasos? ¿Porqué creo que si lo controlo mi vida vuelve a su malestar, a su ruin transcurso? ¿Porqué te recuerdo con melancolía en las húmedas tardes de otoño, y con tanta esperanza en las mañanas de abril? Sé que no hay esperanza, que el hilo invisible que une mi destino a tu existencia, va remolcado por tu dignidad y honra inconmensurables. Y aún así me siento libre, siento plena libertad, plena alegría de comprobar como tu corazón late y el mío intenta hallar en esta babélica selva la liana a la que sigues para combatirla, y aún así me siento libre, libre de poder dar rienda suelta a la pasión que me inspiras, a la avidez que me define y de poder decir no a todo corazón que se cruce solicitando mi hilo invisible.

¿Recuerdas cuando sudábamos en silencio en el aula por cuatro preguntas mal dispuestas? Me rendí tácito a tus pies, y confirmé mi sospecha de que las flores no son para comérselas, sino para mirarlas, y te miré, loto trigueño, pues quería ver un poco más de lo que se debe, y escruté durante un segundo deliciosamente eterno tu escote, tan poco generoso, y pude observar la textura de tus excelsos pechos gracias a esa blanca camisa ancha, entonces decidí que las camisas anchas son más eróticas que embutirse en polyester. Amada mía, te pido disculpas por esa soez mirada, tan discreta como lujuriosa, tan instintiva como vil, tan inexorable como pasional. Ni quise imaginarme la delectación de probar tus pétalos; las flores son para mirarlas y algunos ni a eso deberíamos aspirar. Aspiraciones, de eso se trata, expectativas mermadas por la percepción de capacidad, y aún así no me abandona la esperanza, no me embriagará la renuncia, no mientras viva, no mientras no se detenga el motor que mueve mis latidos y pensamientos.

Por primera vez, mi diamante Sudafricano incrustado en oro de la legendaria Tíbar, mi brillante y gran estrella que marca mi norte, mi sangre que me da vida, por primera vez no sentí ese impulso concupiscente tan propio de hombre en desarrollo, por primera fue un sentimiento que fue más allá, inefable por mi simpleza, titánico por mi exasperación y novelesco por mi ilusión; fue distinto, lo percibiste, supiste verlo, amor mío, atisbaste la sinceridad de mi anhelo, y por ese gesto, por esa primera toma de contacto, por la búsqueda de ese primer beso, colmaste mi corazón de vitalidad y mi estómago de coloridas mariposas que recorrían todas sus paredes, provocando graciosas y sensacionales cosquillas en cada despertar y en todas aquellas calurosas noches de verano donde fui incapaz de pegar ojo sin recordar tu mágico lunar ni el marfil de tu sonrisa. Me llevaste a proclamar grandes empresas, a rumiar sobre un futuro prometedor para ofrecerte lo más bello que haya en este mundo, a coger la luna y ponerla a tus pies, a recorrer los inconmensurables océanos en busca de perlas de los Mares del Sur, a confeccionar collares y pulseras después de una eternidad buscando "Ulls de Santa Maria", a cubrirte en halagos y bailarte el agua; mas ni así fui capaz de estar a la altura, y ahora, sólo, desesperado, desconsolado y meditabundo, me doy cuenta de cuanto perdí con no seguirte la pista, con no haber intentado entablar contacto, por haber sido una vez más vencido por el miedo y la inseguridad; sin embargo sé que mientras tenga tu recuerdo, tendré que seguir viviendo y mejorando con el único objetivo de que en mi mente ni en la de nadie tu linda figura y bello rostro jamás perezcan.

Aún siento la exquisitez de tu marina fragancia, el melódico sonido de tus pasos y la absorción de tu dulce mirada.

Dedicado a Mar.

domingo, 25 de enero de 2009

¿Mentiras piadosas o verdades nocivas? Una disyuntiva moral.

Es consabido que internet es un enorme y sucio coño de ramera barata de calle enganchada al caballo; tiene capacidad de dar placer, e incluso a los más degenerados les puede resultar morboso lamerlo buscando una evocación de limpieza, y alguna vez la encontrarán. Por supuesto tiene sus ladillas extáticas que recorren su enmarañadas y tupidas selvas de cabellos rizados, cuyos picores nos atormentan en la reunión formal y nos alivian al rascarlos en la intimidad. Y no falta el clítoris, que sea de quien sea, no deja de ser lo que es. No hay motivos de queja, mientras dé placer se podrá seguir penetrando tomando las medidas preventivas pertinentes (y pagando). Lo más arriesgado será el tema de las ladillas, tan comunes en toda la red. Hace no más de dos años una de ellas se hospedó en mi pubis, y no había manera de sacarla, más por mi causa que por comodidad suya, si bien no pudo quejarse pues no soy de los que se afeitan el pubis, soy moderno, y ahora está en boga lo de andar desaliñado. Dirty chic.

Pero he visto tantas ya, que por más que me empecine en creer que son casos puntuales, sería incurrir en error, pues su proliferación es tan evidente como su credulidad en sí mismos. La fortuna fue generosa conmigo, y me otorgó el privilegio de poder ver esa ladilla desde bien cerca, por más que ella probase ocultar lo que tan cristalino era: su mentira. Antes de nada vamos a ver las premisas sobre las que se basó la relación que establecimos:

-En picores.
-Basaba sus picores en su lealtad a la verdad, y que él prefería una verdad nociva, a una mentira piadosa. Y picaba.
-No era ladilla, era ladillo, pero me quería hacer creer en una feminidad inexistente.

Éste análisis es terriblemente superficial, no obstante si él leyese este texto no creo que tuviera objeción alguna a lo hasta ahora expuesto, no al menos una razonable, pues como digo para sinrazones estaba él. Aquí, nada más ver esta somera exposición, ya vemos una hipocresía flagrante: "Defiendo la verdad, pero te miento en lo que yo soy. Mas intentaré no hacerlo en lo que tú eres y no eres, siempre y cuando sea para hacer una crítica negativa (un picor)". No me voy a centrar en este sujeto, no es digno de más palabras. Creo que es comprensible que sienta cierta pasión cuando escriba cualquier cosa sobre él. Sin embargo me parece un comienzo bueno para entrar en materia de análisis de las ladillas.

Podría decirse que no soy un docto en internet, ni en entendimiento de la lógica HTML, ni en programación, ni en diseño, ni tampoco soy de esos que recorren los foros de diversas temáticas oteando cualquier aportación para apuntillar, asentir, criticar o hablar por hablar. Sin embargo, a pesar de que no me he movido mucho por esos andurriales, voy a hacer afirmaciones categóricas, axiomas. Y diré más, como ni el papa lee esto, tómese no como una crítica, sino como un análisis, porque criticar para que nadie te lea, no es una crítica, amén de que no es mi intención hacer crítica, sino sugerencia. Aportar algo a este enorme coño donde todo cabe y todo vale.

Los foros es donde he encontrado más ladillas. No he visto coños reales parasitados, así que no sé si se ubican más bien en el mismo coño, o más cerca de la base del triangulo invertido en cuya cúspide comienza o termina la rajita (eso ya depende de por dónde se mire). Quizás dependa más de la población capilar. Las ladillas, como insecto anopluro ectoparásito*, se reproduce e infecta, crece, aflora, molesta, pica, y es símbolo de suciedad y descuido por algo tan fundamental como la higiene. La higiene lo define la rae como: Limpieza, aseo de las viviendas, lugares públicos y poblaciones. Entre otras. Y esta es la que más se ajusta al término phthirus pubis**, o sea, ladilla. Higiene: limpieza. Limpieza: necesidad. De lo contrario... Suciedad: ladilla. Ladillas en internet: coño sucio. Suciedad: amoral. Ladilla: amoral. Este coño necesita de higiene, y no de ladillas.

Vale ya, no más alegorías, no más desbarre, no más desvarío. Ladillas. Y qué diablos querrá decir ladilla. Cuando vi a ese tipo encarnizado en: o desprestigiar, o degradar, o despreciar, o denigrar, o denostar, o de, o de, sus facultades, sus aportaciones, sus tendencias, sus formas, sus trabajos, o sus, o sus, respectivamente, entonces pensé que no sabía a que se debía una crítica tan feroz. Primera conjetura: la envidia. La respuesta fácil y consoladora, así parece que sea realmente la ladilla quien sufre. ¿Sufre? Ella está en tu coño, lamiendo tu sangre, acariciando tu piel a centímetro por día; y tú, puta arrabalera, no eres capaz más que de abrirte de patas, quemar en cuchara y habituar tus humores a matraces. No es tu ladilla quien sufre.

Mentiras sobre verdades, y que nos quiten lo bailado. Ladillas sinceras. Nunca miente una ladilla, excepto en su ubicación concreta, no querrá que la encuentres ni que sepas nada de lo que a ella concierne. ¿Porqué? Para seguir chupándote la sangre. Podrían ser más benévolas. Sí. Que fueran hombres, que poseyeran bonhomía. Esto es: verdad oculta, sutileza, y aun ironía. ¡Sí! Bendita ironía. ¡Qué ironía!. Melosas palabras en noches de gin-tonic. Me tiro a tu madre. Ironía ¡Era ironía!. Mato a tu mujer ¡Ironía! de cuanto la apreciaba. Ironía, que alguien aprenda a utilizarla, y se dejen de escudarse en su amplio radio. Vaya con la ironía. Que locura de ironía. Después de escribirla tantas veces en un mismo párrafo, me suena hasta mal. Ironía.

¿Para qué verdades nocivas? Quizás la ladilla piensa que sino pica, nadie le prestará atención, que podrá dejar sus liendres en el coño con toda tranquilidad y que su vida habrá pasado inadvertida. Será mejor picar, aunque en alguna de ellas me descubran y saquen a relucir sus trapos sucios. Omniscente ladilla, erudita ladilla (ironía). ¿Para qué mentiras piadosas? Para que fallezca sin darse cuenta de lo poco que ha repercutido su existencia, cuyo recuerdo se desvanecerá con las cenizas de su prole. Es vomitivo, amoral. Al contrario de las verdades socarradas. Y que mal suena socarrada, ¿mejor subrepticia? ¿escondida? ¿oculta? ¿disfrazada? ¿desfigurada?. Verdades a medias, más o menos verdad, mas no te miento. La ladilla te pica y te pica, o te afeitas o te saldrán más sarpullidos. Sino puedes con el enemigo, únete a él, o lucha contra él con sus mismas armas. Nada es ineluctable. Ladillas repugnantes, cuyo diminuto cerebro de pazguato no sirve más que para buscar el poro más propicio del cual extraer la sangre. Verdad nociva, sinsentido extremo, totalmente amoral. Que piquen, que piquen, ya sé yo como rascarme. O mejor me afeito. ¿Y si queda una raíz? ¿Y qué decir de su estirpe? ¿De sus vástagos? ¿Del tirano y sus vasallos? Ahí están ellos, dándole esperanza, ofreciendole el santo grial, otorgándole presunción, alabando su jactancia. A la mínima que vean un inocente excitado, allá irán de un salto a buscar nuevas pieles donde alimentar su sediento aguijón. Pazguatos y pazguatos, insulsos, vacuos, cenutrios. Muerto el perro se acabó la rabia: Afeitado el coño, se acabó la ladilla.

Huestes de molestas ladillas dañan
Este sucio y carmesí trozo de piel
alimentadas y cebadas por aquel
cuya mente palabras empañan.

*Término extraído de wikipedia.
**Término extraído de wikipedia donde el único comentario en la discusión es: estaría bién que hubieran imágenes de ladillas sobre vello púbico, para ver como es eso.

jueves, 22 de enero de 2009

Balance 2008.

Aviso ya al lector, cuya inocencia le haya conducido a este blog, del contenido de este texto, tan distinto al mundo de los trueques, las compras, las ventas, las cuentas, los números, el tesoro, la esperanza en montones de pestilente papel lánguido. Y tan distinto, como que se trata del balance de una rata que corretea buscando algún agujero por donde escabullirse de su continuo queso y estricto cautiverio, absorta por ruedas de plástico rojo e intrincados laberintos sin salida.

Este año me da la sensación de haber estado jugando una partida de mus, y que siempre que he sido postre he sabido cortar o dar descarte, siempre acertando el momento apropiado para verme respaldado en aquello en lo que sabía que podía meter la pata, por culpa de aquel sudoroso amendrentado, tan indeciso de hacer hablar a la mano. No habrá motivos de queja, ha sido ir encajando casi las últimas piezas del puzzle para poder hacerme una idea de la forma tan deseada confeccionada por grietas. Algo he empezado a ver. Bah, aun así, da la sensación de que todo sigue igual, a pesar de haber puesto algo más de mi parte en la construcción de este intrincado edificio, habrá algunas horas útiles que serán cambiadas por segundos inútiles.

Dejándome ya de estupideces, entraré en materia. Los aspectos positivos son más que los negativos (al fin), sin embargo todavía sigue habiendo algunos huecos por rellenar. Y mientras sigan vacíos, no valdrá cualquier viscosidad purulenta, pues su desbordamiento mancha y envilece lo que con tanto trabajo, o más bien falta de trabajo, he logrado atesorarme. Sobre el trabajo quería apuntillar que reconozco mi pereza, sin embargo, también reconozco que es más el padecer en la desgana que en el ajetreo, el trajinar de arriba hacia abajo, de un lado a otro, con la cabeza llena de horas y caras, y no de sueños disparatados, nacidos demasiadas veces ya del ingenio onírico. Hablando de sueños, fue este mismo año cuando cursé algo así como un taller de psicoanálisis, donde hubo una pregunta que jamás pronuncié, por eso tan propio de mí de no querer perturbar las ideas inmaculadas, al menos no delante de sus seguidores. Y no por miedo, sino por pereza. Quizás su respuesta hubiera sido "Sí, la interpretación onírica puede ser distinta entre psicoanalistas, pero también significa que el enfoque es distinto dentro del psicoanálisis y que el vínculo entre terapeuta y paciente (no creo que usasen esos términos, buscarían algo más humanista, más cercano) puede dar lugar a dispares perspectivas pero todo hacia un mismo fin. Todos los caminos conducen a Roma" etcétera. o "No, no cabe la posibilidad más que de pequeñas variaciones, también resultado del inconsciente del psicoanalista... Es dependiente del complejo de Edipo, tan arraigado y tan difícil de desprenderse de él" etcétera. No lo sé, siempre me quedará esa incertidumbre, si bien nunca me quedará aquella de "No tendría una respuesta" Siempre había una respuesta, al menos desde psicoanálisis, eso parece ser. No podía hacer esa pregunta, iba con saña, y si sin saña armé un buen desbarajuste en el ritmo de clase, increpándome incluso por haber hecho esa otra pregunta, que la verdad la hice sin pensar pues surgieron tan naturales las palabras que ni yo mismo sabía como salían, al igual que no sabía ni que estaba preguntando, y si esa fue con buena intención, no quiero pensar que hubiera sido al haber traslucido la mala leche. Nunca me gustó hablar en público, por mucho elogio que pretendan dar, no es lo mío, aunque igual hasta agrado. Quise evitarlo, y no pude: me miró con esos ojillos de erizo y solicitó mi voz en busca de respuestas. Craso error. Les fue más doloroso el modo que el contenido, algo tan humano, tan psicoanalítico. Aquel otro defendía esa postura tan humana y psicoanálitica, atada, esposada, vinculada, inseparable; con gesto demente, casi hablándome al oído y sintiéndome yo acorralado por un sectario el cual no puedes evitar, ni echar groseramente y sin consideración del zaguán, mientras asientas como tratando a un loco. Al final terminé satisfecho, es más que recomendable ¿Acaso no es recomendable lo que acabo de escribir? ¿O es mejor pasarse el tiempo entre cafés y tertulias de barrio? Visto como producción, es mejor observar a esta nuestra especie en su hábitat, que dormir y vivir dormido. Así que, visto así, buen balance de este curso.

Ahora llega a mis pensamientos eso tan peliagudo del despido. Quizás lo único análogo al despido fue el del disfraz. Disfraz que descubrí en aquel sujeto al cual echaron, por deslenguado, de aquel falansterio de obsesos soñadores en clavar agujas tintadas en pieles que con el tiempo se difuminarían como petróleo en mares ya agonizantes. Ya lo sospeché desde un principio, aunque el respeto a veces nos lleva por la vía del error y nos puede volver a cubrir los ojos con su negro manto de terciopelo, no deja de pensarse. No creo que sea digno de mención, aunque ya lo haya mentado, pues era insoslayable. Ese aspecto lo meto en negativo. Ya vamos 1-1, mas teniendo en cuenta que solo dos negativos me quedan por respasar, quizás se incline la balanza a mi favor.

"Pues vete" "Pues me voy" Pero a mi no levanta la voz un cavernícola de camisas rosa y pantalones amarillos, que como puerco (con perdón) que es registra sus propios depósitos para hallar un tropezón entre sus pestilentes y suavonas texturas. Sólo con tocarlo sentía asco, y él hurgaba y olisqueaba regocijándose y saboreando cada capa hasta que se fundía en su boca. Me das asco, y bien orgulloso que estuve de mi desliz, de mi descontrol, del sentir la gravedad tan lejos, tan incapaz de afectarme. Me fui orgulloso, así que haré una valoración positiva de este aspecto. 2-1.

¿Y qué decir de ti, desconocido aliado de la vida, que tanto la enriqueces y acicalas, que parece que en una pizarra se dibuja el rostro de la amada, y no es más que una combinación de letras o números? ¿Y qué decir de ti, única mano que ofrece el sosiego para sentirse realizado? ¿Y qué decir de ti, si todavía no has sido capaz de tocar el timbre, más que cuando era incapaz de levantarme del sofá por pura embriaguez? ¿Qué sabré yo de ti, amado mio? Incapaz de trabar amistad contigo, nunca vi una puerta abierta, ni entre los postigos entraba luz y el metal incandescente es poco lo que dura, no en una vida, no es lo suficiente. ¿Hallaré el fuego que arda con tan gran vigor para que el calor dure hasta mi último suspiro? Dónde estarás. 2-2

La carrera, 3-2. Finito. No seguiré más. El balance ha sido positivo, aunque... Dónde estarás.

miércoles, 21 de enero de 2009

De la imprecación a la consagración: el volteo de la sábana.

Y seguirá el relente planeando por la atmósfera en las noches largas del invierno, cuando tus ojos se abran para comprobar que la luz que te molesta no es más que un halógeno de hospital. Albergaste la esperanza de que habría algo detrás de la cortina, que el fulgente velo que cubría tu mirada ocultaba tras de sí un nuevo mundo, un edén, o quizás los campos Elíseos. Deseabas más bien los campos Elíseos, donde Afrodita te increparía por tu frivolidad y egoísmo, donde hallarías consuelo y alivio en alguien que al fin te comprende, y que por ello te abodaría con reproches y culpas. Y sobretodo por tu fe ciega en la estrella que protege tu destino. Destino, feo vocablo, iluso vocablo de quien se ampara en sombreros de ala ancha, o en gorras como las de jugadores de baseball. Porque no es más que tela, simples costuras, que pueden costar un pálpito que jamás regresará, tan imprescindible como era, para seguir el ritmo que dirige la melodía del respirar. Inspirar y expirar, de modo abyecto, irrespetuoso, maquinal. La máquina, tan fría y metálica, invertirá las tornas, y será la que decida la música de tu corazón, que continuará anhelando bombear sangre en favor de la serenidad de infinitos océanos, donde tu barco no hará más que buscar incesantemente algún remolino, o místicos leviatanes para dar emociones en la travesía. Quizás nunca llegues a asimilar aquel refrán "Tanto va el cantarillo a la fuente que al final se rompe".

Vagas imágenes vinieron a mi memoria, de tiempos pasados y momentos entrañables: tantas horas, tantos días, tantos años, como para ahora verte rodeado de tubos de plástico y lágrimas de amor en estado puro. Sería tu traición lo que llevó a mi imprecación, tan descarada y tan íntima, plasmación de la falsedad en papel cliché. Mera fábula y visceralidad efímera. Aun me instalé en un piso más abajo, sin preocuparme lo que realmente ello implicaba. Pero tú bien sabes que no era posible la consistencia y eternidad de este impulso, cuyo asentamiento no era más que ensoñaciones de dignidad herida y zaherida. Heridas que siempre dejan cicatriz permanente, trocada en convicciones, mas sin sangre y sin dolor. Cuanto daño, por no tener un tititero que moviera tus hilos; y tú, marioneta de tu propio instinto, terminas yendo al río, contra las cascadas y aguas turbias, para fallecer o ser salvado antes de dar el último suspiro. Pero a nadie le gusta esa acción tan propia de ti y que tan mal interpretas en este teatro de la vida. Tiendes a acabar entre sábanas y batas con el culo al aire. De suerte que tu estrella y titiritero acaban por socorrerte cuando el tiempo más apremia.

Tu arrimar el ascua a tu sardina provoca que no mires por los demás, tal como ellos hacen contigo. La vida es un doctor en existencia, que nos obsequia diversas experiencias. Es ella misma una transducción, donde tus acciones tienen repercursión. Y no perdona, tal vez alguna vez obvie que sigas de pie, mas te diría que dejes de llevar el cantarillo a la fuente, será mejor que bebas agua del grifo, por mucha cal que posea o por muchos pesticidas hayan penetrado la tierra.

Riesgo. Que sería de la vida sin algo de emoción, sin mostrar nuestra valía, nuestra valentía y capacidad de afrontar los reveses que nos encaran. Y sin ser encarado, una vez más, cuando parecía que te comenzaban a crecer alas de ángel y que el cielo comenzaba a despejarse, mientras contemplabas aquel distante punto de luz, que no sabías si era planeta, o satélite, o estrella, pero que querías conocer y examinar, tal como el punto sentía inquietud por aquellos ojos negros que le oteaban desde esa silla de cuero sintético, cuando las alas blancas comenzaron a desgarrar tu carne dándote tal placer que ni en todas las noches de pasos renqueantes y polvos blancos o rosa de un mínuto hallaste, entonces volviste a sumirte tu vicio más atroz, dando de lado una vez más todo lo que de verdad importa. Equivocado es como está ese punto de luz, tan ingenuo como tu esperanza en comentar tus fallos con Afrodita.

Y mi perdón, por mucha consagración que te enaltezca, no está merecido, no después de haber traicionado la afinidad y haber asido la lanza del astillero. Bien sabías que me iría, que no querría guerras innecesarias, y aun así clavaste con denuedo ejemplar su punta en mi médula, sacando mi esencia y desafiando lo que no se debe desafiar. Pero el lastre de la impreciación, eso ha sido suficiente tormento.

Sólo espero que esta trasducción de la vida mute en tu consagración como hombre y dejes de comportarte como el oso a punto de extinguirse que tanto se cuida y tanto nos daña si nos abraza en su soledad. Y que no puedan decir de ti que "De casta le viene al galgo".

viernes, 16 de enero de 2009

Geysers de odio.

Uno de los mayores problemas derivados de una acción vengativa es todos los sentimientos vinculados a ésta: la envidia, el odio, el desprecio y, en fin, toda sensación que atormenta a los corazones. A mi modo de verlo, y esto es ya más una opinión que otra cosa, la venganza puede ser peligrosa si se toman determinados derroteros, ya no tanto por la condena estipulada por el ejecutor como por la adquisición y asentamiento de una tendencia al encarnizado escarmiento. Efectivamente, el hombre se habitúa con desaforada facilidad a todo aquello que le reporta algún tipo de beneficio ya sea material o espiritual; y una venganza bien elaborada y ultimada, sin duda otorga una satisfactoria recompensa a modo de represalia culminada, y plasmada en alborozo. Así, subrayo una vez más que antes de poner en marcha todo engranaje vengativo, es necesario sopesar bien el daño recibido para no sobrepasarse en la sentencia, pues en ese caso puede surgir el arrepentimiento, y así no habría esos beneficios a los que he hecho referencia.

Aquí nos encontramos en un conflicto de naturaleza interna grave. No podemos vivir urdiendo diversos artificios de ojo por ojo y diente por diente pues tomar esa propensión es cuanto menos peligroso. Tarde o temprano, quien así vive acaba por estrellarse contra un muro de acero, más cruel, más experimentado y que probablemente su único anhelo en la vida sea vivirla. De ahí se infiere que la venganza será mejor practicarla bajo unas circunstancias muy específicas, en contraposición de agravios que pueden nacer del día a día. No es pertinente, por ejemplo, vengarse de un tipo que se conoce una noche yendo medio borracho y que nos arranca una invitación a un cubata aprovechando nuestro estado de embriaguez. No obstante, si esta situación comienza a repetirse crónicamente, se podría comenzar a tramar alguna artimaña; o casi mejor sería incordiar con algo tan fácil como puede ser pinchar una rueda de su coche valiéndonos del arte del disimulo. El caso está en no excederse en el castigo impuesto, mejor es quedarse corto.

No emerge de nada la venganza, realmente no se puede aplicar sin haber causas; a no ser que haya una propensión a realizar el mal por defecto, o que se padece algún brote sociópata o psicótico; y no me estoy refiriendo a ese tipo de acciones, si bien pueden ser siempre justificadas débilmente y sin crédito alguno mediante una venganza contra alguna raza, clase de personas o humanidad en general. Aquí se refiere a la venganza por determinados agravios de una vida normal y corriente. Esclarecido esto, se puede adentrar en el tema de la estructuralidad contra la instrumentalidad.

En efecto, la venganza debería ser un mecanismo instrumental. Van arraigados a ella determinados sentimientos que pueden provocar sesgo en la objetividad e indudablemente si se tiene más como estructura que como instrumento es que esos sentimientos subyacen en lo más hondo del corazón; y una vez ahí dentro, es difícil de arrancarlos y desembarazarse de ellos. Así, no es que la venganza de por sí conlleve consecuencias como estar dominado por el odio de modo constante, sin embargo quien odia suele aplicar venganzas por menudencias. El odio es un sentimiento fácil de obtener, y aun más fácil resulta vivir con él y que suplante a cualquier forma de vida, le sucede como a cualquier otro vicio. Es obsesivo, especialmente en su momento incipiente. Además, el juicio que se puede realizar de las distintas experiencias puede verse manipulado por esta propensión. Esto sería una tarea de generalización, es decir de adquisición de la venganza como estructura, lo que a su vez significa estar dominado continuamente por el rencor.

¿Y porqué no? Realmente difícil es de explicar de un modo objetivo el porqué no tiene ventajas vivir con el odio. Hay que recurrir a la moral y para ello no hay más que albergarse en los sentimientos positivos como cariño, amor o amistad. En efecto, estos sentimientos son la única medicina contra el tormento del odio. Uno de los principales indicadores de que se haya sucumbido a esta propensión, son precisamente los juicios y condenas excesivos. Eso significa que en la aplicación de la pena no ha habido piedad alguna y eso a su vez implica una total dejadez. Porque odio significa dejadez del alma, dejarla a su libre albedrío, desidia sentimental; y siempre resulta más sencillo odiar que amar, especialmente porque en el odio ya está el daño presente, pues es el propio dolor, mientras que en el amor la herida es solo una posibilidad que quizás ni nos roce. El amor es más arriesgado y difícil, requiere mayor esfuerzo e implicación.

Pero también hay venganza en el amor, lo cual hace honor a la perogrullada "Del amor al odio hay un paso". En efecto.

lunes, 12 de enero de 2009

En plato frío.

Tan controvertido sentimiento como es la venganza, no podía ser soslayado por este blog; más aun cuando, día tras día, en las noticias vemos como el terrorismo tiene construidos sus cimientos en torno a ésta. No voy a exponer aquí todas las causas que me hacen colegir tal barrunto, pues no versa sobre el terrorismo este escrito. Escrito ideado por las nuevas que nos llegan continuamente desde todos los rincones del mundo sobre guerras y atentados, y principalmente por una empatía que brota cuando se piensa bien a fondo sobre el tema. Así por ejemplo, algo de rabiosa actualidad es la guerra en Gaza, territorio ocupado por fuerza por los judíos que antaño pertenecía a gentes con distinta cultura y muy dispares creencias, si bien no llegan a ser polos opuestos pues sus bases siguen siendo las mismas. Sin dar demasiados rodeos al asunto, comprendí el porqué los palestinos siguen en la lucha: por venganza.

El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas gira en derredor de la venganza y es una indiscutible obra maestra de la literatura universal. El lector no sólo llega a sentir el encono que subyuga a Edmundo Dantés, preparándose y curtiéndose cuando alcanza su libertad, o incluso durante su cautiverio mediante las lecciones de su mentor, sino que se alegra por que se le presente la ocasión; y sin dejar cabos sueltos comienza una venganza lenta y angustiosa, implicando a todos los traidores del hombre y de la patria, poseídos por el egoísmo y el ascenso social, algo tan propio del capitalismo, aunque también de los sistemas de antaño. Lo realmente genial de este libro radica en que el lector disfruta y se regocija con la mano de la providencia, la mano del protagonista, la mano de la venganza.

La venganza es dulce, tiene que llegar a dar tal satisfacción que muy grave debe de haber sido para no alegrarse con su consumación, y precisamente ahí es donde se halla la controversia, en la gravedad de la misma. Efectivamente, la venganza es justicia, en su sentido de jurisprudencia, no de ecuanimidad. El poder judicial es en parte un mecanismo de venganza, donde por causas de diversa índole se sentencia un veredicto u otro. Se exime o se acusa irrevocablemente, siendo una puerta que se abre o cierra si se es inocente o culpable respectivamente. Este tipo de venganza institucionalizada y lícita (a la otra la llamaré popular), también puede verse afectada por severas condenas, en ocasiones demasiado estrictas, acentuado más aun si el organismo o persona juzgados son presuntos y no inapelables culpables. Aquí la sentencia será clave, pues dependiendo del alcance de la misma, será remisible o dejará de serlo, lo cual es desalentador. Sin embargo, supera esta venganza a la popular en que la popular no tiene intermediarios, si está equivocado el vengativo ente, no habrá quien lo corrija o detenga.

Determinadas sentencias se han de coger con pinzas en casos específicos y lo mismo podemos extrapolar a la venganza popular, la común, la nuestra, la del pueblo: aquella que nace de un corazón roto, o de un robo en las narices, o de un agravio, o de cualquier razón que el afectado considere suficiente para poner en marcha los engranajes de la praxis del rencor. Esta venganza popular es también justicia, sin embargo aquí el juez ya es más subjetivo y guiado por su visceral motor planea una u otra acción que llevará a quien cometió la ofensa a pagar por sus pecados. Como ya he recalcado más arriba, esta justicia es más fastidiosa, ya que no tiene ni jueces, ni ejecutores, ni defensores, ni acusadores. Él desempeña todo, lo que implica más trabajo y, desprendido de esto, mayor satisfacción; también hay mayor posibilidades de error.

Por otro lado, la venganza popular me parece más humana y comprensible que la venganza lícita. Un ejemplo claro sería éste: Una chica recatada y humilde, con una belleza singular aunque no deslumbrante, que ha acabado sus estudios y comienza a incorporarse a un catastrófico y tacaño mundo laboral con un sueldo casi decente, decide un día independizarse con un novio que tiene de hace varios años atrás. Ella le ama con toda su pasión, él le ha prometido el oro y el moro (o sea, su amor eterno), comparten gastos e incluso piensa que es dependiente de él, una dependencia sentimental, que no económica. Él es un chico atractivo, poco mayor que ella y ya roza los 30, trabaja en una empresa de gas y gana un sueldo que muchos envidiarían. Ese chico conoce a una secretaria, de la cual se enamora con el tiempo y acaba dejando a la primera chica compuesta y sin novio. Y colorín colorado... Pues bien, visto como sea, la venganza popular daría respuesta siempre y cuando la parte afectada lo valore pertinente, mientras que la venganza lícita nada podría hacer. Ahora supongamos la misma situación, bajo las mismas premisas, con la única diferencia de que el tipo ha hurtado de la cuenta compartida para gastarselo en vicios o caprichos, el final sigue siendo el mismo, la historia la misma, puede añadirse ya a la primera y vendría siendo igual. La venganza ordinaria respondería a ambos delitos (si abandonar una relación sentimental puede llamarse delito), mientras que la lícita tan solo cubre el robo siempre y cuando sea demostrable. Ya sea a causa de engaño, embuste, infidelidad, incumplimiento, ofensa, superficialidad, impulso o desprendimiento, la venganza por despecho me parecería más comprensible que la del robo. Esto es así, porque es más dañino el verdadero mal de amores que el hurto de 300 euros (o hay que ser muy avaro para sentir lo contrario), esto sin contar que el dolor se puede aliviar con compras, ora de materiales como ropas, abalorios, tecnología o transporte, ora de consumibles como alcohol, medicinas o drogas; en todos los casos no calman la pena de una plañidera mujer más que de modo efímero e inestable, y en muchos casos adictivo y pernicioso. Estoy seguro que ella aun habiéndose percatado de la malversación de su novio, se la perdonaría e intentaría rectificarle en su propensión al despilfarro: al fin y al cabo no es más que dinero. No obstante, la traición y el pasar de un día del amor total a otro donde los cuernos agrietan techos, duele más que la pérdida de 300 euros; además, ¿Quién me niega que la chica - dolorida, decaída, derrumbada y con posibles crisis de ansiedad, enfermedad tan de moda- quien me niega que sería capaz de dar otros 300 más para recuperar a su ya expareja? o si se prefiere ¿Quién me afirma que no lo haría?. Sí, es posible que no lo hiciera, que se quedase con sus 300 euros y no lamentase la pérdida de su novio; mas sólo posible, se podría dar el caso contrario y no sería disparatado en absoluto. Ahora supóngase que realmente esa chica los pagaría. Eso significa que para ella la pérdida de 300 euros por el hombre al que ama ha sido menos onerosa que el compromiso y continuidad de la relación. Así, la venganza lícita nada podría hacer sino otra acción que sancionar al maleante, si es que se puede probar el delito. Efectivamente, el lector ya se puede haber adelantado y pensar "El verse en un pleito como culpable ya da bastante satisfacción a la parte acusadora". Lo cual no desdice el irrefutable hecho de que si sale penado, significa la devolución compelida de lo que por derecho le corresponde a ella. Justicia, que no venganza pues la venganza siempre implica un sentimiento justiciero, sin embargo no siempre la justicia es afín a la venganza.

Continuaré reflexionando sobre el tema de la venganza en próximos escritos.

sábado, 10 de enero de 2009

Memoria del mañana.

Siendo consciente de que los contenidos de este blog son poco leídos y aun sabiendo que es mi culpa, no está mal de vez en cuando plasmar en algún lugar cualquier menudencia que apetezca. Hay ventajas en no ser leído y es que, entre otras, se puede poner lo primero que se ocurra, sin caer en la trampa de ofender al lector, indignarle o humillarle. En todo caso, creo que en ninguna de estas he picado.

De todos modos ¿Quién sabe? Envuelto en melancolía pasajera, me han venido recuerdos del futuro. Mis dotes de vaticio y predicción son nefastas, como las de todo humano hasta la fecha (y no es que lo crea, es que lo es). He pensado en el mañana y cuán larga será la permanencia de este blog en la web, y es más, si este sistema que utilizamos se habrá quedado obsoleto en pocos años. Ahora parecería inimaginable, como un poco atrás en nuestra historia había también muchos avances considerados disparates. ¿Estará esta enorme pocilga plagada de piaras de cerdos, o será un modo distinto? El historicista será capaz de prospectar cualquier teoría fundamentada en la evolución lógica y científica que se ha ido sucediendo época tras época, era tras era, civilización tras civilización. Y meterá la pata, o no. El mero azar - su elección ha sido azarosa, no el discurrir- será el que le dé la razón o se la quite, y si acierta le aplaudiré.

Sin embargo, yo he querido ponerme en la piel de esa pitonisa capaz de ver acontecimientos futuros escritos por la invisible mano del destino, y me ha venido a la imagen una habitación. Yo viejo, algo fofo, sentado en mi sofá y pensando que en la paz se encuentra la paz, en la tranquilidad la armonía y estabilidad, después de haber recorrido un camino colmado de asperezas. Por otra parte, un joven, con sus cajas de pizza por el suelo, sentado en postura inapropiada para la espalda, buscando algo interesante que leer, una palabra, una aportación. Algo. De pura casualidad, se halla con este blog y ¿qué hace? ¿Pasa? ¿Lee? ¿Se ríe? ¿Llora? ¿Se suicida? ¿Cómo verá él nuestro lenguaje de hoy por hoy? Sobre el lenguaje, casi se puede afirmar que no padecerá cambios sustanciales. Evidentemente habrá modismos, como ahora lo de despedirse mandando a tomar por saco, o cualquier otra sandez, determinados refranes y expresiones en general. Los refranes no sé que vamos a hacer con ellos, si se implantarán nuevos refranes con un enfoque más tecnológico y vanguardista o seguiremos con "Caiga el rayo en casa de Tamayo" o "Haya cebo en el palomar, no faltarán palomas" Refranes de campo, puros, con casta. Quizás encontremos "Caiga la granada en casa Sagrada" o "Habiendo putas en los garitos, no faltarán los pitos" Ya no con tanta casta, más soeces, grotescos, feos. Y sin arte. La verdad los refranes no se inventan sino que están inventados. Habrá que ver. Retornando al tema del lenguaje, se ve que no habrá cambios tan bruscos como los padecidos en los últimos tiempos, a mi parecer debido a los medios de comunicación audiovisuales de toda índole: Televisión, cine e internet, que serían los que están más extendidos, especialmente este último es el que más contribuye a que esto ocurra. Al caso, cada vez nos aproximamos hacia una globalización del lenguaje, debido a que los medios ofrecen distintas formas, de diversas culturas que poco a poco se van incorporando a nuestro estilo; esto sería natural, teniendo como premisa que la generalización del hombre es una de las asignaturas hueso y pendiente del capitalismo, obviamente el lenguaje viene en el grupo. Existirán los acentos claro está, sin embargo quien lea este texto, no le resultaría tan extraño como para alguien que ha leído uno de hace 100 años que, aunque intelegible, tiene un carácter curioso y también atractivo y elegante. Y cada vez esa elegancia se va perdiendo, quizá demasiado tecnicismo en contraposición a un lenguaje más popular y común. Y supongo que esto si lo dice un historicista dando datos de tal y cual suceso, sería más creíble, yo de momento me abstengo de seguir con este diserto, tan absurdo como exento de toda base científica. Habrá que ver lo que piensa ese joven de mi augurio, erróneo en todo punto, o no.

Ese joven, tan distinto a la niña de Rajoy y tan igual a los de nuestra generación, ha conseguido pinchar mi globito melancólico que ha explotado y se ha regocijado en mis sentimientos. Sin saberlo me halla, pura casualidad: la ruleta, osos en el Sáhara, sosiego en tierras invadidas, amor, política justa.

viernes, 9 de enero de 2009

Las brillantes propuestas del 2009.

Entre todas las propuestas que me he planteado iniciar con el arranque del año no hay ninguna que sea digna de mención. La lumbre se apaga, la vela se funde, la luz se desvanece y por mi cabeza no cruzan más que estrellas fugaces que se empeñan en entretener a los pajaritos que me obcecan y ofuscan por su propia frustación al ver la poca iluminación, antaño fulgente como halógeno de cocina; mientras ahora, oh aciaga fortuna, las pocas ideas que fluyen surcan el mar fenecido y corrupto, perdiendose en el horizonte. He aquí un posible foco de propuesta, paliar este problema, buscar soluciones, hallarlas y aplicarlas. Es sencillo, tan sencillo como girar la llave del coche, si bien luego resulta que no tiene batería y se anda como loco preguntando a ver quién tiene pinzas, que hace falta una mano. Otra propuesta y mano más.

¿Pero quién se plantea tamañas estupideces? Vamos, seamos realistas, eso de las propuestas es un barco de piedra, se hundirá lo que tarde en ser puesto al agua y no habrá magia, volverá la rutina, el día a día, la robótica monotonía de la vida occidental. Puesto que proponerse fruslerías- como dejar el tabaco, terminar los estudios, ascender en el trabajo, ir al gimnasio, adelgazar, casarse o llevar una vida plena-, puesto que proponerse esas fruslerías es de inocentes ilusos, que viven en su mundo de conejitos de gominola, voy a hacer un resumen de lo que debería plantearse un varón humano "del montón", que no es poco lo que abunda:

-Ligarse por pura casualidad y fortuna a una chica bellísima y sana, que no hable absolutamente nada, que sea rica e, inexplicablemente, enamorarse de ella.

Yo creo que la vida así sería más fácil para todo hombre. Si ahora se analiza, quedaría suplida toda carencia. Dinero: es rica. Amor: ¿Cómo me enamoré de este tarro vacío? Belleza: Está buena. Salud: es saludable. Cultura: ¿Rica y guapa? Da igual, no habla, que sea la más inculta del mundo si quiere que ya me culturizo yo solo.

¿Y mi amor propio? Oh, que egoísmo esto de pedir peras al olmo, a ver si la ruleta se para alguna vez en mi número. ¡Mezquino! Trabájatelo, aunque el barco se sumerja para su hundimiento sempiterno. Y sino espera, que ya te lloverán piedras.

A todo puerco le llega su San Martín.